BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

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UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 18 de agosto de 2013

PREGUNTAS QUE HAY QUE HACERSE ALGUNA VEZ SOBRE LOS POBRES

En determinados momentos de la vida, hay asuntos que se tienen que abordar y con seriedad. Este de los pobres es uno de ellos. A veces me he preguntado, no tanto por la existencia de la pobreza y de los pobres, cuanto porqué nos acercamos a ellos. Personas empobrecidas siempre han existido y, la ayuda, nunca les ha faltado. Desde dar una limosna hasta fundar una ONG,  hay una gran variedad de respuestas para ayudar a los pobres. Este verano, he ido narrando mi experiencia, con los pobres de Iquitos,  y un día me surgieron las preguntas, que hoy trataré de contestar. De una u otra forma todos tendríamos que responderlas. 
1ª ¿Utilizo a los pobres para ponerme medallas y colgar las fotos en el Facebook?
La primera parte de la pregunta es la importante, la otra, es anecdótica. No resulta gratuito afirmar que los pobres son un buen motivo para muchos intereses sociales y, también, para acallar conciencias. A veces parece que lo de los pobres es una moda, que en la actualidad tiene su público, y estar con ellos, realizar alguna actividad, tiene su resonancia en los demás. No solo los famosos y personajes ricos tienen sus ONGs y Fundaciones, eso sí, con un buen márquetin publicitario, para que quede constancia de su generosidad, sino que también, entre los amigos y familiares uno queda bien, con eso de estar o hacer algo por los personas empobrecidas y marginadas. Todo lo cual, no quita que haya personas altruistas que mirando el bien y el progreso, de las personas excluidas y pobres, dedican su tiempo, dinero y comparten su vida con ellas. Me gustaría estar en este grupo.
      2ª Menos mal que he venido a Iquitos, porque sino…  ¿Qué sería de esta pobre gente?
En este mundo de hoy, sigue habiendo ‘salvadores y redentores’ de las causas perdidas. Piensan que qué sería el mundo sin ellos. ¡Menos mal que estoy yo! Se creen que son los únicos que tienen las verdaderas soluciones y que son imprescindibles. Personalmente, en algún momento de mi vida, me vi al estilo de Superman, que iba a cambiar el mundo, al menos a las personas a las que me acercara, ¡Qué iluso! Me olvidaba de que cada persona es libre y que no tengo derecho a obligarla a nada. Como mucho caminar juntos y aprender unos de otros. 
      3ª Al final del proyecto: ¿Qué habrán cambiado en sus vidas por mi buen hacer?
Nada. Considerando los procesos de crecimiento de las personas, 20 ó 30 días en la historia de las mismas, no son suficientes para cambiarlas, ni siquiera un poquito. Tal vez quedemos en el recuerdo, sobretodo de aquellas personas a las que más nos hayamos vinculado, como nos ocurre a nosotros. También puede pasar que alguien se motive para hacer algo que aún no había descubierto o que le reforzamos lo que ya había intuido. Pero poco más. Sí creo que estos proyectos son como una ‘anécdota’ en sus vidas (y en las nuestras), un tanto significativas y que algún provecho se le puede sacar.
      ¿Son los pobres un paréntesis en mi vida y, además, aprovecho las vacaciones?
A lo largo de los años he visto de todo. Lo del paréntesis lo he constatado muchas veces. Me he preguntado, en numerosas  ocasiones, ¿Por qué tal o cual persona, que se ve tan comprometida, un buen día desaparece y deja la tarea para otros? No es fácil, por lo que se ve, lo de la constancia y la perseverancia. Casi lo asemejo, a lo del sarampión, hay que pasarlo, pero, luego la vida sigue por otros derroteros. Parece que lo del voluntariado va ‘calando’ en la sociedad civil, no obstante hay que hacer muchos esfuerzos para que avance. 
5ª Esta experiencia… ¿Es para que cambien los pobres o para que cambie yo?

Creo que es la pregunta clave, en el día de hoy. Desde mi punto de vista la respuesta es muy clara: Para que cambie yo. Hay experiencias en la vida que se tienen dentro de un plan que abarca a toda a persona. Digamos, que la experiencia de estar, vivir, acompañar a las personas empobrecidas es una de ellas. Vivimos en un mundo injustamente desigual, en el que una minoría, me encuentro en ella, disfrutamos de todos los beneficios de la llamada sociedad del bien estar, y que –sin embargo- una inmensa mayoría de la población carece de muchas de tales comodidades –legítimas, por otro lado- así que, estar junto a ellas igual nos puede despertar las conciencias y, desde la base, tratar de cambiar las cosas, pero eso sí, empezando por uno mismo.

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