Se nos
llena la boca cuando hablamos de la familia, de nuestra familia. En los medios
aparecen las situaciones de muchas familias y no siempre son ejemplares. Es
sorprendente, cuando se hacen encuestas, que todas coinciden en valorar a la
familia como la mejor institución social. Ni la política, ni la religión, ni la
economía, ni los sindicatos, ni la escuela, tienen tan buena apreciación.
Ya
hemos dicho, en muchas ocasiones, que la familia es fundamental. Que es la base
de la sociedad, por lo que debemos mimarla. Una solida familia favorece el
bienestar de todos sus miembros y contribuye a mejorar su entorno social. Es
modelo para otras familias. Estoy seguro de que todos tenemos ejemplos.
Hoy el
núcleo familiar es muy variado. Ya no tenemos un único modelo. Bueno, en
realidad nunca ha existido un único modelo. Las diferentes culturas, las
distintas religiones han tenido su manera de explicar, definir, y entender a la
familia. Incluso en el mundo occidental se ha querido universalizar un tipo de
familia, la limitada a los padres y los hijos. Últimamente en notoria crisis.
Estemos
o no de acuerdo, la sociedad - cada vez más globalizada - está abierta a
diversificar la manera de explicar el concepto de familia. Las legislaciones de
los países del mundo son muy variadas. Tenemos
el caso de que una pareja homosexual puede adoptar hijos y se considera una
familia. También una madre soltera se constituye como familia, de igual manera
que una viuda o viudo, con hijos, se siguen considerando una familia. Y no
hablamos de la poligamia o del clan familiar.
En cualquiera
de los casos todos se definen como familia y tratan de vivir el sentido de
familia. Ahora bien, no todas las familias se preocupan de sus miembros con la
misma intensidad que la defienden. En muchas familias los adultos no funcionan
y tiene su repercusión y consecuencias en la prole. La infancia queda muy
marcada cuando aparecen las separaciones, los divorcios, las rupturas
familiares. Los platos rotos los pagan los hijos e hijas.
Hay un
sentir generalizado de que en el buen funcionamiento de las familias nos ’jugamos’
mucho. Pero nos quedamos en el mero sentimiento. Tal vez la situación de crisis
que vivimos, aunque es una excusa endeble; tal vez tantas ocupaciones y
obligaciones ‘extrafamiliares’ en muchos casos necesarias e imprescindibles,
como el trabajo; tal vez porque los progenitores no tienen los recursos y
herramientas adecuados,… el caso es que muchas familias ‘no están a la altura'
de lo que dicen ser.
También
añado a la reflexión, la dimensión trascendente o religiosa, que está presente
en numerosas familias. Cada tradición o confesión religiosa, tiene sus pautas y
orientaciones al respecto, por consiguiente, hablan de la familia a la luz de sus creencias.
Pero si me atengo a lo que observo en el cristianismo, lo de la familia cristiana, muy bien definida
y valorada en los documentos, sin embargo, en la realidad deja mucho que
desear. Para empezar muchas familias cristianas, tal vez, no sabrían explicar
su identidad.
En
fin, para unos y para otros, me atrevería a indicar unos mínimos, que los
máximos ya los pone cada cual. Me agradaría ver en una familia que se favorece
el crecimiento de las personas, que se busca el bienestar de sus miembros y que
están muy presentes en el espacio familiar, valores como el amor, el diálogo, el
perdón, la convivencia, estar juntos, la buena educación,…
Además
de valorar bien a la familia, creo que se deben poner los medios para no descuidarla.
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