Quiero dejar claro, desde el principio, que mi crítica va
dirigida a todos los políticos, banqueros y empresarios, que se consideran
cristianos, pero, que en su ejercicio profesional, no tienen en cuenta los
valores del evangelio y, por consiguiente, no siguen las orientaciones de la
Doctrina Social de la Iglesia, en el caso de los que se consideran católicos.
Esto de la crisis sigue dando mucho que hablar. Pero no nos
engañemos, la crisis no ha sido para todos igual. En general las clases
dirigentes -sean políticos, empresarios y banqueros- no han sufrido la crisis;
es más, ya se ha encargado, el gobierno de turno, en darles sustanciosas
ayudas, por los descuadres en sus finanzas. Sus sueldos no solo no han bajado,
sino que se los han subido, y con corruptelas, como por ejemplo las tarjetas de
Caja Madrid-Bankia; bueno, éstas son las que han salido a la luz.
Mientras tanto, los parados, los desahuciados,... ¡vamos los de
siempre! (según
los informes de Caritas, entre otras instituciones) no solo han sufrido la
crisis, sino que la siguen padeciendo... y va para largo. Ahora que vienen las
elecciones municipales y autonómicas, me suenan a chistes de mal gusto, los
discursos de todos los políticos, disertando sobre sus programas utópicos
y el bien común del pueblo. A mí no me engañan. Ni siquiera se ponen de acuerdo
para llegar a los pactos necesarios para gobernar. El caso de Andalucía es
notorio. Unos y otros van a sus intereses: el poder y el dinero. La tarta, cuanto menos se reparta a
más toca.
Llegados a este punto, los cristianos, tenemos mucho que decir. Lo de ser cristiano
es una opción que afecta a toda la vida y a todas las dimensiones de la
persona. No sé si por mala formación, o por propio interés, lo de cristiano ha
quedado reducido a ciertos momentos de la existencia: bautizos, comuniones y
poco más. Hasta lo de ir a misa ya no se ve tan útil y necesario. Hay
políticos, banqueros y empresarios, que dicen ser cristianos, pero cuando deben
de tomar decisiones, en sus respectivos ámbitos, lo que les interesa es el
poder y el dinero; lo de ser cristiano queda aparcado.
Hasta el Papa, Francisco, criticó a los empresarios
católicos que “pagan en negro” a sus empleados o los
tratan injustamente y advirtió que quien lo hace, comete “un pecado
gravísimo”. “¿Qué tal es tu relación con
tus empleados? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿Y pagas la
contribución para sus jubilaciones? ¿Para asegurar su salud? “Tú no puedes
dar limosna a la Iglesia siendo injusto con tus empleados. Esto es un pecado
gravísimo: es usar a Dios para encubrir la injusticia”, dijo el prelado en su
sermón durante una misa. (MÉXICO, D.F., mes de febrero).
Algunos miembros de las jerarquías eclesiales ,
de las diversas confesiones cristianas, no crean que son ajenas a todo esto. En bastantes casos
han estado al lado de las clases dirigentes. No lo dudemos. De alguna manera su
complicidad es manifiesta. Y en otras religiones pasa igual.
Una
economía que busca el bien común, que tiene su prioridad en
los más pobres y excluidos de la sociedad. Una economía que piensa más en las
personas con su dignidad y derechos, que es más humana; una economía ecológica
que respeta y cuida el medio ambiente; esta economía es posible y los
cristianos, que están en los foros de la toma de decisiones, tendrían que hacer
valer sus principios y valores evangélicos. Y si no, que dejen de llamarse
cristianos.
Recuerdo el relato del evangelio, de Zaqueo (Un funcionario corrupto), que en el encuentro con Jesús se comprometió a devolver lo robado. Ya sé que todo esto no es fácil, Pero la fe cristiana tiene su manera de interpretar y de estar en la sociedad y no puede callarse. En la Doctrina Social de la Iglesia tenemos un buen banco de recursos para todo esto.
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