No es fácil hablar de uno mismo. Sin embargo nos
faltan palabras para hablar de los demás. A menudo puede ocurrir que lo que
vemos en los demás, resulta, que es el reflejo, mejor, el espejo en el que se refleja
nuestra propia realidad. Al final somos muy parecidos, eso sí, con pequeñas
variaciones. Es lo que tiene pertenecer al colectivo de los seres humanos.
He tenido épocas en mi vida, que buscaba obsesivamente la perfección. Yo lo pasaba mal, porque no la alcanzaba, y los demás sufrían las consecuencias por mi rigidez y exigencias. Pero eso ya pasó y no es plan de regodearse en el pasado. Bueno, siempre quedan algunos flecos por recortar. Es ley de vida, por lo que me dice la experiencia.
Otras cosas son los 'clichés' que te hacen los que te rodean: te siguen viendo igual, para ellos no cambiamos, pero claro, lo mismo me ocurre a mí con relación a ellos. Este es un círculo que se va rompiendo en la medida que nosotros vamos cambiando y aceptamos, por consiguiente, que los demás también cambian. No obstante la experiencia me dice que eso de cambiar-se, algunas personas, se lo toman más en serio que otras.
Todo este asunto tiene que ver con el llamado crecimiento personal. Aunque a decir de verdad, no siempre estamos convencidos de dicho crecimiento. Echando una mirada a mi propia historia, tengo etapas en la vida en las que no siempre he estado por la labor. Influencias internas (que nacen de mi interior) e influencias externas (que me vienen de los demás), contribuyen a la paralización, a la pereza existencial, a seguir como estoy; en fin, me digo a mí mismo, para qué complicarse la existencia.
A veces, suele coincidir, que cuanto más exijo a los demás, menos me exijo a mí mismo. Y cuanto más me exijo a mí mismo, más compresivo soy con los demás, porque experimento lo que cuesta dicha exigencia y entiendo que cada cual tiene sus procesos.
¡Qué poco nos ayudamos a crecer unos a otros! ¡Cuánta felicidad desperdiciamos! Tal vez evitamos decir las cosas a los demás, porque no estamos ni preparados ni dispuestos a que los demás nos cuenten la versión que tienen de nosotros mismos. ¡Qué lástima!
En el lenguaje cristiano hablamos de corrección fraterna. Es la oportunidad que nos damos para decirnos las cosas buenas que nos vemos y nos alientan y, también, para comunicarnos aquellas cosas que debemos mejorar, porque sabemos que mejorándolas nos harán felices a todos.
Mi experiencia me dice que no hay mucha confianza para decirnos las cosas. Hablar de fútbol es fácil, discrepar de la política está en el ‘guion’, pero adentrarnos en interioridades... es 'top secret'. Además, como dice el refrán, "que cada palo aguante su vela". ¡Quién te manda meterte en mi vida!
Claro que la perfección es imposible, pero saber convivir, aceptar, asumir "las imperfecciones" es un arte. Y, mejor todavía, disponerse a superar todo aquello que dificulta mi camino -sabiendo que totalmente no lo voy a superar - es el arte en plenitud. Esto se llama aceptar la realidad y asumirla.
Cada vez entiendo mejor lo de "Amar a los demás como a uno mismo" Creo que dejarse llevar por los acontecimientos, o tirar la toalla o vivir 'perezosamente' no es el camino más oportuno. Más bien afrontar y confrontar la propia vida es el camino más seguro, aunque sea más difícil, para caminar al lado de los demás disfrutando – mutuamente - de la vida.
Por cierto este verano, durante las vacaciones, aunque un poco atípicas, además de divertirse, pasarlo bien, disfrutar de la familia o ir a la playa... dedicarse un poquito de tiempo para estos menesteres no vendría mal, mejor, no me vendría mal.
He tenido épocas en mi vida, que buscaba obsesivamente la perfección. Yo lo pasaba mal, porque no la alcanzaba, y los demás sufrían las consecuencias por mi rigidez y exigencias. Pero eso ya pasó y no es plan de regodearse en el pasado. Bueno, siempre quedan algunos flecos por recortar. Es ley de vida, por lo que me dice la experiencia.
Otras cosas son los 'clichés' que te hacen los que te rodean: te siguen viendo igual, para ellos no cambiamos, pero claro, lo mismo me ocurre a mí con relación a ellos. Este es un círculo que se va rompiendo en la medida que nosotros vamos cambiando y aceptamos, por consiguiente, que los demás también cambian. No obstante la experiencia me dice que eso de cambiar-se, algunas personas, se lo toman más en serio que otras.
Todo este asunto tiene que ver con el llamado crecimiento personal. Aunque a decir de verdad, no siempre estamos convencidos de dicho crecimiento. Echando una mirada a mi propia historia, tengo etapas en la vida en las que no siempre he estado por la labor. Influencias internas (que nacen de mi interior) e influencias externas (que me vienen de los demás), contribuyen a la paralización, a la pereza existencial, a seguir como estoy; en fin, me digo a mí mismo, para qué complicarse la existencia.
A veces, suele coincidir, que cuanto más exijo a los demás, menos me exijo a mí mismo. Y cuanto más me exijo a mí mismo, más compresivo soy con los demás, porque experimento lo que cuesta dicha exigencia y entiendo que cada cual tiene sus procesos.
¡Qué poco nos ayudamos a crecer unos a otros! ¡Cuánta felicidad desperdiciamos! Tal vez evitamos decir las cosas a los demás, porque no estamos ni preparados ni dispuestos a que los demás nos cuenten la versión que tienen de nosotros mismos. ¡Qué lástima!
En el lenguaje cristiano hablamos de corrección fraterna. Es la oportunidad que nos damos para decirnos las cosas buenas que nos vemos y nos alientan y, también, para comunicarnos aquellas cosas que debemos mejorar, porque sabemos que mejorándolas nos harán felices a todos.
Mi experiencia me dice que no hay mucha confianza para decirnos las cosas. Hablar de fútbol es fácil, discrepar de la política está en el ‘guion’, pero adentrarnos en interioridades... es 'top secret'. Además, como dice el refrán, "que cada palo aguante su vela". ¡Quién te manda meterte en mi vida!
Claro que la perfección es imposible, pero saber convivir, aceptar, asumir "las imperfecciones" es un arte. Y, mejor todavía, disponerse a superar todo aquello que dificulta mi camino -sabiendo que totalmente no lo voy a superar - es el arte en plenitud. Esto se llama aceptar la realidad y asumirla.
Cada vez entiendo mejor lo de "Amar a los demás como a uno mismo" Creo que dejarse llevar por los acontecimientos, o tirar la toalla o vivir 'perezosamente' no es el camino más oportuno. Más bien afrontar y confrontar la propia vida es el camino más seguro, aunque sea más difícil, para caminar al lado de los demás disfrutando – mutuamente - de la vida.
Por cierto este verano, durante las vacaciones, aunque un poco atípicas, además de divertirse, pasarlo bien, disfrutar de la familia o ir a la playa... dedicarse un poquito de tiempo para estos menesteres no vendría mal, mejor, no me vendría mal.
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