BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 29 de septiembre de 2013

REGENERAR, RENOVAR Y RECREAR LA SOCIEDAD CIVIL

Más bien, habría que empezar por despertar, a la sociedad civil, del letargo en que se encuentra. Después vendría lo de las "erres": recrear, regenerar y renovar. No sé si importa el orden. Creo que se complementan. Lo que sí podemos afirmar, con rotundidad, es que estamos ante una sociedad civil anestesiada, aburrida, hastiada, pasota, indiferente y mal acostumbrada. Bueno, no toda. Como en las historietas de Astérix y Obélix, existen pequeños oasis en los que se ven otras cosas edificantes.
Nos dice la Real Academia que recrear: Es crear o producir de nuevo algo;  que regenerar: Es dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo y, también, hacer que alguien abandone una conducta o unos hábitos reprobables para llevar una vida moral y físicamente ordenada; que renovar: Es dar nueva energía a algo, transformarlo y, también, hacer como de nuevo algo, o volverlo a su primer estado. Podríamos decir que con estas definiciones está dicho todo. Pero sigamos.
Ya estoy cansado de escuchar siempre lo mismo: los políticos, los ricos, la jerarquía, los sindicalistas, los periodistas, los militares, los maestros... tienen la culpa de todo. Ellos son los malos de la película. El mundo está tan mal, por su culpa. ¡Venga ya! Pero si toda esta gente es de los nuestros, son nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros compañeros de clase, nuestros vecinos. Por consiguiente, si decimos algo de ellos, también lo estamos diciendo de nosotros.
Me preocupa la sociedad civil, algunas personas dicen y hablan de la ciudadanía. Pues eso, los hombres y mujeres que formamos la sociedad en su conjunto. Me estoy refiriendo (permítanme la expresión) a esa 'masa' de personas que vivimos en los pueblos, en las ciudades, que en general no estamos muy implicadas en la cosa pública y que dejamos a los 'especialistas' que nos lleven y nos guíen -a veces- no se sabe a dónde.
La pena, como recuerdo de un profesor de filosofía, es que en España entre la mayoría de la población y la élite dirigente no hay nada. Y lo poco que hay, lo manejan unos dirigentes que solo piensan y trabajan por sus intereses. Pero es que esa inmensa mayoría -vergonzosamente silenciosa- no solo consiente, es que ni si quiera se revela, denuncia, se moviliza, protesta,... todo lo que le vayan echando se lo va tragando y 'pa lante'.  Solo una minoría mantiene la decencia y, a su manera, resiste a la situación.
Tal vez, todo esto, sea o tenga una explicación: que la misma sociedad, participa de las mismas cosas que ve en las clases dirigentes o que, las clases dirigentes, han potenciado, por mil, lo que es natural en la sociedad civil, de la que proceden.  Miremos con lupa a las mismas familias y sus rencillas, a las mismas comunidades de vecinos y sus desaires; pensemos en las personas implicadas en la economía sumergida. Vayamos a las oficinas de hacienda cuando hay que hacer las declaraciones de la renta. Muchos chanchullos aparecen por doquier.
Pero mi condición de optimista, no acepta el que algunos árboles tapen el bosque. En las últimas décadas están surgiendo ONGS, Asociaciones, Instituciones, grupos, movimientos sociales, hombres y mujeres, en los que su capacidad de resistencia llegó -hace tiempo- a su límite  y se van abriendo camino para recrear, regenerar y renovar la sociedad civil. Llevará su tiempo, pero van por buen camino.
 

domingo, 22 de septiembre de 2013

HASSAN GARBA, SIGUE SU CAMINO AL NORTE

Cuando nuestros adolescentes están dando 'la vara' en sus casas y en las aulas, Hassan Garba, con sus 16 años, deja su país y cruza la  mitad de África, hasta llegar a España. Lo suyo no es turismo. Lo suyo es ganas de sobrevivir. Para ello no duda en atravesar Camerún (su país natal), Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos, hasta llegar a Melilla (España). El norte, con el que soñaba cuando deja a su familia y amigos, se le hace largo.
Los que hemos tenido la suerte de conocer, a Hassan, siempre le recordaremos sonriendo, aunque la procesión -su procesión- fuera por dentro. Joven tranquilo, pacífico, muy agradecido y responsable. En el Hogar la Salle, que ha estado viviendo este último año, ha destacado por favorecer un buen ambiente, sus compañeros le apreciaban y respetaban. También le están echando en falta.
Murió su padre cuando era pequeño. Su madre regresó con su familia y, entonces, en Douala, se quedaron a vivir, con su primo, él y su hermano gemelo. Los problemas se agravaron cuando su primo se vino a Europa y se quedaron solos.
Me comentaba, en los últimos días, los motivos de abandonar su país para venir 'a la tierra prometida'. ¡Qué decepción la suya! Ni Melilla, ni Jerez le han dado esperanzas para realizar 'el sueño de una vida mejor'. Por eso, un buen día nos dijo que se marchaba a Bruselas. El  mismo primo le había llamado, con urgencia, porque allá había más futuro.
Volviendo a su vida en Camerún, me decía que cada día era una aventura -dura- para conseguir alimentos y poder comer. Todo vale para no pasar hambre y poder llegar al día siguiente vivo. Muy relacionada con esta situación es la violencia y la muerte, que viene detrás de ella. Me indicaba que la vida no valía nada. Apenas unos francos CFA, eran suficientes para mandar al cementerio a una pesona.
Con este panorama, decide abandonar lo poco que tiene y venirse al Norte. Fue elaborando el sueño de tener una vida digna, sin miedos. Lo había escuchado de otros que se fueron antes y, también, le había animado el ‘paraíso’ que veía en la televisión.
No obstante, también me decía, que su auténtico sueño se cumplirá, cuando pueda regresar a su tierra y tenga los suficientes recursos para volver a reunir a su familia y  vivir en mejores condiciones de las que tuvo en su infancia. ¡Ojalá, lo consiga!
Muchas personas, que pasaron por el Hogar, le recordarán como un joven simpático, cercano, agradable… en los encuentros interculturales e interreligiosos que tenemos en el Centro, siempre tuvo su sitio y su protagonismo activo, dando formalidad y seriedad en ellos.
Es bueno dejar constancia de aquellas personas que pasan por nuestras vidas, aunque sea por poco tiempo, pero que son significativas. Son la prueba de que cualquier ser humano, sea de la raza o religión que sea, contribuyen a construir un mundo mejor.

domingo, 15 de septiembre de 2013

EL SÍNDROME DEL A.V.E.



Vivimos en los inicios del tercer milenio una época que podemos denominar: SÍNDROME DEL AVE:
Acelerados: Que significa según el diccionario, dar mayor velocidad o aumentar la velocidad. Y añade, el ser impacientes, nerviosos. Darse prisa en todo.
Vapuleados: Que significa según el diccionario, zarandear de un lado a otro a alguien o algo. Y también, reprender, criticar o hacer reproches duramente a alguien.
Estresados: Que significa según el diccionario, que sufren estrés. Que están estresados por exceso de trabajo.
No sé si nos identificamos con cualquiera de estas definiciones y, por consiguiente, si tenemos y padecemos el síndrome del AVE. A mí me surgen estas reflexiones que ahora os comunico. En muchas ocasiones nos desbordan los acontecimientos, las personas que nos rodean, la situación familiar, el trabajo diario y rutinario,…
Si escribiéramos nuestra escala de valores, damos por supuesto, que en primer lugar estaría el más importante, pero es probable que al que más tiempo dedicamos, y además de forma urgente, es el que ocupa el último lugar.
No es raro que estemos hablando con alguien en casa o en el despacho, y nos llamen al teléfono, pero es que cuando nos estamos despidiendo del que nos ha llamado, entonces nos suena el móvil, con lo cual en pocos minutos hemos triplicado nuestra conversación y, al final, no sabemos muy bien si ha servido para algo.
Vamos muy rápido en todo: de la cama a la cocina, después al coche, luego al colegio, a continuación a la clase, o en su caso al centro de trabajo (o a la cola del paro), y por la tarde, después de comer, vamos al club o al gimnasio, para terminar cenando y sin mucho tardar a la cama. De forma que en poco tiempo vivimos lo que otras generaciones tardaban años. Me pregunto si asimilamos y digerimos lo que nos pasa. En realidad vivimos atropelladamente. No saboreamos, no nos recreamos en lo que nos rodea.
¿Cuándo nos paramos, cuándo caminamos, cuándo charlamos “sin tiempo”, cuándo estamos solos, cuándo nos dedicamos tiempo si mirar al reloj, cuándo dedicamos tiempo  a nuestra pareja, a nuestra comunidad, a nuestros hijos, a nuestros amigos, pero solo por el placer de estar con ellos, sin ninguna utilidad práctica,…?
¿Cuándo me quito el rol de profesor, de madre, de médico, de parado, de taxista, de abuelos, de jefe, de jubilado,… para quedarme solamente yo?. Yo y nada más. A solas conmigo mismo o conmigo misma diríais las mujeres. ¿Cuándo?... ¿Cuándo? ¿Cuándo fue la última vez que entré en mi interior, en lo más profundo de mí ser y le dediqué el suficiente tiempo para conocerlo más? “Conócete a ti mismo” decía un templo griego.
¿Me intereso por mí? ¿Me preocupa mi vida personal, individual, la que me define como soy, como persona diferente a mi mujer, a mi marido, a mis hijos, a mis amistades, a los colegas del trabajo, a los enfermos del hospital, a los vecinos, …?
Tal vez me tengo olvidado. A lo mejor es una cuestión que no es prioritaria en mi vida. Antes, y siempre, los demás, mis ocupaciones y responsabilidades y, al final, si queda tiempo y si no estoy muy agobiado, igual, me acuerdo de mí y me dedico un poquito de tiempo. ¿Cómo llevo mi crecimiento personal? ¿Lo tengo planificado? ¿Me rijo por  un proyecto de vida para avanzar?
Llegados a esta altura, la pregunta sale por sí sola Y… ¿Para qué hacer el esfuerzo de llegar a lo más interior de mí persona? ¿Qué utilidad tiene dejar a un lado el trasunto y rutinas de mi vida cotidiana? ¿Para qué sirve profundizar hasta lo más hondo de mi ser?
Nos quedan muchos días por delante, para ir contestando estas cuestiones.

domingo, 8 de septiembre de 2013

SOMOS IGUALES PARA LO BUENO Y SOMOS IGUALES PARA LO MALO

Nacemos de la misma manera y la muerte nos acecha a todos por igual. Tenemos la misma naturaleza. Nos diferencian los trajes y las corbatas, sin embargo -por dentro- somos exactamente iguales. Es verdad que unos empiezan la carrera en los primeros puestos y otros en los últimos, pero al fin de cuentas, todos somos corredores.
Si algo voy constatando de mis andanzas veraniegas, perdonen que recurra a ellas, es que los hombres y mujeres -de aquí o de allá - tienen más semejanzas que diferencias. No sé cómo nos hemos apañado, pero nos hemos empeñado en clasificar a las personas, dando más categoría a unas que a otras ya sea por su color de la piel, ya sea por sus creencias religiosas, ya por sus ideales e ideologías políticas y, lo más lamentable, por ser hombre o ser mujer.
Estoy viviendo con jóvenes inmigrantes africanos, si los comparo con los españoles, que trato en otros ámbitos, qué quieren que les diga, salvo algunas costumbres y tradiciones, también sus creencias, en todo lo demás son exactamente iguales. Esto mismo lo he visto este año en Perú o el verano pasado en Brasil. Y si nos detenemos en los niños y las personas adultas, podemos hacer la misma afirmación.
Si nos fijamos en algunos detalles como las conversaciones que tienen, las preguntas y respuestas que hacen, las inquietudes que manifiestan, las modas estandarizadas, las músicas que escuchan y bailan, las tecnologías que usan, la verdad, no existen grandes diferencias. Puede ser que el mundo globalizado influya en ello, pero es la condición de persona y su naturaleza, a mi modo de ver, lo que más presente está en todo este asunto.
Si hablamos de algunos rasgos fundamentales de las personas como la inteligencia, la voluntad o la  afectividad, ya sean blancos o negros, creyentes o ateos, ricos o pobres no se dan grandes diferencias tanto si hablamos de más o menos inteligentes, como si tienen más o menos voluntad ante las cosas de la vida, o bien en cuanto a la vivencia de su afectividad.
Y si entramos en la bondad o maldad de la gente, no tengan la menor duda de que podemos decir, lo que acabamos de escribir en el párrafo anterior. El asunto no tiene que ver ni con el color de la piel, ni con sus creencias, ni con... todo esto tiene que ver, más bien, con la manera de plantear su vida cada persona, ya esté en el Polo Norte o en los Trópicos.
Miren, lo de las guerras está en todos los sitios del planeta; lo de la pobreza, ni les cuento, que hay gente egoísta, sin vergüenza, opresora, aprovechada, mal educada,… pues, qué les voy a decir, en todos los lados cuecen habas. Pero con las mismas hay que decir que hay (creo que más) gente pacífica, solidaria, bondadosa, que ama a los demás,... y, no lo duden, están extendidas en todo el planeta y no tienen que ver ni con su color de la piel, ni con sus creencias, ni con sus ideologías.
Nos han tenido muy engañados. Nos han creado prejuicios, nos han hecho intolerantes, racistas, discriminadores. Todo esto lo hemos interiorizado como normal. Somos hijos de nuestras culturas, de nuestras religiones, de nuestros terruños,… tanto para lo bueno como para lo malo.
Pero no nos han ocultado y, de igual forma nos han transmitido: la verdad, el cariño, la libertad, la paz, el perdón, el amor, la justicia, el diálogo, la ternura… sin la menor duda, también se habla de todo esto en cualquier lugar del planeta.
En fin, no sé quién se ha empeñado en que nos fijemos más en las diferencias que en las semejanzas, pero, igual si cambiamos las tornas, el mundo sería mejor.

domingo, 1 de septiembre de 2013

NUEVAS METAS Y NUEVOS RETOS PARA EL NUEVO CURSO QUE COMIENZA

Lo de la crisis no tiene que anestesiarnos y, menos, paralizarnos. Es lo que quieren. No juguemos su partida. Como hemos dicho en otras ocasiones, esto de la crisis, es una nueva oportunidad. Ni es la primera que tenemos, ni será la última. De forma que sigamos caminando.
Año, trás año, el curso escolar viene a ser la ocasión de iniciar nuevas oportunidades. No solo nuestros hijos o nuestros alumnos empiezan un nuevo curso; también, después de las vacaciones, que bastantes veces son para descansar, pintar las habitaciones, arreglar tal armario que se estropeó, vamos, poner la casa a punto, con todo ello se van creando las condiciones para afrontar, con novedades, el nuevo curso.
Claro que nos afecta la crisis. Nadie se salva de su influencia. Por eso que nadie puede desentenderse de la misma, aunque muchas personas se han 'liado la manta' y están esperando a que les avisen de la salida del túnel. En cualquier caso, tanto para unos como para otros, las cosas no van a ser igual que antes. El futuro, tal vez, tenga mucha relación con la postura, que cada cual, está teniendo en el presente. La experiencia nos dice que lo que se siembra se recoge.
Creo que las metas y retos no es asunto de un grupo privilegiado. Como si una  minoría de personas tuviera que darse por aludida y el resto, como si fuera un rebaño, le tocase seguir al grupo de especialistas. Precisamente esto es lo que les interesa y quieren hacer los que han provocado, de forma consciente y deliberada, esta crisis.
Cuando una persona, una pareja, una familia, una comunidad educativa, una empresa, una asociación,... toma las riendas de su realidad y se propone unas metas o se marca unos retos a conseguir, el asunto toma otro cariz. Al marcase unos fines ya manifiestan su compromiso de romper la inercia en la que nos movemos en la vida cotidiana. No podemos ni debemos repetir el pasado. Crear algo nuevo nos abre al futuro.
Es la hora de los proyectos humanizadores. El proyecto personal, el proyecto de pareja -diferente del proyecto familiar, aunque vinculado a él- el proyecto educativo, el proyecto de grupo o comunidad, el proyecto de la empresa o el de tal asociación,... son unas herramientas muy necesarias e imprescindibles para afrontar la historia de nuestras vidas, para favorecer el crecimiento y superar las continuas crisis que nos van llegando a lo largo de los años.
No podemos caminar a ciegas, ni permitirnos ser como las veletas que se orientan según el viento les mande. Nadie puede llevar las riendas de nuestras vidas, ni de nuestras familias. Somos nosotros los que tenemos que señalar el trazado a seguir. Subiremos montañas, bajaremos valles, nos aventuraremos por el bosque, pero siempre será porque se corresponde a las metas o retos que nos hemos dado en nuestro caminar por la vida.
Es bueno pararse un tiempo, buscar la soledad, encontrar espacios de diálogos y discernimientos lúcidos; la calma y la tranquilidad nos ayudan a formular las pocas metas y retos que nos marquemos para este nuevo curso. No conviene muchas, que quien mucho abarca poco aprieta, nos viene diciendo la experiencia.
Mis mejores deseos y anhelos para este nuevo curso que comienza.