BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

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UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 7 de febrero de 2016

LOS CARNAVALES, VERSIÓN JOCOSA DE LA REALIDAD

Ayer estuve en el carnaval de Cádiz. No se lo imaginan, pero durante el día participé en un Taller de interioridad y por la tarde-noche me fui con los chicos, del Hogar de Emancipación, a ver el ‘ambientaso’ de los carnavales gaditanos. ¿Actividades contrapuestas? Tal vez.
Por su parte, los chavales disfrutaron un montón. Nunca habían visto algo parecido. Eso sí, volvimos todos encantados y… cansados. Cádiz estaba desbordado en todos los sentidos. Y caminar por sus calles no era fácil. Pero mereció la pena.
Es verdad que se han dicho y escrito muchas cosas sobre los carnavales, por mi parte contaré la experiencia que tuve ayer. Para empezar deciros que me compré una careta. Tardé en ponérmela, pues me sentía ridículo. Pero el ridículo lo estaba haciendo yo, porque todo el mundo la llevaba menos un servidor. Después de los bocatas, de rigor, se la terminé dando a uno de los jóvenes.
Sin detenerme en los orígenes, tengo que decir que fue un buen invento al que se le ocurrió lo de los disfraces, ocultarse ante los demás, el jolgorio y bullicio que se organizan, durante unos días, previos a la cuaresma. Aunque sabemos que esta asunto se remonta a los tiempos remotos y trasciende las culturas.
Desde el punto de vista personal, el poco tiempo que tuve la máscara sentía que era uno más de la comparsa y que cada cual iba a lo suyo. El disfraz me abrió otras puertas, entraba en otro mundo, mis roles cotidianos desaparecían y me veía a mí mismo detrás de la máscara. La cosa fue muy fugaz, pues cuando encontré a los chavales, les faltó tiempo para quitármela.
Desde el punto de vista sociológico, simplemente vi la realidad misma, pero en su versión jocosa, festiva y burlesco-chistosa. Que imaginación tiene el personal. Vale que entres en un comercio, yo pasé a uno de los chinos, y te compres una careta; pero lo que se ve en la gente es la pura creatividad. Las ocurrencias son infinitas.
Los personajes son los de la vida real pero en versión graciosa. Los guardias civiles estaban en cualquier parte, pero sin hacerte soplar. Había médicos, barrenderos (no sé si eran reales porque las calles estaban ‘tela’; había bañistas, ninjas, animales variados; aparecían superman y el hombre araña, mariposas y ‘cupidos’ con sus flechitas.  Hombres embarazados, marineros y por todos los lados monjas, curas y frailes, luego dicen que no hay vocaciones.
Cuando te parabas, y era con frecuencia, se escuchaban los idiomas más variados: inglés, alemán, francés, italiano, portugués, árabe, bueno, y español,… claro. La misma globalización en versión carnavalesca. Y es que esto del jolgorio, alegría, bullicio trasciende a todas las culturas, es otra de las señas de identidad de la familia humana.
Sin duda es una catarsis esto de los carnavales, tanto en Cádiz, como en Tenerife o Rio de Janeiro por decir algunos. Es una necesidad antropológica. Necesitamos tiempos para desinhibirnos. La vida es muy dura, para muchas personas dramática y hasta trágica. Cuanta gente espera el carnaval para desahogarse, para reírse de sí mismo y de los demás. El disfraz, la máscara es lo que tiene.

Yo lo pasé muy bien y los chavales, todo era nuevo para ellos, lo pasaron bomba. Pues ya está para eso fuimos al carnaval.

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