"Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros" (Declarción de los Derechos Humanos, Artículo 1º)
Las mujeres son la mitad de la humanidad y, lo que acabamos de leer, es también para ellas. Bueno, los papeles, ya sabemos que lo aguantan todo. El día 8 de marzo, celebramos el "Día Internacional de la mujer". Ya el año pasado hablábamos de estos asuntos. Por consiguiente, ahora viene la pregunta de rigor: ¿Ha mejorado, la situación de la mujer, a lo largo de este año pasado? Como no tenemos datos objetivos las respuestas pueden ir desde: Tal vez si,... quizás no,... a lo mejor... Bueno, yo espero que sí; creo en el progreso, en la evolución. Aunque me temo que de un año a otro, los cambios, no se aprecien tanto.
Ahora bien, no olvidemos el dato a destacar: las mujeres son la mitad de la humanidad. No son un grupo marginal, minoritario. Un grupo reducido, al que debemos atender en sus necesidades, movidos por la compasión. Es la práctica habitual, por ejemplo, cuando nos referimos a los inmigrantes, a los sin techo. Pero no es el caso de la mujer. La ONU, asignaba, simbólicamente, a Danica, como la niña filipina, que el 31 de octubre pasado, completó los 7.000 mil millones de habitantes. Podemos afirmar que, aproximadamente, 3.500 millones, en la actualidad, son mujeres. Este es el dato.
Me alegraré cuando me entere de que, el día 8 de marzo, es un día más del mes, sin apellidos. Para entonces, ya no necesitaremos un día especial para recordar la desigualdad entre hombres y mujeres. Mientras tanto no nos podemos callar. No podemos pasar, 'como de puntillas', por un día que nos sigue golpeando a la conciencia. La mujer, mejor, muchas mujeres, millones de mujeres, son tratadas en el siglo que vivimos, como si no fueran personas. Y esto que afirmo, les pasa a las mujeres desde su nacimiento. (Por supuesto, que no todas las mujeres están en estas circustancias, gracias a Dios).
Y es que, los seres humanos, ya nos hemos acostumbrado a leer, escuchar y ver noticias relacionadas con la explotación, mutilación, violación, compraventa, maltrato, esclavitud, discriminación, asesinato,... de bebés, de niñas, de adolescentes, de jóvenes, de mujeres, de ancianas, por el solo hecho de haber nacido mujer. ¡Ya está bien! ¿No?
Para explicar (no digo justificar) toda esta degradación humana, hacia la mujer; podemos analizar muchas causas de origen histórico, social, e incluso económico. No obstante, hoy, me voy a detener en una de las raíces, que también ha contribuido a esta lamentable situación: La Religión.
Las religiones, basta echar un vistazo, tanto a sus escritos como a sus prácticas, defienden que Dios ha creado, al ser humano, o sea, al hombre y a la mujer iguales. Y, sin embargo, en los mismos escritos y prácticas religiosas, las mujeres y los hombres, no viven ni participan de la misma igualdad. No me voy a centrar en todas las religiones. Que cada cual haga sus reflexiones. En este caso, el cristianismo, al que pertenezco, me sirve de ejemplo. Las mujeres, en la Iglesia Católica, ¿Por qué no ejercen el ministerio sacerdotal? ¿Por qué no están en la estructura jerárquica? No por estar, sino para servir mejor a la comunidad, para aportar su ser, su impronta, su visión. Tal vez tendríamos otra sensibilidad, si estuviera la mujer. El hecho es, que la mujer en la Iglesia, tiene un papel muy secundario. Sí, ya sabemos que limpian la iglesia, que dan catequesis, que la mayoría de las personas que van a misa son mujeres... Sin embargo, aún seguimos, en el siglo XXI, discriminando, apartando, no considerando el ser y el estar de la mujer en la Iglesia.
El día que presida la celebración eucarística, de la comunidad cristiana, una mujer, ese día, empezaremos a hablar -de hecho- de la igualdad entre los hombres y las mujeres, dentro de la Iglesia. Es más, ese día cambiarían muchas actitudes, hacia la mujer, al menos dentro del cristianismo. Y tal vez, tuviera sus consecuencias, positivas, en la misma sociedad. Sería, una más, de nuestras contribuciones a la plenitud de la humanidad.
Mientras tanto, cada 8 de marzo, también por motivos religiosos, sigamos recordando el Día Internacional de la Mujer.
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