BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 26 de agosto de 2018

¡QUÉ SUERTE TENER VACACIONES EN FAMILIA! AUNQUE DUREN POCO


Este año he tenido las vacaciones muy cortas, pero intensas. En mi caso las vacaciones consisten en estar unos días con la familia en el pueblo. Estar con la familia es un privilegio que no todo el mundo puede disfrutar. Una familia que esperamos las vacaciones para vernos y juntarnos unos días. Me imagino que a todas las familias les ocurre lo mismo. Al menos por lo que uno ve a su alrededor con las personas que se relaciona y vive.
Vengo experimentando, desde hace años, que los cortos días de vacaciones con las personas allegadas, incluyo a las amistades, son la ocasión para desconectar de la vida cotidiana con sus rutinas, sus responsabilidades y obligaciones, sus tareas y reconocimientos, así como los horarios y costumbres de todos los días.
El mero hecho de cambiar de ambiente, pasando unos días en el pueblo, yendo a la playa o de excursión por la montaña, facilita como una catarsis o 'sanación terapéutica' eso sí, sin fármacos ni sicoanálisis. No se trata de formatear el disco duro, pero sí de hacer una buena limpieza del mismo. Porque acabadas las vacaciones, ya se sabe…
Estoy convencido de que la familia es el mejor espacio natural para todos los beneficios que nos aportan las vacaciones.  En las circunstancias actuales que muchas familias andan separadas, sobre todo, por razones laborales y de estudios, se agradece la oportunidad que nos dan las vacaciones para pasar unos días juntos.
No es que todo sea de color de rosa, no. Suelen aparecer los fantasmas familiares que, cada vez más, se van quedando en anecdóticos. Por otro lado, la convivencia no siempre es fácil, en especial cuando hay niños pequeños; pero incluso todas esas cosas contribuyen al buen desarrollo de las vacaciones esperadas.La verdad es que viendo a los sobrinos con sus hijos, aunque sean vacaciones, no se baja la guaurdia, porque los hijos (que son niños) siempre precisan el estar pendientes de ellos y lo de educacar no entiende de vacaciones- ¡Qué mérito el de los padres y abuelos!
En general las vacaciones también son una vuelta a las propias raíces, son el bálsamo que necesitamos para ‘curar’ las secuelas que nos dejan las contrariedades y contratiempos que nos acarrea la vida cotidiana. No se trata de que la familia nos solucione los problemas que tenemos, pero sí los alivia y nos ayuda a verlos de otra forma.
La pena es que luego te das cuenta, como en la vida misma, que no todas las personas cuentan con una familia o amigos para que les ocurran todas estas cosas tan beneficiosas. Por no hablar de las familias rotas o desestructuradas, en las que casi mejor, que no dispongan de tiempo para verse, pues, se suelen acrecentar los problemas.
Pero volvamos al relato primero, es decir, la importancia de estar en la familia durante las vacaciones. El clima cordial y distendido que se crea favorece y fortalecen los lazos y vínculos entre los miembros. La familia es un ser vivo que necesita sus cuidados y atenciones para seguir aportando sus riquezas.  Y aunque nos vayan dejando los seres queridos, los nuevos que van llegando son la necesaria savia que la mantiene viva.
Aún más, en este contexto, la propia persona se encuentra más relajada para atenderse a sí misma, sin los agobios de la vida cotidiana y con un ambiente más propicio para ello. Desde la propia experiencia, el tiempo de vacaciones, me regala espacios y tiempos para el paseo, lecturas, reflexiones compartidas y la ocasión para confrontarte contigo mismo.
Y es que las vacaciones dan mucho de sí.

domingo, 19 de agosto de 2018

VIVO CON PERSONAS MIGRANTES (INMIGRANTES) Y NO SOY EL ÚNICO


En el siglo XXI, entre los pobres más pobres, están las personas migrantes. Llegan a un país extraño, huyendo de las guerras, dejando sus casas destruidas; otros dejan sus poblados y familias, porque no dan de sí para vivir con dignidad y, con la esperanza, de revertir con creces, el esfuerzo que han hecho para dejar su querido país.
Fue mi madre, como en otra ocasión he comentado, la que me enseñó a mirar y acercarme a los pobres. Ahora me mueven otras motivaciones que han ido completando aquellos primeros pasos. Aunque aún me queda echar mucha ‘carne’ al asador. No es fácil abandonar la vida cómoda, si bien, noto una tendencia hacia los asuntos, que generan tantas pobrezas e injusticias y que no me dejan indiferente.
El Homo sapiens, dicen los antropólogos, que surgió en África y, desde sus orígenes, ha estado moviéndose por todo el planeta. No sé de qué nos extrañamos. Está en nuestro ADN. Todos somos africanos. ¿Lo hemos olvidado? Por consiguiente, que ahora les ayudemos, debe de ser lo más natural. Al menos así lo entiendo yo. No dejan de ser de la familia. Quizás nos cueste compartir ‘la tarta’, aunque en ocasiones la tiremos a la basura, de lo harto que estamos. Tarta que hemos hecho con los ‘ingredientes’ de los recursos naturales de sus países. ¡Cuánto le debe la cultura occidental al continente africano!
“Fui extranjero y me acogisteis”. Me desconciertan los cristianos que llenan las redes sociales y las conversaciones en los chiringuitos de la playa, de prejuicios, rumores, comentarios racistas y otras zarandajas parecidas. Lo de cristianos es por seguir a Jesús de Nazaret (Jesucristo). Me pregunto: ¿En qué parte del Catecismo se quedaron? A poco que se avance, sabemos que tenemos un Dios, que es Padre y Madre, y que quiere a todos sus hijos e hijas con mucho cariño y misericordia. Ahí tenemos el ejemplo a seguir.
La vida religiosa, es una de las vocaciones que hay en la Iglesia. Mi condición de Hermano de la Salle, me sitúa en este grupo eclesial. En los diferentes documentos, eclesiales e institucionales, se nos insiste en acercarnos a las fronteras, estar en las periferias, dar respuestas que no se dan en la sociedad. Hablamos de la opción preferencial por los pobres. Sin embargo, en definir quiénes son los pobres nos perdemos, además de que - en ‘los cuarteles de invierno’- se vive muy bien. Aunque en honor de la verdad, son muchas las obras y compromisos que ya existen y, también, voluntad de unirse para seguir dando respuestas.
Total, que las personas que vivimos con los inmigrantes, por unas u otras motivaciones, tratamos de dar respuestas que pretenden “acoger, proteger, promover e  integrar", a las personas que nos vienen, a esta sociedad de abundancia y bien estar, en la que vivimos. Mi reconocimiento a tantas ONGs y Asociaciones, como a hombres y mujeres que dedican su tiempo y dinero a estos menesteres humanitarios para integranos todos en un mundo mejor.


domingo, 12 de agosto de 2018

UN FIN DE SEMANA EN EL HOSPITAL


La naturaleza humana está llena de contrastes. Estos días en la tele los deportistas y, en especial, los atletas nos asombran con sus proezas físicas y lo que el cuerpo es capaz de conseguir, todo ello, adornado con trofeos, Un buen entrenamiento hace posible tales hazañas.
Estoy viendo estas competiciones en una habitación del hospital. Mientras que la tele nos muestra la fortaleza y salud, rebosante, del mundo deportivo; en la cama, en cualquier cama del hospital, se hayan postradas numerosas personas con enfermedades de todo tipo. 
Es la paradoja humana: salud y enfermedad, fortaleza y abatimiento, alegría y dolor, placer y sufrimiento. Además, la enfermedad no distingue de clases sociales. Lo de ser inquilino en el hospital no tiene que ver con determinadas edades, igual te pasas por pediatría y ves con pena a los bebés, como por cardiología y ves a personas adultas, o bien,  jóvenes en traumatología. Es la vida misma.
Hay muchos silencios, muchas lágrimas, mucho sufrimiento acumulado en los rostros; te encuentras en los pasillos y ascensores a personas con las espaldas caídas, como derrotados. En una conversación escuché que tenía el corazón destrozado y hecho polvo. Parecería que la muerte está al acecho y se palpa su espectro.
Y, sin embargo, todas estas circunstancias, quedan en un segundo plano, cuando se ve la energía y vitalidad con la que trabaja todo el personal del hospital. Animan al enfermo y sus familiares, con sus palabras amables, su sonrisa en la cara. Este tono  hace mucho. Hay vida, mucha vida en las enfermeras y sus auxiliares, en los celadores y los médicos, en las limpiadoras y recepcionistas, hasta en el personal que trabaja en el bar, bueno y, en especial, en las personas que visitamos a los enfermos. Estas cosas casi hacen más que los propios medicamentos.
Hay como una lucha 'o guerra', no declarada, entre la vida y la muerte y aunque a veces la muerte, gana algunas batallas, es la vida la que triunfa al final. ¡Cuántas vidas sanadas gracias a los hospitales! Ya sé que es un trabajo, pero 'dichosos' los trabajadores que generan vida, miman y acarician a la vida, dan mucho ánimo ante tanto desasosiego, encaramado en los enfermos.

Sin duda tenemos suerte al tener hospitales en nuestras ciudades. Sabemos de otros países que no tienen ni ambulatorios o son muy precarios los edificios que albergan lo que llaman hospitales. 

domingo, 5 de agosto de 2018

LA PLAYA, 'SALA DE ESTAR' DE LA FAMILIA HUMANA



El verano tiene eso, que puedes ir a la playa. Si algo tenemos en este planeta son playas. Me imagino la playa como la gran 'sala de estar de nuestra casa'. Digamos que, la familia humana, habita en una gran casa: la tierra, y tiene un gran salón, en el que la familia se reúne para charlar, divertirse, verse, jugar, hablar,... en fin, de todo un poco. Como en tantas cosas, nuestra madre tierra, sabía lo que hacía para que sus hijos disfrutaran y gozaran, de buenos espacios, para su ocio y tiempo libre.
La semana pasada estuve en la playa. La verdad, a mí mucho calor me molesta, además, soy de secano. Pero me gusta pisar la arena y meterme en el agua, sobre todo, cuando hay oleaje. Y lo había. Disfruto creyendo que lucho contra las olas. Siempre salgo perdiendo. Pero lo paso muy bien. Después me seco al sol y, a leer un poco. La lectura también tiene su buen ambiente en la playa. Todo eso no quita que observe lo que hay a mi alrededor. Es otro de los ingredientes playeros.
En el 'gran salón' de la casa, que hablábamos antes, se dan cita -por derecho propio- todos 'sus inquilinos'. ¡Están en su casa! Y, la verdad, en sus rostros se ven sonrisas, distensión, serenidad, relajación. Se ve que están a gusto. Sus conversaciones tienen un tono amable. Alguna vez se oye un grito, porque los retoños se alejan más de la cuenta. Pero es un grito cariñoso. El ambiente es agradable. La gente va a lo que va.
Cuando uno llega a la playa, a cualquier playa, aquello parece un caos. Un auténtico caos. Hay gente por todos los sitios: niños jugando en la arena; sombrillas de todos los colores; personas mayores paseando o sentadas; las gaviotas esperando que se vaya la gente para aprovechar las sobras... Sin embargo, tal caos es la primera impresión. Uno mira más de cerca, y está todo controlado. De caos nada. Desde el bebé que está en el carrito, pasando por los adolescentes que se divierten en el agua y, continuando, por tantos hombres y mujeres que pasean por la playa; cada cual sabe con quién está y porqué ha ido a la playa.
Por consiguiente, digamos que es un caos controlado. Podemos hablar hasta de armonía. No hay muchas estridencias. La luz, el colorido, las cometas en el aire, los surfistas con sus tablas, los altavoces con sus consignas y músicas, las duchas para quitarte el salitre, los chiringuitos de madera vista, los pregoneros de los carritos de helados, o jóvenes (casi siempre africanos) que se ganan la vida vendiendo pulseras, gafas, un sin fin de cosas y baratijas. Todo un mundo en movimiento, en las mil direcciones, que da de sí el espacio arenoso que nos convocó. 
Estar en la playa es entretenido. Uno se baña, toma el sol pero sin querer se entera de la vida de los demás. Podemos decir que se manifiesta la vida en todos sus registros. Da gusto ver la ternura de los padres para con los hijos; a los enamorados intimando, en lo que de margen da un sitio tan 'poblado'. Los abuelos acercando al agua a los nietos, que a veces no se quieren soltar de la mano, porque el oleaje parece un poco atrevido, bastantes niños haciendo castillos, que el agua se encarga de derribarlos, las torres de los 'vigilantes de la playa' con sus banderas de colores,...
En fin, grupos de personas aquí y allá jugando a las cartas, o poniendo la mesa para comer o merendar junto al agua; pues eso, la playa facilita todas estas cosas con jovialidad, buena convivencia y alegría por doquier. Claro que también tiene sus inconvenientes, pero la vida cotidiana nos tiene abrumados, como para traerlos a una tarde tranquila, con una brisa del mar tan agradable, y que te deja nuevo.
Para qué seguir, merece la pena ir a la playa.