BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

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UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 22 de enero de 2012

UN DÍA EN TÁNGER, DE TURISMO SOCIAL

Con el pasaporte en la mano, entramos y salimos, de Tánger, con toda normalidad. Habíamos señalado la visita, a esta ciudad de Marruecos, unos días antes de Navidades. Por lo que vimos, a lo largo de la jornada, ésta es una población, de 'encuentro', entre diferentes culturas y razas. El día soleado, nos ayudó a disfrutar de sus calles y de sus gentes.
Nuestra primera estación, fue una ONG Marroquí, de nombre Darna. La generosidad de una familia rica, todo hay que decirlo, financia un proyecto que acoge, a lo largo del día, a niños y chavales de la calle y, con sus diferentes talleres, los profesionales y voluntarios, contribuyen a su educación e inserción laboral. De paso, no están en la calle malgastando su vida.
Aún estábamos comentando las maravillas que hacían, cuando llamábamos a las puertas de dos asociaciones españolas, el Hogar Padre Lerchundi, que lleva un Proyecto de prevención de menores en riesgo de exclusión social, siendo sus promotores, PROCLADE, una ONG de inspiración claretiana; y el Hogar  Dar Tíka (Casa de confianza), animada por una comunidad de religiosas de Jesús María; en el que acogen a niñas, que por intervención judicial, son destinadas al Hogar. Las niñas, muy 'invisibles' en estos contextos, tienen la suerte de tener lo más parecido a un Hogar.
De la mano, ONGs marroquíes y españolas, hacen una buena labor de promoción humana y social. Nos faltaron palabras, para expresar nuestro agradecimiento, por el testimonio que nos dieron. 
Pero, el 'plato fuerte' de la jornada, y nunca mejor dicho, estuvo en un barrio marginal de Tánger. Un taxi, nos alejaba del centro urbano, y nos dejaba a la entrada de un barrio marginal. Al rato, una mujer bien vestida y con una sonrisa contenida y nerviosa, se acercó a nosotros. Era la madre de Anuar y Mohamed. Sus hijos están en los Hogares de la Salle: de Jerez y de Guadix.
Sus lágrimas nos emocionaron. Nosotros pasábamos a ser 'sus hijos', como repetidas veces nos dijo. Aunque frágil, muy decidida, nos invitó a ir a su casa. Cruzamos unas calles, bajamos unas escaleras, nos hicimos fotos, en la escuela que habían estudiado sus hijos, y con presteza, nos señaló la casa en la que vivía. Su hermana, nos abrió la puerta y entramos. Sin querer, la imaginación, me trasladó a mi infancia de los años 50. A mi pueblo. Al corral de mi casa. Por allí saltaban las gallinas según avanzábamos, los gatos estaban tumbados al sol, una valla defendía un huerto cultivado y, el olor a terneros, llenaba el espacio. Unos niños, jugando, alegraban el ambiente.
Aparecieron el resto de las hermanas, todas vestidas de fiesta, nos saludamos y nos invitaron a entrar a la casa. Nuestro asombro fue total. En una habitación, más bien pequeña, tenían puesta una mesa para comer, que para nada tenía que envidiar a un hotel de 5 estrellas. No faltaba de nada. Seguí recordando, en esta ocasión, las fiestas de mi pueblo: ropa, comida, todo era especial esos días. Pues esta buena familia, así nos recibía y agasajaba.
Ikram, nuestra mediadora intercultural y la que nos sirvió de intérprete, nos comentaba más tarde, que todo era una copia, de lo que son las grandes fiestas para esta cultura. La comida, una vez más, la comida, es el mejor contexto para la alegría, las confidencias, el compartir, la cercanía y la familiaridad; la verdad, nos hicieron sentir como en casa. Nos hicimos fotos y vídeos, pues, son ahora los mejores mensajeros que llevan y traen noticias, acercando a los familiares alejados.
Emocionados, tanto los que nos íbamos, como los que se quedaban, nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Aún, nos quedaba por visitar a otros familiares de jóvenes, que tenemos en el Hogar de emancipación. Desde luego, el día lo fuimos completando haciendo algunas compras, las pastelerías nos lo agradecieron. Y terminamos charlando con la Delegada de migraciones, de la diócesis de Tánger. Pero este es tema para otro día.

A las diez de la noche (once en España) la estela del barco, nos alejaba de una ciudad bulliciosa, que sin duda, nos donó una experiencia inolvidable.

2 comentarios:

  1. Puedo afirmar que es un día y una experiencia que no olvidaré jamás y que me ayuda a comprender muchas cosas de esta vida que nos toca vivir..

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  2. Cuando somos solidarios no existen las fronteras ni se interponen las culturas. Todos somos hijos de un mismo Dios.

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