Cuando se ahonda en las relaciones humanas, aparecen muchas cosas interesantes. Unas agradables y otras despreciables. La hipocresía es una de estas últimas. Nos dice el diccionario de la Real Academia que la hipocresía: "Es el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan". Me temo que todas las personas participamos, con más o menos grado e intensidad, de lo que dice esta definición.
Me decía el otro día una persona, que en su empresa, hay compañeros que trabajan según esté o no esté el jefe. Creo que esto es bastante común en cualquiera de las entendidas sociales. Es más, incluso dentro de la familia se da la hipocresía. Lo cual es más lamentable.
A veces decimos con mucha solemnidad, que nos da lo mismo lo que piensen los demás; pero creo que en el fondo, todo el mundo está muy pendiente de la 'imagen' que tenemos ante los que nos rodean y, si hay que fingir, pues se finge.
Resulta difícil ser coherente. Y sino que nos lo digan los políticos. La de cosas que nos dicen todos los días, tan bonitas, tan interesantes para el bien común,… y luego nos vamos enterando de la corrupción, de los chanchullos que se traen entre manos, de los sobornos, en fin para que hablar.
Hay personas que te dicen una cosa cuando estás con él, y no te digo nada de lo que comentan cuando están con otras personas. Parece un ‘deporte nacional’ rajar de los demás cuando no están presentes.
No obstante, decidme si no están
presentes, tanto en
nosotros como en las personas que nos rodean la falsedad, el fingimiento, la doblez,
el fariseísmo, el disimulo,… nadie se escapa de estas actitudes, sin embargo,
aunque todos somos conscientes del hecho, lo que ya no sé, es si nos hemos
parado a reflexionar sobre estas cosas y pasar a superarlas.
Ser mujeres y hombres auténticos no
es fácil. Ir con la verdad por delante, ser
claro en lo que se dice y hace, esforzarse por tener una actitud –siempre-
sincera en nuestras relaciones,... la verdad, sería lo ideal, pero tiene ‘su
precio’ y no estamos por la labor de pagarlo.
Creo que la familia, la escuela,… no son ajenas a todas estas cosas,
tanto en un sentido como en otro. Los niños, que están configurando su
personalidad, están creciendo y desarrollándose, con modelos que influirán, para
bien o para mal, en el arte de la hipocresía o en el arte de la autenticidad.
Y cuando nos hacemos mayores, ya no dependemos de los demás y, por
consiguiente, no tenemos la excusa de culpabilizar a los otros de lo que somos,
hacemos o dejamos de hacer. En el ejercicio de la libertad podemos, aunque con
dificultades, buscar la autenticidad, ser sinceros en nuestras relaciones y
apostar por la verdad, aunque esto tenga sus consecuencias. Igual la hipocresía
iría disminuyendo en nuestro alrededor.
Cuánta razón llevas Juan, como tantas otras veces. La hipocresía es inherente al ser humano, y creo que lo es porque le permite no manifestarse, no enfrentarse, quedar bien con unos y con otros a la vez... Pero en fin, y siguiendo tu optimismo habitual, debemos pensar que enfrente de la hipocresía siempre estará la conciencia. Por cierto, enhorabuena por estos cuatro años de blog y por ese círculo que ya ha echado a andar. ¡No pares! Un abrazo.
ResponderEliminarDiego.
Con comentarios así, que no te quepa la menor duda de que voy a seguir. Gracias Diego.
Eliminar