BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 19 de febrero de 2012

DE LOS TURISTAS EXTRANJEROS Y LOS EXTRANJEROS INMIGRANTES


Lo que tienen en común es que son extranjeros, pero en realidad son muy  diferentes, tanto entre ellos mismos, como para nosotros. Aunque esas diferencias que existe entre ellos, se dan también entre nossotros. Si utilizamos el criterio económico, que para estas cosas es casi el único que seguimos, resulta que las diferencias son iguales en todo el mundo. Ser ricos o ser pobres, ahí está la diferencia. ¡Ay! si recordáramos, con más frecuencia, que nosotros fuimos extranjeros inmigrantes. Claro que, como ahora somos turistas en el extranjero…
Por si no me acabo de explicar, lo de ricos y pobres, es igual en todo el planeta. La auténtica diferencia viene dada por el dinero que tienes. Tu piel será de tal o cual color, pero lo que importa es si tienes o no tienes dinero. Podrás ser musulmán o cristiano, pero lo que interesa es el poder adquisitivo que tienes. Da igual que seas hombre o mujer, si tienes sustanciosas cuentas en los bancos el buen trato y respeto nunca te faltarán.
No obstante, detengámonos en los extranjeros, ya sean turistas o inmigrantes. Lo más significativo y notorio es que unos nos traen dinero, y otros, problemas. Unos son recibidos por las altas autoridades en los aeropuertos; y otros son acogidos, también por las autoridades, cuando llegan en las pateras. Los que vienen con traje y corbata negocian hasta el último céntimo. Pero los que vienen en chándal, si se descuidan, aunque se les explote, ni se les contrata o mal paga.
Hay deportistas de color, a los que se les aplaude en los estadios y se les pide autógrafos, cuando se presenta la ocasión. Hay hombres y mujeres de color, que están en los semáforos de nuestras ciudades y, cuando nos aproximamos con el coche, cerramos las ventanillas o levantamos los hombres, sino pisamos el acelerador. En fin, unos extranjeros, nos parecen bien y les aplaudimos y otros, también extranjeros, queremos que se vayan pronto.
Hasta que no nos quitemos las ‘gafas del dinero’ seguiremos viendo las cosas como venimos diciendo. Pero lo de las ‘gafas’, no lo olvidemos, es un buen invento para ver mejor cuando se va perdiendo la vista. Para eso las inventamos.
Claro que con unas buenas gafas, a los extranjeros, los veríamos como personas, como seres humanos, igual que nos vemos nosotros. La dignidad de la persona, los derechos humanos afectan –por igual- a todos los que formamos la familia humana.  En el mundo globalizado, en el que estamos embarcados: los muros, las barreras, las alambradas, las empalizadas, las fronteras, las clases sociales, los intocables, los unos y los otros,… son conceptos que deberíamos desaprender y, en su lugar, aprender otros nuevos. Eso sí, quitaría del diccionario la palabra extranjeros, y potenciaría, en su lugar, la expresión ciudadanos del mundo. Esto se ajustaría más a la realidad: todos vivimos en el planeta tierra.
Mientras tanto, en nuestros barrios, en nuestras ciudades, en nuestros colegios, en los mercados, en las plazas, en los estadios,… disfrutemos unos de otros, de las riquezas culturales que tenemos, compartamos lo de cada cual y todo el mundo saldremos ganando. Lo que es bueno y humaniza a unos - haciéndoles más felices -, sin duda, es bueno y humaniza a todos  los demás. 


domingo, 12 de febrero de 2012

EN LAS DISTANCIAS CORTAS NOS JUGAMOS LAS RELACIONES PERSONALES

Bajo el paraguas del día de los enamorados, pero sin hacer publicidad consumista, que ya se encargan las floristerías, joyerías, los 'chinos' y restaurantes; sí puede resultar interesante que miremos un poquito 'el termómetro' de nuestras relaciones. De nuestras relaciones con la pareja, con la familia, con los amigos, en fin, con todas aquellas personas que tenemos la suerte (¿o mala suerte?) de encontrarnos a lo largo del día.
En la cercanía, en el roce, en las distancias cortas, de nuestra relaciones cotidianas, tenemos la ocasión de fortalecer, potenciar, enriquecer, en definitiva, crecer juntos como personas. Una mirada comprensiva, unas palabras tiernas, una escucha atenta, un silencio oportuno,... favorecen dicho crecimiento.
Y, sin embargo, silencios estratégicos, falta de explicaciones deliberadas, marcharse a mitad de una conversación,... sin la menor duda, contribuyen al distanciamiento, en las distancias cortas. La verdad es que la vida de cada cual es complicada. Todos los días no tenemos el mismo estado de ánimo. Ni nos levantamos con buen humor. Los problemas en el trabajo, las rutinas y manias que todos tenemos, el partido de futbol que perdió mi equipo, las tareas del cole que no se quieren hacer, el dolor de cabeza que no me deja, los lloros o peleas de los hijos, el incordio de los vecinos, las ganas que tengo de gritar para desahogarme o intimidar, o sea, un montón de circunstancias que nos pueden hacer saltar y resquebrajar el buen ambiente y concordia que todos anhelamos.
Cuando se vive juntos, ya sea en la familia, en los pisos de estudiantes o varios trabajadores, o en las comunidades religiosas (éste es mi caso), es inevitable que haya conflictos en las relaciones. Los conflictos están en nuestro ADN, como seres humanos que somos. Los conflictos, en sí, no son negativos. Son la ocasión para aclarar malos entendidos. A veces los provocan la 'sobrecarga' que traemos del trabajo, o que hemos quemado la comida por un descuido. En otras ocasiones se manifiestan las diferencias que tenemos de tipo político, deportivo, religioso, ... y no digamos nada, si alguien de la familia se ha quedado en paro, o por desgracia está enferma, o bien, la hipoteca está ahogando el presupuesto previsto.
Cada cual sabe de las situaciones que dificultan nuestras relaciones y provocan los conflictos cotidianos. El asunto reside en cómo los gestionamos. Cómo nos apañamos para resolverlos, desactivarlos, superarlos. Una buena herramienta, a mi modo de entender, es utilizando el sentido común -que todo el mundo- tenemos. Ya lo dice el dicho popular, hablando se entiende la gente. Es cuestión de hablar dejándonos guiar por el sentido común. Por consiguiente, una buena comunicación 'sin interferencias', un buen diálogo, en el que tenemos en cuenta que todos hemos contribuido al conflicto y que  todos tenemos parte de la solución, sin duda, harán que el conflicto, sea un escalón más, de la escalera que fortalece las buenas y necesarias relaciones.
Cada vez más, desde la propia experiencia,  me reafirmo en que todas las personas tenemos o debemos aprender a callar, cuando hay que callar; a saber escuchar cuando hay que escuchar; a saber mirar a los ojos cuando hay que mirar; a saber dar una palmadita en el hombro, cuando hay que darla; a saber abrarzarse cuando hay que abrazarse; a saber perdonar o pedir perdón, cuando hay que pedir perdón o perdonar; vamos, quien más y quien menos, sabe el papel que le corresponde en todo tipo de situaciones. Y de todos modos, si no lo sabemos, si estamos muy atentos, la vida nos va enseñando -si queremos aprender-, claro.
¡Ojala! en la distancias cortas disfrutemos de la vida, disfrutemos de la amistad, disfrutemos del amor. Nos lo merecemos.

domingo, 5 de febrero de 2012

SENTADO EN UN BANCO DEL PARQUE


Todavía no habían llegado los fríos. Había quedado con unos amigos y, haciendo tiempo, entré en el parque. Son de las tardes dominicales que uno se toma relajadamente. No es que estuviera muy cansado pero agradecí, en mi interior, a la persona que tuvo la buena idea de colocar el banco, en el que estuve un buen rato. Aquello parecía un cine en 3D. La película la titulé “Una tarde en el parque”.
La escena más dinámica estaba a la izquierda, el bullicio de los niños en los columpios, toboganes, balancines, caballitos, muelles,… llenaba el ambiente. No estaban solos, pues, tenían entretenidos a bastantes abuelos. Algunos papás, estaban al lado de las vallas de madera, porque los retoños querían jugar a exploradores.
También, resultaba agradable, ver a muchas parejas, sonriendo y charlando,  paseando con el carrito; alguno era doble, y siempre pendientes de las carantoñas del bebé, que iba plácidamente en su cochecito.
Casi, en el centro del parque, estaban sentados, cómodamente, un grupo de jóvenes tocando la guitarra. Amenizaban el ambiente con sus acordes y risas. Se les veía, relajados y distendidos, gozaban del momento.
Una pareja, relativamente joven, paseaba de un lado a otro del parque, entretenida en sus asuntos; a veces gesticulaban mucho, otras, caminaban en silencio. Más de una vez, se cruzaron con algunos chiquillos que circulaban con la bici y, en una ocasión, se tuvieron que apartar para no provocar un accidente.
En otros bancos, algunos leían el periódico, o la novela recomendada por alguien cercano. También había una pareja, que tal vez, se estaba iniciando en el largo camino del amor. En cualquier caso, todos andaban metidos en sus cosas, ajenos a lo que pasaba a su alrededor.
La sirena de una ambulancia, me sacó de estos pensamientos y despertó mi curiosidad. Tal vez llevaban a un accidentado; a lo mejor era una persona que le había dado un infarto; quizá era una mujer que iba a dar a luz, en fin, prisas sí que llevaban. 
Una de las puertas del parque, era testigo del berrinche que tenía una criaturilla, no más de ‘cinco palmos’, con sus padres, porque no quería irse del parque. Pensé que en estos simples y cotidianos ‘pulsos’, se inicia el aprendizaje de las normas y límites, que son tan necesarios para el crecimiento personal. Al final se fueron del parque.
Me llamó la atención una pandilla de adolescentes, que estaba cruzando el parque, y casi todos, llevaban el móvil pegado en la oreja; se ve que faltaban más amistades por llegar y estaban quedando con ellos. Curiosamente, hubo un buen rato que no hablaban entre ellos, los que estaban al otro lado del móvil les tenían muy ocupados.
Al fondo del parque se veía a un grupo de futuros futbolistas. Ajenos a todo, se divertían con un balón de goma. Cerca de ellos, en uno de los muros, había unos discípulos de Picaso y Dalí, pintando algunos grafitis. La verdad, estaban entretenidos y se les veía muy felices.
Entre unas cosas y otras, el tiempo iba pasando; llegaba la hora de la visita y, muy a mi pesar, tuve que levantarme y dejar el banco, en el que había echado un buen rato. La vida misma.

domingo, 29 de enero de 2012

¡¡¡ NO A LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR !!!

A veces, nos perdemos, con eufemismos, para ocultar una realidad cruda y dura: la violencia dentro de la familia. En esta sociedad hipócrita, parece que lo correcto, es resaltar la violencia del hombre (machismo). ¡Ojo! Si miramos la lista, de los que han denunciado esta violencia, me encontraréis entre los primeros.  Pero mi horizonte crítico va más allá.
No quisiera olvidarme de una constatación, que si machistas son muchos hombres, al mismo nivel de machismo, se encuentran bastantes mujeres. Sin duda, el patriarcado, muy presente y acentuado en la historia de la familia humana, ha reforzado -lamentablemente- esta violencia del varón, que es una auténtica vergüenza para el género humano. Podemos decir, que diversas razones culturales, económicas, políticas y religiosas, entre otras, han contribuido a ello.
Dicho todo lo anterior, en el mundo globalizado que vivimos,  hay que hablar de violencia intrafamiliar. En esta violencia, hay hombres que son violentos, hay mujeres que son violentas y, hay hijos, que también, son violentos. No hablo de proporcionalidad, hablo de una realidad que está ahí: en los hogares.
Un feminismo, mal entendido y, a veces, interesado, sigue con la venda en los ojos, y solo oye los gritos de las mujeres. Gritos que, ciertamente, humillan al ser humano y que son motivo, más que suficientes, para denunciar y tomar medidas con el violento.
Más difícil de escuchar, son los ‘silencios ahogados’, por la vergüenza del qué dirán, que muchos hombres sufren, ante la violencia de su pareja. La violencia de la mujer, tal vez, sea más discreta, pero no deja de ser violencia que, también, hay que denunciar.
Pero la sorpresa nos viene ahora, cuando vamos conociendo -el goteo persistente-, de los casos que llegan a los tribunales, por la violencia que ejercen los hijos hacia sus progenitores. ¿Quién ha dicho que todo lo tenemos visto? Hay hijos e hijas, que pegan y maltratan a sus padres y a sus madres.
La violencia intrafamiliar, a mi modo de entender, es la expresión que mejor recoge, todas estas situaciones. De la otra forma, nos podemos perder entre las palabras y no llegar, nunca, a las soluciones.
Esta espiral hay que romperla. Por lo que se ve, de personas violentas, está el planeta ‘infestado’. No resulta fácil encontrar la vacuna para matar el virus. Pero hay que localizarlo como sea. Creo, que la educación tiene mucho que decir, empezando por la familia, siguiendo en la escuela y, continuando también, los medios de comunicación social, o sea, la sociedad entera. Se trata de cambiar de mentalidad. Se trata de continuar en la lucha de que todos los seres humanos somos iguales. Todos, quiere decir, que hombres y mujeres, niños y ancianos... somos iguales, y nos debemos respeto.
Mientras tanto y, simultáneamente, las denuncias, las manifestaciones, la publicidad, los psicólogos, los tribunales,… tienen la palabra. El 30 de enero, es el día de la NO Violencia y de la Paz. Por aquí va la línea a seguir.

¡¡¡¡ NI GRITOS, NI GOLPES, EN SU LUGAR, SONRISAS Y ABRAZOS !!!!

domingo, 22 de enero de 2012

UN DÍA EN TÁNGER, DE TURISMO SOCIAL

Con el pasaporte en la mano, entramos y salimos, de Tánger, con toda normalidad. Habíamos señalado la visita, a esta ciudad de Marruecos, unos días antes de Navidades. Por lo que vimos, a lo largo de la jornada, ésta es una población, de 'encuentro', entre diferentes culturas y razas. El día soleado, nos ayudó a disfrutar de sus calles y de sus gentes.
Nuestra primera estación, fue una ONG Marroquí, de nombre Darna. La generosidad de una familia rica, todo hay que decirlo, financia un proyecto que acoge, a lo largo del día, a niños y chavales de la calle y, con sus diferentes talleres, los profesionales y voluntarios, contribuyen a su educación e inserción laboral. De paso, no están en la calle malgastando su vida.
Aún estábamos comentando las maravillas que hacían, cuando llamábamos a las puertas de dos asociaciones españolas, el Hogar Padre Lerchundi, que lleva un Proyecto de prevención de menores en riesgo de exclusión social, siendo sus promotores, PROCLADE, una ONG de inspiración claretiana; y el Hogar  Dar Tíka (Casa de confianza), animada por una comunidad de religiosas de Jesús María; en el que acogen a niñas, que por intervención judicial, son destinadas al Hogar. Las niñas, muy 'invisibles' en estos contextos, tienen la suerte de tener lo más parecido a un Hogar.
De la mano, ONGs marroquíes y españolas, hacen una buena labor de promoción humana y social. Nos faltaron palabras, para expresar nuestro agradecimiento, por el testimonio que nos dieron. 
Pero, el 'plato fuerte' de la jornada, y nunca mejor dicho, estuvo en un barrio marginal de Tánger. Un taxi, nos alejaba del centro urbano, y nos dejaba a la entrada de un barrio marginal. Al rato, una mujer bien vestida y con una sonrisa contenida y nerviosa, se acercó a nosotros. Era la madre de Anuar y Mohamed. Sus hijos están en los Hogares de la Salle: de Jerez y de Guadix.
Sus lágrimas nos emocionaron. Nosotros pasábamos a ser 'sus hijos', como repetidas veces nos dijo. Aunque frágil, muy decidida, nos invitó a ir a su casa. Cruzamos unas calles, bajamos unas escaleras, nos hicimos fotos, en la escuela que habían estudiado sus hijos, y con presteza, nos señaló la casa en la que vivía. Su hermana, nos abrió la puerta y entramos. Sin querer, la imaginación, me trasladó a mi infancia de los años 50. A mi pueblo. Al corral de mi casa. Por allí saltaban las gallinas según avanzábamos, los gatos estaban tumbados al sol, una valla defendía un huerto cultivado y, el olor a terneros, llenaba el espacio. Unos niños, jugando, alegraban el ambiente.
Aparecieron el resto de las hermanas, todas vestidas de fiesta, nos saludamos y nos invitaron a entrar a la casa. Nuestro asombro fue total. En una habitación, más bien pequeña, tenían puesta una mesa para comer, que para nada tenía que envidiar a un hotel de 5 estrellas. No faltaba de nada. Seguí recordando, en esta ocasión, las fiestas de mi pueblo: ropa, comida, todo era especial esos días. Pues esta buena familia, así nos recibía y agasajaba.
Ikram, nuestra mediadora intercultural y la que nos sirvió de intérprete, nos comentaba más tarde, que todo era una copia, de lo que son las grandes fiestas para esta cultura. La comida, una vez más, la comida, es el mejor contexto para la alegría, las confidencias, el compartir, la cercanía y la familiaridad; la verdad, nos hicieron sentir como en casa. Nos hicimos fotos y vídeos, pues, son ahora los mejores mensajeros que llevan y traen noticias, acercando a los familiares alejados.
Emocionados, tanto los que nos íbamos, como los que se quedaban, nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Aún, nos quedaba por visitar a otros familiares de jóvenes, que tenemos en el Hogar de emancipación. Desde luego, el día lo fuimos completando haciendo algunas compras, las pastelerías nos lo agradecieron. Y terminamos charlando con la Delegada de migraciones, de la diócesis de Tánger. Pero este es tema para otro día.

A las diez de la noche (once en España) la estela del barco, nos alejaba de una ciudad bulliciosa, que sin duda, nos donó una experiencia inolvidable.

domingo, 15 de enero de 2012

NUNCA TAN CERCA, ESTUVIERON TAN LEJOS

Las relaciones humanas son muy complejas. A primera vista, como que todo es muy sencillo. Pero, con el tiempo, van viniendo las complicaciones. Está claro que no somos islas. No podemos vivir solos, necesitamos a los demás para vivir y... sobrevivir. Todo grupo humano tiene su sentido y cubre una serie de necesidades que necesitamos las personas. Pensemos en la familia, en el grupo de amigos, en los compañeros de profesión, en los grupos religiosos, etc., etc.
La satisfacción de conocer a una persona, que te aporta aquello que necesitas para ser feliz, es algo que no tiene precio. Tener a la pareja, al amigo, en quien te puedes desahogar, confiar, reír, llorar,... la verdad, es impagable. Nos necesitamos para realizarnos como personas, para ser felices. ¡Ay del solo! Del ser humano encerrado en sí mismo. ¡Qué infierno!
Y, sin embargo, es una pena lo que acontece a bastantes hombres y mujeres: Nunca tan cerca, estuvieron tan lejos. Son los desengaños de la vida. Se conocieron, se confiaron, se amaron y terminaron separándose o, en su caso, divorciándose. Parejas rotas, amistades rotas, grupos -de todo tipo- desaparecidos. Estaban cerca, vivían juntos, se rozaban, sonreían, pero se apartaron para siempre.
También se da el caso, de aquellas personas que siguen juntos físicamente, pero, paradójicamente, a kilómetros de distancia. Se aguantan, se desesperan, llegan a pelearse y, sin embargo, por diferentes razones, no les queda más remedio que seguir juntos. La vida se puede hacer insoportable. Pero ahí están.
Vale, decía al principio que las relaciones humanas son complejas, pero no imposibles, tengo que añadir. Los conflictos, los problemas son inevitables. El asunto está en cómo gestionarlos. Nos podemos preguntar: ¿Qué recursos y herramientas cuentan las parejas -por ejemplo- para encauzar sus dificultades? Por su parte, los diferentes grupos humanos, tienen sus tensiones, sus conflictos ¿Saben abordarlos o los falsos respetos guardan las formas?
Creo que en muchas de estas situaciones, lo que ha faltado es tiempo. Tiempo para sincerarse, tiempo para conocerse, tiempo para aceptarse, tiempo para integrar al otro, tal y como es, no como quisiera que fuera... Cuando nos saltamos todos estos tiempos, aún la cercanía más cercana, nos sitúa en la lejanía más lejana. Hay que darse más tiempo, porque así, antes de avanzar en la relación, podemos resituarla y aparcarla, pero sin traumas. En la vida todo es aprendizaje y no podemos pasar de la educación infantil a la universidad.

Por cierto, dije bastantes hombres y mujeres, no empleé ni muchos, ni todos.

PD. También se da lo contrario, nunca tan lejos, estuvieron tan cerca.

domingo, 8 de enero de 2012

DE LAS RAÍCES DEL CAMPO A LOS ESCAPARATES DE LA CIUDAD

La suerte de tener vacaciones, te da la posibilidad de viajar. En mi caso, pasar por el pueblo, en el que nací, está dentro del programa. Cuando se pasa de la ciudad al pueblo o del pueblo a la ciudad, saltan a la vista multitud de contrastes. Y, aunque son realidades diferentes, en la práctica se necesitan mutuamente.
Es llamativo el éxodo urbano, a los pueblos, durante los fines de semana. Estos días navideños, las casas rurales, han tenido mucha demanda. Es otra forma de turismo. Se busca la tranquilidad, los ritmos lentos del campo, la soledad, estar con la familia, con los amigos. Es como si buscáramos todo aquello, que echamos en falta de la ciudad.
Por otro lado, resulta curioso, 'el abordaje' de las gentes del pueblo a la ciudad. Los centros comerciales, las tiendas, pasear por la ciudad, son prácticas que se prodigan durante los fines de semana y las vacaciones. Ir a la 'capital' tiene su encanto.
Varias generaciones, de hombres y mujeres, dejamos los pueblos, porque no teníamos futuro; la ciudad nos acogió y nos abrió muchos caminos. Sin embargo, ahora, volvemos a nuestras casas, calles y campos de la infancia, como para reencontrarnos con nuestra historia, con nuestra identidad, con nuestras raíces.
Si el campo nos da el alimento, la ciudad nos proporciona la técnica. Si el pueblo nos da la cercanía y familiaridad, la ciudad nos da la universidad y los hospitales...
No obstante, veo en la ciudad, rasgos de la cultura nómada. Hay muchas personas que están de paso. El espacio urbano, por razones laborables, no es definitivo para vivir. Hay mucha movilidad. Abundan los escaparates que te entretienen y seducen. Hay muchas distracciones pasajeras, que terminan cansando. Siempre vas con prisas; te asusta la velocidad de los coches. Todo es movimiento. Sin la menor duda, este ambiente influye en sus habitantes y en su manera de ser.
Y, observo, en los pueblos, rasgos de la cultura sedentaria. Es lo propio. Todo es más lento. La agricultura marca los ritmos. Las estaciones son, como un gran círculo, que señalan las fechas para hacer las mismas cosas de siempre. El guión está escrito. Hay tiempo para hacer las cosas con normalidad, sin prisas, para hablar con calma. Esta situación, también, configura a sus paisanos en su forma de ser.
Me atrevería a decir que en el espacio rural, las personas están más enraizadas. Las raíces, lo más común que se da en el campo, en todo lo que se planta y siembra, es la imagen de lo que hay en los pueblos. Decía Azorín, algo así como "que detrás de un arado hay un filósofo". Creo que no estaba descaminado. El ambiente te lleva a la reflexión, a la hondura del ser.
Sin embargo, los escaparates de la ciudad, me sugieren la superficialidad, lo externo. Muchas personas acentúan la imagen, su imagen. Es la cultura de la imagen, de las apariencias. El ambiente te diluye en el anonimato. No pretendo dejar la ciudad para volver al pueblo, ya lo hice en mi adolescencia, cuando me fui del pueblo a la ciudad.
Pero si algo he aprendido, es que pueblo y ciudad, ciudad y pueblo, son espacios y ámbitos de convivencia; complementarios, que se necesitan, que no pueden darse la espalda. La armonía entre ellos favorece, sin duda, el bienestar de tantos hombres y mujeres que viven en ellos.
Si hay que ir al pueblo, para volver a las raíces que conformaron nuestro ser; no podemos dejar de ir a la ciudad, lugar que nos ayuda a relativizar, tener amplitud de miras y abrirse a la universalidad.
Vivo en la ciudad, pero me gusta ir al pueblo.