En el ambiente se palpan las ganas y deseos de que, el nuevo año, nos traiga lo mejor para todos. Ya sabemos cómo están las cosas. Hemos constatado lo que funciona bien y lo que marcha mal. De forma que empezando por uno mismo, siguiendo por la familia y continuando con el mundo que nos rodea, sabríamos decir todo lo que nos humaniza y hace felices y, también, todo lo que aún es mejorable en esta vida.
Este año, 2014, a mí me suena bien. Y como todos los años, con él, nos vienen nuevas oportunidades y buenos propósitos. En estos días, las entrevistas de los medios de comunicación social, giran en torno a la pregunta: ¿qué deseas para este año? De una forma u otra las respuestas se parecen. En el fondo, se repiten dos ideas que algunas personas las logran formular con mucha claridad. Yo estoy de acuerdo con ellas. Veamos.
En primer lugar, nos duele que el mundo esté cada vez peor. Se ve que somos conscientes de lo mal que lo pasa mucha gente, de las dificultades que hay en otros países, y sus problemas, nos tocan el corazón y la conciencia. Por eso surgen las ayudas que, de una u otra forma, pretenden aliviar las vidas de los más desfavorecidos. Aunque algunos no se quedan aquí y dan el salto a la denuncia del sistema que ha generado este mundo tan injusto, tan dividido y tan inhumano. Hasta ven la necesidad de salir a la calle para decirlo, o bien, utilizar las redes sociales.
En segundo lugar, la respuesta se centra en uno mismo. Se viene a desear que se mejore la propia calidad de vida, y que le vayan a uno bien las cosas. Pero hay gente que profundiza un poquito más y añade, que para este año, tendría que dedicarse más tiempo. Señalan la necesidad de reflexionar sobre uno mismo, de hacer una autocrítica de su vida, es muy fácil ver la maldad de los demás. Ya se sabe que no vivimos solos, pero es importante tener espacios personales para pensar y meditar sobre el propio crecimiento personal, aunque eso suponga corregir y cambiar conductas, que para nada son edificantes.
Tenemos la oportunidad de demostrar lo que valemos. Y este año es una buena ocasión para manifestarlo. No somos ilusos, sabemos donde vivimos, en la situación de crisis en la que nos encontramos. A todos, de alguna forma, nos afecta esta realidad, de ahí que nos demos la posibilidad de sacar lo mejor que tenemos y lo activemos para el bien de uno mismo y para el de los demás.
Si queremos cambiar el mundo empecemos por nosotros mismos. No olvidemos que nosotros formamos parte del mundo que consideramos tan mal, tan injusto, tan egoísta, tan violento, tan vengativo, tan mentiroso, tan explotador,… No somos ajenos, con nuestras vidas y con nuestras conductas, a la deshumanización y maldad de la que tanto hablamos.
A lo mejor si me comprometo a cambiar aquello que chirria en mi vida y que molesta o perjudica a los demás, empieza a cambiar –un poquito- el mundo. No se notará mucho, pero menos es nada. Y si nos pusiéramos de acuerdo unos cuantos, a lo mejor iríamos creando un tejido social en el que se fuera viendo que otro mundo es posible.
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