Los problemas son de los otros, y
que se apañen. La crisis, el paro, las guerras, las injusticias, el desalojo de
la casa, si no nos afectan, como que nos quedan muy lejos. Les confieso que el lema, de Manos Unidas: “Tu indiferencia te hace cómplice”(1994), aún lo llevo en la cartera. En
nuestras conversaciones, hay muchas frases, en uno y otro sentido. Recordemos lo que dijo Pilatos: “Yo me lavo las
manos”. Nos cuenta la historia que
terminó ‘pagando los platos rotos’. En un tono más egoísta, nuestro refranero
nos dice aquello de: “Que cada palo aguante su vela”. Aunque es más positivo, al respecto, lo de:
“Hoy por mí mañana por ti”.
Por todo esto, llevo muchos años
preguntándome si el ser humano está ‘programado’ para estar centrado – solo -
en su vida, en sus cosas, o ‘lo de su vida’, abarca y concierne la vida de los demás. De
inmediato decimos que el hombre es un ser social. Que no puede vivir solo. Y
que nos necesitamos. Claro que todo esto lo aplicamos a nuestros familiares,
amigos, conocidos; más allá, de estos círculos, ya no lo tenemos tan claro. Veamos.
Es evidente, que nos
beneficiamos de la sociedad. Aunque ciertos beneficios tienen una procedencia más
que sospechosa. Pongamos algunos ejemplos: utilizamos el petróleo para nuestros
coches, eso sí de países en conflicto; compramos zapatillas deportivas o ropa de
marca, aunque hayamos mal pagado -a los niños explotados- que las hicieron. Nos
alimentamos en exceso, tirando la comida, aunque en otro lugar, se estén
muriendo de hambre o hayamos pagado una miseria por su producción. Tenemos
buenos muebles y papel para todo, pero no queremos ver que proceden de
esquilmar la Amazonía. Ya no podemos vivir sin el móvil, pero el Coltan -un
mineral imprescindible-, lo extraen de zonas que están en guerra. Messi y
Cristiano tienen contratos supermillonarios, pero eso no quita que disfrutemos
del futbol. Cuánto derrochamos todos los días, aunque millones de personas estén
pasando necesidad. Pero claro ¡ése es su problema! ¿Ése es su problema?
Cuando hablas de estos asuntos,
sobretodo, de quién tiene que dar las soluciones, algunas personas tienen
respuestas rápidas y, de las de echar balones fuera. Dicen que es el gobierno y
los políticos; otros señalan a los ricos capitalistas o neoliberales; y si se
pone a tiro, te sacan que la Iglesia venda el Vaticano y el dinero se lo dé a
los pobres. Eso sí, a mí que no me
compliquen la vida. Ni me toquen el bolsillo. Demasiados problemas, tiene ya
uno, como para estar pendiente de los demás y, encima, dedicarles tiempo. Para
eso están las ONGS.
Por supuesto, que el dinero
arregla muchas cosas, muchos problemas.
Pero la solución no está en el dinero. La solución está en las personas.
Nosotros somos la solución. Cómo explicar, sino, lo de la familia humana. Dónde
está lo de la hermandad y la fraternidad. Para quién es lo de la solidaridad.
En qué queda lo de la justicia social. ¿Quién tiene que decir estas cosas?
¿Quién tiene que denunciarlas? ¿A dónde hay que ir? ¿Cuándo hay que hacerlo?
¿Qué tiempo lleva todo esto? Igual, todo esto, es para especialistas. Lo de el aultruismo y la filantropía, quedan para otros. ¿No? Ejemplos tenemos en la historia, de hombres y
mujeres, que entendieron lo de la familia humana y se desvivieron por ella; fortalecieron
el tejido social y dieron respuestas.
Nunca me gustó la frase: “Parar
este planeta que me bajo” (Groucho Marx). Me encanta: “O llegamos juntos a la
libertad, o nunca la alcanzaremos” (Martin L. King).
Tal como se está poniendo la cosa, "o jugamos todos o rompemos la baraja". Un abrazo desde el norte, Juanba
ResponderEliminarGracias, Rafa, muy intereante la imagen del juego.
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