El jueves retomamos
la iniciativa social del Círculo de la Fraternidad. El círculo de los
iguales. Porque nadie es más que nadie.
El problema es que algunos no quieren ser iguales. Son quienes nos complican
la vida. El creerse superiores e, incluso, inferiores, dificulta mucho las
relaciones humanas, cuando no las frustran, las adulteran o las revientan.
Les cuento una
anécdota de hace años. En el verano de 1972, en el contexto de los campos
de trabajo, me preguntó una mujer: ¿Cuál es tu gracia? Desconcertado le
contesté que no sabía a lo que se refería y, con una sonrisa comprensiva, me
dijo que me estaba preguntando por mi nombre. Conocer nuestros
nombres facilitó la confianza y el buen entendimiento durante esos días.
En estos días hemos leído y escuchado, en los medios de comunicación social, que siguen las guerras en Siria, Ucrania, Irak,… que siguen los planteamientos nacionalistas, eso sí, sin tener en cuenta el bien común de las sociedades, que mueren grandes banqueros y empresarios copando todos los telediarios, (no ocurre lo mismo si mueren personas normales de un pueblecito o barrio de cualquier ciudad), que el ébola sigue avanzando, curiosamente sin acepciones de personas, aunque más entre las poblaciones pobres. Menos mal que el futbol, mira por dónde, que acaba de iniciar su andadura, es lo poco que nos iguala.
Me llevo preguntando desde hace tiempo por qué nos fijamos más en los apellidos que en el nombre de las personas. Es el nombre el que nos hace iguales. El nombre nos identifica como personas individuales, de la misma naturaleza, de la misma especie y, después, vienen los apellidos, pero éstos ya son secundarios - por muy "nobles" que sean -.
Lo primero es el nombre, mi ser personal (común a todos los seres humanos) y en segundo lugar vienen los apellidos, o sea, lo de ser blanco o negro, pobre o rico, creyente o ateo, extranjero o nativo, analfabeto o intelectual, progresista o conservador, y así hasta la enésima generación.
Creo que este mundo globalizado, sería muy diferente si nos interesáramos por el nombre de las personas, para identificarlas como tales y ya, en un segundo momento, iríamos conociendo los apellidos, tanto para enriquecernos por lo que nos aportan desde la pluralidad, así como de corregir las injusticias que dichos apellidos están generando, desde la confianza y el mutuo conocimiento que nos aporta el conocer nuestros nombres.
Puedo afirmar, desde la experiencia, que cuando se conoce el nombre de la persona, me refiero que se conoce a la persona, las barreras de los apellidos van cayendo, da igual que sea subsahariano o musulmán, ateo o cristiano, marginado o ejecutivo, blanco o judío,... entonces el trato es de iguales y por consiguiente: ¡Cuántos problemas y conflictos se evitarían!
Tenemos la ocasión, una vez más, de seguir educando en valores que dignifican a las personas, que nos hacen recuperar la igualdad perdida; y si somos cristianos nos remiten a una familia común, en la que Dios, nuestro padre y madre, nos quiere a todas las personas, como a hijos e hijas de una única familia, la suya. Otros hablan de la fraternidad universal.
Mi "gracia" es Juan Bautista ¿Y la tuya?
En estos días hemos leído y escuchado, en los medios de comunicación social, que siguen las guerras en Siria, Ucrania, Irak,… que siguen los planteamientos nacionalistas, eso sí, sin tener en cuenta el bien común de las sociedades, que mueren grandes banqueros y empresarios copando todos los telediarios, (no ocurre lo mismo si mueren personas normales de un pueblecito o barrio de cualquier ciudad), que el ébola sigue avanzando, curiosamente sin acepciones de personas, aunque más entre las poblaciones pobres. Menos mal que el futbol, mira por dónde, que acaba de iniciar su andadura, es lo poco que nos iguala.
Me llevo preguntando desde hace tiempo por qué nos fijamos más en los apellidos que en el nombre de las personas. Es el nombre el que nos hace iguales. El nombre nos identifica como personas individuales, de la misma naturaleza, de la misma especie y, después, vienen los apellidos, pero éstos ya son secundarios - por muy "nobles" que sean -.
Lo primero es el nombre, mi ser personal (común a todos los seres humanos) y en segundo lugar vienen los apellidos, o sea, lo de ser blanco o negro, pobre o rico, creyente o ateo, extranjero o nativo, analfabeto o intelectual, progresista o conservador, y así hasta la enésima generación.
Creo que este mundo globalizado, sería muy diferente si nos interesáramos por el nombre de las personas, para identificarlas como tales y ya, en un segundo momento, iríamos conociendo los apellidos, tanto para enriquecernos por lo que nos aportan desde la pluralidad, así como de corregir las injusticias que dichos apellidos están generando, desde la confianza y el mutuo conocimiento que nos aporta el conocer nuestros nombres.
Puedo afirmar, desde la experiencia, que cuando se conoce el nombre de la persona, me refiero que se conoce a la persona, las barreras de los apellidos van cayendo, da igual que sea subsahariano o musulmán, ateo o cristiano, marginado o ejecutivo, blanco o judío,... entonces el trato es de iguales y por consiguiente: ¡Cuántos problemas y conflictos se evitarían!
Tenemos la ocasión, una vez más, de seguir educando en valores que dignifican a las personas, que nos hacen recuperar la igualdad perdida; y si somos cristianos nos remiten a una familia común, en la que Dios, nuestro padre y madre, nos quiere a todas las personas, como a hijos e hijas de una única familia, la suya. Otros hablan de la fraternidad universal.
Mi "gracia" es Juan Bautista ¿Y la tuya?
Me viene a la memoria aquella declaración de principios revolucionaria: 'Libertad, Igualdad, Fraternidad'. La aspiración humana a la dignidad no es posible sin el reconocimiento de todos y por todos de nuestra identidad individual irrepetible (Libertad) con el mismo valor que la del resto (Igualdad). Es nuestra 'gracia'.
ResponderEliminar¿Y donde queda la 'Fraternidad'? Es donde adquiere toda la dimensión y el valor nuestra individualidad. ¿Qué sentido, qué trascendencia tiene nuestra libertad e igualdad en una isla desierta? La fraternidad representa el paso hacia la acción. La toma de conciencia plena de que los demás son libres e iguales. Representa la única forma con sentido que hay de vivir, que no es más que CONVIVIR.
Gracias por tu reflexión y precisión.
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