Sí, hay niños y niñas a los que debemos proteger. Lo
bonito sería que estuvieran en sus casas, con su madre y con su padre. Pero,
hoy por hoy, no es posible. Por desgracia. ¡Qué fácil es tener hijos! Si en
Andalucía hay unos 2.500 menores, en situación de protección, háganse cargo de
los que tenemos en toda España. ¡Cuánta carga de sufrimiento acarrean estos
niños y niñas!
Conviene, de vez en
cuando, recordar estas cosas. Aunque sea para seguir concienciándonos de lo
mal que lo pasan estos chicos y, también, como llamada de atención para los que
formáis una familia.
En una conversación
decía un niño: “Este verano quiero ir con mi auténtica familia de
vacaciones”. A saber porqué lo decía. Lo asombroso es que ya distingue entre
las familias que son o no son auténticas. Aunque habría que ver que significan
para él esas expresiones.
Estos niños y niñas,
están muy dañados. Lo han pasado muy mal, incluso cuando eran bebés.
Sabemos de abusos, maltratos, negligencias, abandonos, encerrados en cuevas,…
todo esto, como comprenderán, sin entrar en más detalles.
Es verdad que nos
vienen niños extranjeros y que les acogemos en nuestros centros, no creo
que nadie ponga objeciones a esto, sería un acto de inhumanidad rechazarles.
¡Ay si nosotros hubiéramos estado en su lugar! Pero este es otro asunto de más
envergadura. Ahora lo que importa es que están
en nuestros centros de protección y les tenemos que atender, en igualdad de
condiciones, como a los nacidos en nuestros pueblos y ciudades.
La naturaleza humana
se manifiesta, con toda crudeza y realismo, en estos menores. Son la viva imagen del contexto en el que
nacieron. Familias rotas, desestructuradas. ¡Ah! Ya procuro no decir de
familias pobres. Porque estos chavales están así no por ser pobres, que
bastantes también lo son, sino porque su familia, también entre las acomodadas,
no les dan la protección adecuada y por ello, el juez de menores, tiene que
intervenir.
A estas alturas, sería
el colmo pensar, que lo del traje y
la corbata tiene que ver con la gente buena, y los sucios y desarrapados
con la gente mala. La vida nos viene diciendo que esto no es totalmente así.
¡Cuánto sinvergüenza anda suelto! Y, sin duda, sus hijos sufren las
consecuencias. Aunque no estén en el sistema de protección.
Son las reflexiones
que te brotan, espontáneamente, cuando estas conviviendo con estos
chavales. Esto dicho. Tengo que decir que los niños son niños en todas las
partes. Estén en su casa o en un hogar de protección. Les gusta jugar,
pelearse, montar en bici, entretenerse con la wii,… y tantas otras historias
que se montan los niños de cualquier familia.
Estos días me ha
llamado la atención, la formalidad y responsabilidad que van teniendo estos
menores. Les vi fregando y haciendo las tareas de la casa que les corresponde.
Se levantan y, antes de irse al colegio, han hecho la cama y lavado los
dientes. A todos los niños les cuestan
las normas, pero poco a poco las cosas van ’calando’ en el trasiego de la vida cotidiana.
.Los centros de protección de menores, verdaderos hogares, ya no son lo que eran. Del
asistencialismo están pasando a verdaderos centros educativos, de promoción y
dignificación de la persona. Son espacios de convivencia, de cercanía, de
compañerismo. Nada se hace que no esté planificado y programado. Y, sobretodo,
la pedagogía del afecto es el motor del centro. Bonito finde.
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