Me
tengo que remontar a los años 70,
del siglo pasado, para seguir constatando que todo empieza por uno mismo. Lo vengo observando, en la propia vida, que cada persona tiene
los recursos para llegar a ser él mismo. Y los que tiene que gestionar adecuadamente.
Pero como no vivimos solos, nuestra relación con los demás, va a tener sus
frutos, en la medida que todo aquello que quiero hacer con los demás, antes lo
he tenido que vivir y experimentar en mí mismo.
La clave, de lo que quiero decir,
reside, en que todo
pasa por uno mismo, antes de llegar a los demás. En la propia
persona generamos lo que somos y nos constituimos, así, en referencia de lo que
somos y hacemos con las personas que nos rodean. Claro está, todo ello
exige un esfuerzo que pide nuestro propio crecimiento personal. Porque en la
medida que viva lo que soy estaré ayudando a los demás a que vivan lo que son
ellos.
Todo
esto lo concreto en estas realidades, utilizando la expresión 'EN LA
MEDIDA QUE':
En
la medida que me acepte, aceptaré a los demás.
En
la medida que me comprenda, comprenderé a los demás.
En
la medida que me busque a mí mismo, buscaré a los demás.
En
la medida que me encuentre, encontraré a los demás.
En
la medida que asuma mi vida, asumiré la vida de los demás.
En
la medida que me perdone, perdonaré a los demás.
En
la medida que sea alegre, seré alegre con los demás.
En
la medida que me ayude, ayudaré a los demás.
En
la medida que me preocupe por mí, me preocuparé por los demás.
En
la medida que me esfuerce, me esforzaré por los demás.
En
la medida que acepte mis crisis, aceptaré las crisis de los demás.
En
la medida que me valore, valoraré a los demás.
En
la medida que sea optimista en mi vida, seré optimista con los demás
En
la medida que sea solidario, favoreceré la solidaridad en los demás.
Claro
que en la medida que no me quiera a mí mismo, no querré a los demás.
En
la medida que no me acepte, no aceptaré a los demás.
En
la medida que no perdone mis errores, no perdonaré los errores de los demás.
En
la medida que no asuma mis frustraciones, incoherencias, no aceptaré que los
demás también tienen sus frustraciones e incoherencias.
Y así podríamos seguir, pero, que cada
cual ponga su listado.
Por consiguiente,
la clave de todo está, en que la
medida que utilice para mí -y lo planteo en
positivo-, será la medida que
utilizaré para los demás.
Dicho de otra forma no podré hacer nada a los demás, si antes no lo he
vivido y experimentado en mi propia persona.
Ya sé que exagero,
pero la vida me viene diciendo que damos de lo que tenemos y somos, que es lo
único que poseemos y disponemos.
Como dice el evangelio, “por sus frutos los conoceréis”.
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