A veces, nos perdemos, con eufemismos, para ocultar una realidad cruda y dura: la violencia dentro de la familia. En esta sociedad hipócrita, parece que lo correcto, es resaltar la violencia del hombre (machismo). ¡Ojo! Si miramos la lista, de los que han denunciado esta violencia, me encontraréis entre los primeros. Pero mi horizonte crítico va más allá.
No quisiera olvidarme de una constatación, que si machistas son muchos hombres, al mismo nivel de machismo, se encuentran bastantes mujeres. Sin duda, el patriarcado, muy presente y acentuado en la historia de la familia humana, ha reforzado -lamentablemente- esta violencia del varón, que es una auténtica vergüenza para el género humano. Podemos decir, que diversas razones culturales, económicas, políticas y religiosas, entre otras, han contribuido a ello.
Dicho todo lo anterior, en el mundo globalizado que vivimos, hay que hablar de violencia intrafamiliar. En esta violencia, hay hombres que son violentos, hay mujeres que son violentas y, hay hijos, que también, son violentos. No hablo de proporcionalidad, hablo de una realidad que está ahí: en los hogares.
Un feminismo, mal entendido y, a veces, interesado, sigue con la venda en los ojos, y solo oye los gritos de las mujeres. Gritos que, ciertamente, humillan al ser humano y que son motivo, más que suficientes, para denunciar y tomar medidas con el violento.
Más difícil de escuchar, son los ‘silencios ahogados’, por la vergüenza del qué dirán, que muchos hombres sufren, ante la violencia de su pareja. La violencia de la mujer, tal vez, sea más discreta, pero no deja de ser violencia que, también, hay que denunciar.
Pero la sorpresa nos viene ahora, cuando vamos conociendo -el goteo persistente-, de los casos que llegan a los tribunales, por la violencia que ejercen los hijos hacia sus progenitores. ¿Quién ha dicho que todo lo tenemos visto? Hay hijos e hijas, que pegan y maltratan a sus padres y a sus madres.
La violencia intrafamiliar, a mi modo de entender, es la expresión que mejor recoge, todas estas situaciones. De la otra forma, nos podemos perder entre las palabras y no llegar, nunca, a las soluciones.
Esta espiral hay que romperla. Por lo que se ve, de personas violentas, está el planeta ‘infestado’. No resulta fácil encontrar la vacuna para matar el virus. Pero hay que localizarlo como sea. Creo, que la educación tiene mucho que decir, empezando por la familia, siguiendo en la escuela y, continuando también, los medios de comunicación social, o sea, la sociedad entera. Se trata de cambiar de mentalidad. Se trata de continuar en la lucha de que todos los seres humanos somos iguales. Todos, quiere decir, que hombres y mujeres, niños y ancianos... somos iguales, y nos debemos respeto.
Mientras tanto y, simultáneamente, las denuncias, las manifestaciones, la publicidad, los psicólogos, los tribunales,… tienen la palabra. El 30 de enero, es el día de la NO Violencia y de la Paz. Por aquí va la línea a seguir.
¡¡¡¡ NI GRITOS, NI GOLPES, EN SU LUGAR, SONRISAS Y ABRAZOS !!!!
No quisiera olvidarme de una constatación, que si machistas son muchos hombres, al mismo nivel de machismo, se encuentran bastantes mujeres. Sin duda, el patriarcado, muy presente y acentuado en la historia de la familia humana, ha reforzado -lamentablemente- esta violencia del varón, que es una auténtica vergüenza para el género humano. Podemos decir, que diversas razones culturales, económicas, políticas y religiosas, entre otras, han contribuido a ello.
Dicho todo lo anterior, en el mundo globalizado que vivimos, hay que hablar de violencia intrafamiliar. En esta violencia, hay hombres que son violentos, hay mujeres que son violentas y, hay hijos, que también, son violentos. No hablo de proporcionalidad, hablo de una realidad que está ahí: en los hogares.
Un feminismo, mal entendido y, a veces, interesado, sigue con la venda en los ojos, y solo oye los gritos de las mujeres. Gritos que, ciertamente, humillan al ser humano y que son motivo, más que suficientes, para denunciar y tomar medidas con el violento.
Más difícil de escuchar, son los ‘silencios ahogados’, por la vergüenza del qué dirán, que muchos hombres sufren, ante la violencia de su pareja. La violencia de la mujer, tal vez, sea más discreta, pero no deja de ser violencia que, también, hay que denunciar.
Pero la sorpresa nos viene ahora, cuando vamos conociendo -el goteo persistente-, de los casos que llegan a los tribunales, por la violencia que ejercen los hijos hacia sus progenitores. ¿Quién ha dicho que todo lo tenemos visto? Hay hijos e hijas, que pegan y maltratan a sus padres y a sus madres.
La violencia intrafamiliar, a mi modo de entender, es la expresión que mejor recoge, todas estas situaciones. De la otra forma, nos podemos perder entre las palabras y no llegar, nunca, a las soluciones.
Esta espiral hay que romperla. Por lo que se ve, de personas violentas, está el planeta ‘infestado’. No resulta fácil encontrar la vacuna para matar el virus. Pero hay que localizarlo como sea. Creo, que la educación tiene mucho que decir, empezando por la familia, siguiendo en la escuela y, continuando también, los medios de comunicación social, o sea, la sociedad entera. Se trata de cambiar de mentalidad. Se trata de continuar en la lucha de que todos los seres humanos somos iguales. Todos, quiere decir, que hombres y mujeres, niños y ancianos... somos iguales, y nos debemos respeto.
Mientras tanto y, simultáneamente, las denuncias, las manifestaciones, la publicidad, los psicólogos, los tribunales,… tienen la palabra. El 30 de enero, es el día de la NO Violencia y de la Paz. Por aquí va la línea a seguir.
¡¡¡¡ NI GRITOS, NI GOLPES, EN SU LUGAR, SONRISAS Y ABRAZOS !!!!
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