Que el mundo está de aquella manera ya lo sabemos. Por suerte, todo está presente en el mismo mundo que vivimos tantos millones de personas. En una mirada negativa vemos guerras, hambre, paro, enfermedades, injusticias, desahuciados, trata, discriminaciones, racismo, pobreza, migraciones, drogas,… (y, además, hacen mucho ruido). A ver quién le pone remedio a todo esto. Aunque no seamos pesimistas también hay una mirada positiva pues vemos bondad, alegría, servicio, amor, solidaridad, compromiso, paz, diálogo (aunque es más silenciosa).
En el 'mercado' del espacio público, me admira, la pluralidad de proyectos que hay para organizarse uno en la vida. Pluralidad es riqueza. Uniformidad es pobreza. Hoy me quiero detener en uno de los proyectos, en el cual me sitúo y que no tengo reparo en manifestarlo: Creo en Jesús de Nazaret y apuesto por la oferta Cristiana.
Sin la menor duda, para alcanzar esta utopía hay muchas alternativas, la historia nos da fe de ellas. Me quiero detener en la oferta cristiana, es la que más conozco. Pienso que no es ni la mejor ni la peor, es una alternativa -plenamente humana- que enraizada en el Dios de Jesús, nos ofrece el camino para construir la familia humana con lazos y vínculos, que nos hacen vivir como hermanos y hermanas, con plena libertad, justicia, amor y paz.
Desde sus orígenes el cristianismo se basa en la creación de comunidades, reflejo de la gran comunidad que llamamos Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia. Muchos hombres y mujeres han escogido este camino. Y como hombres y mujeres: con sus aciertos y fallos, con sus valores y limitaciones, con sus alegrías y penas, con sus problemas e iniciativas,… se han esforzado por vivir la fraternidad humana, cuya plenitud de la misma, llegará en la otra vida.
Estas comunidades tienen algunos rasgos comunes que las definen. Son retos y metas que toda comunidad cristiana tiene y que se esfuerza por conseguirlos. Se pueden formular de esta manera:
1.
Mirad como se aman: La unión, las buenas relaciones, la comunión, el
compartir, el perdón y quererse como hermanos, lo expresan muy bien. En el
mundo que vivimos de divisiones y egoísmos crear espacios de convivencia y
fraternidad son un acierto y referencia para los demás. Y si damos el ejemplo
del amor a los enemigos, ya ni te cuento.
2. Id y enseñad:
Explicar el mensaje cristiano del Reino de Dios, las razones que nos mueven a
vivir, (razones de nuestra esperanza) el sentido que le damos a esta vida, a la
historia de la humanidad está en la misión que tenemos como seguidores de
Jesús. Esta es otra tarea de la comunidad cristiana, sobre todo en este mundo,
que a veces parece que ha perdido el rumbo.
3. Los pobres los
primeros: La credibilidad de la comunidad se la juega en
la apuesta y ayuda a los pobres y los marginados. Se tiene que ver que estamos
al lado y con los excluidos, por ejemplo los migrantes. Fue el mismo Jesús el
que nos marcó el camino con su ejemplo de servicio y entrega al prójimo. Precisamente
las iniciativas sociales del cristianismo tienen su origen en el estilo de vida
de Jesús. Al fin y al cabo los pobres son nuestros hermanos. El camino de la comunidad
cristiana es el camino de los pobres.
4. La celebración de
la fe: Celebrar la vida, juntarnos como hermanos, festejar la fe que nos
une, alimentarla con el Pan de vida; reflexionar y meditar la Palabra del Dios
en el que creemos, es la expresión de que la familia humana es la mejor apuesta
que tenemos.
En esto consiste
la oferta cristiana: ser testigos de las Bienaventuranzas, ser iconos del
Mandamiento del amor y ser felices haciendo felices a los demás, especialmente
a nuestros hermanos y hermanas más pobres. Todo un reto y compromiso para
dichas comunidades.
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