BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 25 de marzo de 2012

¡ESE ES TU PROBLEMA!

Los problemas son de los otros, y que se apañen. La crisis, el paro, las guerras, las injusticias, el desalojo de la casa, si no nos afectan, como que nos quedan muy lejos. Les confieso que el lema, de Manos Unidas: “Tu indiferencia te hace cómplice”(1994), aún lo llevo en la cartera. En nuestras conversaciones, hay muchas frases, en uno y otro sentido. Recordemos  lo que dijo Pilatos: “Yo me lavo las manos”.  Nos cuenta la historia que terminó ‘pagando los platos rotos’. En un tono más egoísta, nuestro refranero nos dice aquello de: “Que cada palo aguante su vela”.  Aunque es más positivo, al respecto, lo de: “Hoy por mí mañana por ti”.
Por todo esto, llevo muchos años preguntándome si el ser humano está ‘programado’ para estar centrado – solo - en su vida, en sus cosas, o ‘lo de su vida’, abarca y concierne la vida de los demás. De inmediato decimos que el hombre es un ser social. Que no puede vivir solo. Y que nos necesitamos. Claro que todo esto lo aplicamos a nuestros familiares, amigos, conocidos; más allá, de estos círculos, ya no lo tenemos tan claro. Veamos.
Es evidente, que nos beneficiamos de la sociedad. Aunque ciertos beneficios tienen una procedencia más que sospechosa. Pongamos algunos ejemplos: utilizamos el petróleo para nuestros coches, eso sí de países en conflicto; compramos zapatillas deportivas o ropa de marca, aunque hayamos mal pagado -a los niños explotados- que las hicieron. Nos alimentamos en exceso, tirando la comida, aunque en otro lugar, se estén muriendo de hambre o hayamos pagado una miseria por su producción. Tenemos buenos muebles y papel para todo, pero no queremos ver que proceden de esquilmar la Amazonía. Ya no podemos vivir sin el móvil, pero el Coltan -un mineral imprescindible-, lo extraen de zonas que están en guerra. Messi y Cristiano tienen contratos supermillonarios, pero eso no quita que disfrutemos del futbol. Cuánto derrochamos todos los días, aunque millones de personas estén pasando necesidad. Pero claro ¡ése es su problema! ¿Ése es su problema?
Cuando hablas de estos asuntos, sobretodo, de quién tiene que dar las soluciones, algunas personas tienen respuestas rápidas y, de las de echar balones fuera. Dicen que es el gobierno y los políticos; otros señalan a los ricos capitalistas o neoliberales; y si se pone a tiro, te sacan que la Iglesia venda el Vaticano y el dinero se lo dé a los pobres.  Eso sí, a mí que no me compliquen la vida. Ni me toquen el bolsillo. Demasiados problemas, tiene ya uno, como para estar pendiente de los demás y, encima, dedicarles tiempo. Para eso están las ONGS.
Por supuesto, que el dinero arregla muchas cosas,  muchos problemas. Pero la solución no está en el dinero. La solución está en las personas. Nosotros somos la solución. Cómo explicar, sino, lo de la familia humana. Dónde está lo de la hermandad y la fraternidad. Para quién es lo de la solidaridad. En qué queda lo de la justicia social. ¿Quién tiene que decir estas cosas? ¿Quién tiene que denunciarlas? ¿A dónde hay que ir? ¿Cuándo hay que hacerlo? ¿Qué tiempo lleva todo esto? Igual, todo esto, es para especialistas. Lo de el aultruismo y la filantropía, quedan para otros. ¿No?  Ejemplos tenemos en la historia, de hombres y mujeres, que entendieron lo de la familia humana y se desvivieron por ella; fortalecieron el tejido social y dieron respuestas.
Nunca me gustó la frase: “Parar este planeta que me bajo” (Groucho Marx). Me encanta: “O llegamos juntos a la libertad, o nunca la alcanzaremos” (Martin L. King).

domingo, 18 de marzo de 2012

LA BUENA CRIANZA: NI PUÑOS, NI BRAZOS CRUZADOS

Dentro de unos días llegarán a casa las notas de la 2ª evaluación. Habrá comentarios y situaciones de todo tipo. Sin duda brotará la alegría y las felicitaciones, aunque no faltarán los lloros y los enfados. Aparecerán los premios y castigos. Me imagino, que de un buen seguimiento en casa, durante el curso, también dependen los resultados. Pero bueno, no me voy detener mucho más, ya que este tema de la enseñanza, lo he tomado como pretexto para meterme en los hogares.
Me gusta hablar, con frecuencia, de las funciones parentales. Son muy importantes. Conozco a muchas parejas que empiezan a tener hijos y se les ve con mucha ilusión, aunque también expresan sus miedos e incertidumbres. No falta quien dice: ¿Y cómo se hace esto?
Por lo general, las parejas actúan de forma instintiva, dando respuestas a los problemas que van surgiendo. Están las que recuerdan lo que hicieron sus padres con ellos. Algunas confían en sus amistades y contrastan opiniones. No está mal para empezar, pero no creo que sea suficiente para la buena crianza de los hijos. Me sigo preguntando, si las parejas se han puesto de acuerdo a la hora de criar, de educar a su prole. Si tienen un proyecto, aunque no esté escrito, en el que están los criterios, los valores, las pautas que van a seguir con sus hijos. Si hablan, con frecuencia, de cómo van consiguiendo lo que se han propuesto. En fin, creo que  una crianza, bien planificada, garantiza unos buenos resultados.
Me muevo en el ámbito de la educación, y desde lo que vengo viendo y observando, cuando no hay un proyecto, más o menos definido, muchas familias se quedan en modelos, que no favorecen la buena crianza. A uno de ellos se le podría llamar autoritario. En este estilo, en la casa mandan los padres. Y se hace lo que ellos dicen. Basta una voz (casi grito) o un puñetazo en la mesa, para que la autoridad quede afirmada. A los hijos no les queda más margen que callar y obedecer. La fuerza, la imposición y el miedo son los ingredientes, más destacados, en la crianza de los chavales. Luego, hay que verles en las aulas, cuando no están sus progenitores.
Claro, que también hay familias, muy amplias en sus planteamientos. Piensan que lo mejor es no complicarse la vida. Sobretodo dejar hacer. Que los hijos aprendan de la vida, afirman con orgullo. No hay que forzar sus voluntades. Ante todo la libertad. La imagen de los brazos cruzados, viene a expresar como que se desentienden de lo que está pasando. El dejar hacer, tiene sus consecuencias en las aulas, por ejemplo, cuando a estos alumnos se les pone normas y límites para la convivencia.
Cuando en las familias, la crianza está ‘planificada’, entonces, los padres saben lo que quieren alcanzar con sus hijos; la pareja se pone de acuerdo, para que no haya ‘fisuras’ entre ellos. Como consecuencia, si en el ámbito familiar se educa en el diálogo, en la confianza, en el respeto, en la responsabilidad, en el sentido de la autoridad, en la libertad, en los hábitos saludables, en el cumplimiento de unos horarios, de esta forma, la buena crianza está garantizada. (Y también se nota en las aulas).
En esta línea los límites, las normas, las explicaciones, la negociación, siempre adecuadas a la edad; así como la palmadita en el hombro, la alabanza, el reconocimiento al esfuerzo, sin duda, contribuyen al sano y normal desarrollo de los hijos y los prepara para su futura integración en la sociedad.
Por consiguiente, más comunicación y menos puños o brazos cruzados.

domingo, 11 de marzo de 2012

APRENDER A DESAPRENDER


Salimos del útero materno y lo primero que hacemos es aprender a respirar. A partir de esos inicios, todo en la vida es aprendizaje. Nacemos para aprender. Y, como sabemos, todo aprendizaje es un proceso lento que nos exige un esfuerzo y se produce con la repetición. Por otra parte, está entrando en nuestras conversaciones la expresión ‘desaprender lo aprendido’. Personalmente, prefiero ‘aprender a desaprender’. Hay muchas cosas que, a lo largo de la vida, hemos ido añadiendo a nuestro currículo personal, y que no favorecen nuestro crecimiento. Aún más, pueden entorpecer nuestra realización como hombre o mujer.
A lo largo de nuestra existencia nos movemos en diferentes ámbitos: La familia, la escuela, la misma sociedad; en todos ellos, aprendemos muchas cosas que nos vienen muy bien para nuestra historia. Aprendemos a comer, a caminar, a comunicarnos, a querernos. También aprendemos a escribir, a leer. Asimismo, se nos educa en valores; nos  facilitan el aprendizaje para una buena socialización con nuestros compañeros, colegas o vecinos; e incluso, nos instruyen y enseñan a manejarnos en las nuevas tecnologías. Vamos, que nos equipan muy bien para el futuro.
Claro, que paralelos a todos estos aprendizajes, que potencian nuestra realización personal, también aprendemos muchas cosas, que no contribuyen a nuestro crecimiento y felicidad. En este sentido, aprendemos a ser vengativos, rencorosos, egoístas, mentirosos, celosos, violentos, perezosos, negativos, deshonestos, insolidarios, intransigentes, hipócritas, avariciosos, corruptos, racistas,  incoherentes, groseros, viciosos, aprovechados, intolerantes,… En fin, cada cual tiene los suyos.
Ahora es cuando viene lo de desaprender. Porque hay que desaprender todas estas cosas que nos deshumanizan, nos alejan de los demás, dificultan y rompen nuestras relaciones, incluso, las más cercanas. Hay que desaprender todo aquello que arrastramos y son verdaderos lastres en nuestro crecimiento personal, en nuestro crecimiento familiar y en nuestro crecimiento social.
Pero aprender a desaprender no resulta fácil. Lleva su tiempo, tanto como el que nos llevó aprenderlo. Requiere pararnos, 'bucear por dentro', crear estrategias para desmontar lo que, de hecho, forma parte de lo que somos, aunque no nos guste. Aprender a desaprender, nos exige orden y ‘disciplina’. Los demás también nos pueden ayudar, como nos ayudaron en nuestros aprendizajes, digamos, positivos.
Hay situaciones que tenemos muy arraigadas, que son verdaderos hábitos, eso sí, viciados, y no es fácil deshacerse de ellos. En el ámbito religioso se habla de cambio, de conversión. Todo ello, se llame como se llame, supone un esfuerzo, una ‘violencia interior’ que, en muchas ocasiones, no estamos dispuestos a pagar el precio que se nos pide. Por ejemplo, la imagen que nos hemos ido forjando en la relación con los demás. El rol que desempeñamos en nuestra función pública,… No es fácil, no. Pero hay que desaprender si queremos avanzar.
En el ritmo de vida que llevamos, hay que buscar tiempos y espacios para reflexionar. Necesitamos conocernos muy bien. Discernir aquello que nos humaniza, de lo que nos deshumaniza. También hay que contrastar y confrontarnos con alguien de confianza. Se trata de diseñar los pasos a seguir en el proceso de desaprender; aún más, imaginarnos cómo viviríamos, sin aquello que vamos a desaprender. Todo un reto si nos lo queremos tomar en serio. Esto de aprender a desaprender, tiene lo suyo, pero merece la pena.

domingo, 4 de marzo de 2012

MUJERES, LA MITAD DE LA HUMANIDAD


"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros" (Declarción de los Derechos Humanos, Artículo 1º)

Las mujeres son la mitad de la humanidad y, lo que acabamos de leer, es también para ellas. Bueno, los papeles, ya sabemos que lo aguantan todo. El día 8 de marzo, celebramos el "Día Internacional de la mujer". Ya el año pasado hablábamos de estos asuntos. Por consiguiente, ahora viene la pregunta de rigor: ¿Ha mejorado, la situación de la mujer, a lo largo de este año pasado? Como no tenemos datos objetivos las respuestas pueden ir desde: Tal vez si,... quizás no,... a lo mejor... Bueno, yo espero que sí; creo en el progreso, en la evolución. Aunque me temo que de un año a otro, los cambios, no se aprecien tanto.  
Ahora bien, no olvidemos el dato a destacar: las mujeres son la mitad de la humanidad. No son un grupo marginal, minoritario. Un grupo reducido, al que debemos atender en sus necesidades, movidos por la compasión. Es la práctica habitual, por ejemplo, cuando nos referimos a los inmigrantes, a los sin techo. Pero no es el caso de la mujer. La ONU, asignaba, simbólicamente, a Danica, como la niña filipina, que el 31 de octubre pasado, completó los 7.000 mil millones de habitantes. Podemos afirmar que, aproximadamente, 3.500 millones, en la actualidad, son mujeres. Este es el dato.
Me alegraré cuando me entere de que, el día 8 de marzo, es un día más del mes, sin apellidos. Para entonces, ya no necesitaremos un día especial para recordar la desigualdad entre hombres y mujeres. Mientras tanto no nos podemos callar. No podemos pasar, 'como de puntillas', por un día que nos sigue golpeando a la conciencia. La mujer, mejor, muchas mujeres, millones de mujeres, son tratadas en el siglo que vivimos, como si no fueran personas. Y esto que afirmo, les pasa a las mujeres desde su nacimiento. (Por supuesto, que no todas las mujeres están en estas circustancias, gracias a Dios).
Y es que, los seres humanos, ya nos hemos acostumbrado a leer, escuchar y ver noticias relacionadas con la  explotación, mutilación, violación, compraventa, maltrato, esclavitud, discriminación, asesinato,... de bebés, de niñas, de adolescentes, de jóvenes, de mujeres, de ancianas, por el solo hecho de haber nacido mujer. ¡Ya está bien! ¿No?
Para explicar (no digo justificar) toda esta degradación humana, hacia la mujer;  podemos analizar muchas causas de origen histórico, social, e incluso económico. No obstante, hoy, me voy a detener en una de las raíces, que también ha contribuido a esta lamentable situación: La Religión.
Las religiones, basta echar un vistazo, tanto a sus escritos como a sus prácticas, defienden que Dios ha creado, al ser humano, o sea, al hombre y a la mujer iguales. Y, sin embargo, en los mismos escritos y prácticas religiosas, las mujeres y los hombres, no viven ni participan de la misma igualdad. No me voy a centrar en todas las religiones. Que cada cual haga sus reflexiones. En este caso, el cristianismo, al que pertenezco, me sirve de ejemplo. Las mujeres, en la Iglesia Católica, ¿Por qué no ejercen el ministerio sacerdotal? ¿Por qué no están en la estructura jerárquica? No por estar, sino para servir mejor a la comunidad, para aportar su ser, su impronta, su visión. Tal vez tendríamos otra sensibilidad, si estuviera la mujer. El hecho es, que la mujer en la Iglesia, tiene un papel muy secundario. Sí, ya sabemos que limpian la iglesia, que dan catequesis, que la mayoría de las personas que van a misa son mujeres... Sin embargo, aún seguimos, en el siglo XXI, discriminando, apartando, no considerando el ser y el estar de la mujer en la Iglesia.
El día que presida la celebración eucarística, de la comunidad cristiana, una mujer, ese día, empezaremos a hablar -de hecho- de la igualdad entre los hombres y las mujeres, dentro de la Iglesia. Es más, ese día cambiarían muchas actitudes, hacia la mujer, al menos dentro del cristianismo. Y tal vez, tuviera sus consecuencias, positivas, en la misma sociedad. Sería, una más, de nuestras contribuciones a la plenitud de la humanidad.
Mientras tanto, cada 8 de marzo, también por motivos religiosos, sigamos recordando el Día Internacional de la Mujer.