Lo que tienen en comĂșn es que son
extranjeros, pero en realidad son muy
diferentes, tanto entre ellos mismos, como para nosotros. Aunque esas diferencias que existe entre ellos, se dan también entre nossotros. Si utilizamos
el criterio econĂłmico, que para estas cosas es casi el Ășnico que seguimos, resulta
que las diferencias son iguales en todo el mundo. Ser ricos o ser pobres, ahĂ estĂĄ la
diferencia. ÂĄAy! si recordĂĄramos, con mĂĄs frecuencia, que nosotros fuimos extranjeros
inmigrantes. Claro que, como ahora somos turistas en el extranjeroâŠ
No obstante, detengĂĄmonos en los
extranjeros, ya sean turistas o inmigrantes. Lo mĂĄs significativo y notorio es
que unos nos traen dinero, y otros, problemas. Unos son recibidos por las altas
autoridades en los aeropuertos; y otros son acogidos, también por las
autoridades, cuando llegan en las pateras. Los que vienen con traje y corbata
negocian hasta el Ășltimo cĂ©ntimo. Pero los que vienen en chĂĄndal, si se
descuidan, aunque se les explote, ni se les contrata o mal paga.
Hay deportistas de color, a los
que se les aplaude en los estadios y se les pide autĂłgrafos, cuando se presenta
la ocasiĂłn. Hay hombres y mujeres de color, que estĂĄn en los semĂĄforos de
nuestras ciudades y, cuando nos aproximamos con el coche, cerramos las
ventanillas o levantamos los hombres, sino pisamos el acelerador. En fin, unos
extranjeros, nos parecen bien y les aplaudimos y otros, también extranjeros,
queremos que se vayan pronto.
Hasta que no nos quitemos las
âgafas del dineroâ seguiremos viendo las cosas como venimos diciendo. Pero lo
de las âgafasâ, no lo olvidemos, es un buen invento para ver mejor cuando se va
perdiendo la vista. Para eso las inventamos.
Claro que con unas buenas gafas, a los
extranjeros, los verĂamos como personas, como seres humanos, igual que nos
vemos nosotros. La dignidad de la persona, los derechos humanos afectan âpor igual-
a todos los que formamos la familia humana.
En el mundo globalizado, en el que estamos embarcados: los muros, las
barreras, las alambradas, las empalizadas, las fronteras, las clases sociales,
los intocables, los unos y los otros,⊠son conceptos que deberĂamos desaprender
y, en su lugar, aprender otros nuevos. Eso sĂ, quitarĂa del diccionario la
palabra extranjeros, y potenciarĂa, en su lugar, la expresiĂłn ciudadanos del
mundo. Esto se ajustarĂa mĂĄs a la realidad: todos vivimos en el planeta tierra.
Mientras tanto, en nuestros
barrios, en nuestras ciudades, en nuestros colegios, en los mercados, en las
plazas, en los estadios,⊠disfrutemos unos de otros, de las riquezas culturales
que tenemos, compartamos lo de cada cual y todo el mundo saldremos ganando. Lo
que es bueno y humaniza a unos - haciéndoles mås felices -, sin duda, es
bueno y humaniza a todos los demĂĄs.
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