Dentro de unos días llegarán a casa las notas
de la 2ª evaluación. Habrá comentarios y situaciones de todo tipo. Sin duda
brotará la alegría y las felicitaciones, aunque no faltarán los lloros y los
enfados. Aparecerán los premios y castigos. Me imagino, que de un buen
seguimiento en casa, durante el curso, también dependen los resultados. Pero
bueno, no me voy detener mucho más, ya que este tema de la enseñanza, lo he
tomado como pretexto para meterme en los hogares.
Me gusta hablar, con frecuencia, de las
funciones parentales. Son muy importantes. Conozco a muchas parejas que
empiezan a tener hijos y se les ve con mucha ilusión, aunque también expresan
sus miedos e incertidumbres. No falta quien dice: ¿Y cómo se hace esto?
Por lo general, las parejas actúan de forma
instintiva, dando respuestas a los problemas que van surgiendo. Están las que
recuerdan lo que hicieron sus padres con ellos. Algunas confían en sus
amistades y contrastan opiniones. No está mal para empezar, pero no creo que
sea suficiente para la buena crianza de los hijos. Me sigo preguntando, si
las parejas se han puesto de acuerdo a la hora de criar, de educar a su prole.
Si tienen un proyecto, aunque no esté escrito, en el que están los criterios,
los valores, las pautas que van a seguir con sus hijos. Si hablan, con
frecuencia, de cómo van consiguiendo lo que se han propuesto. En fin, creo que una crianza, bien planificada, garantiza unos
buenos resultados.
Me muevo en el ámbito de la educación, y desde lo
que vengo viendo y observando, cuando no hay un proyecto, más o menos definido,
muchas familias se quedan en modelos, que no favorecen la buena crianza. A
uno de ellos se le podría llamar autoritario. En este estilo, en la casa
mandan los padres. Y se hace lo que ellos dicen. Basta una voz (casi grito) o un
puñetazo en la mesa, para que la autoridad quede afirmada. A los hijos no
les queda más margen que callar y obedecer. La fuerza, la imposición y el miedo
son los ingredientes, más destacados, en la crianza de los chavales. Luego, hay
que verles en las aulas, cuando no están sus progenitores.
Claro, que también hay familias, muy amplias
en sus planteamientos. Piensan que lo mejor es no complicarse la vida.
Sobretodo dejar hacer. Que los hijos aprendan de la vida, afirman con orgullo.
No hay que forzar sus voluntades. Ante todo la libertad. La imagen de los
brazos cruzados, viene a expresar como que se desentienden de lo que está
pasando. El dejar hacer, tiene sus consecuencias en las aulas, por ejemplo,
cuando a estos alumnos se les pone normas y límites para la convivencia.
Cuando en las familias, la crianza está ‘planificada’, entonces, los padres saben
lo que quieren alcanzar con sus hijos; la pareja se pone de acuerdo, para que
no haya ‘fisuras’ entre ellos. Como consecuencia, si en el ámbito familiar
se educa en el diálogo, en la confianza, en el respeto, en la responsabilidad, en
el sentido de la autoridad, en la libertad, en los hábitos saludables, en el
cumplimiento de unos horarios, de esta forma, la buena crianza está
garantizada.
(Y también se nota en las aulas).
En esta línea los límites, las normas, las explicaciones, la negociación, siempre adecuadas a la edad; así como la palmadita en el hombro, la alabanza, el reconocimiento al esfuerzo, sin duda, contribuyen al sano y normal desarrollo de los hijos y los prepara para su futura integración en la sociedad.
En esta línea los límites, las normas, las explicaciones, la negociación, siempre adecuadas a la edad; así como la palmadita en el hombro, la alabanza, el reconocimiento al esfuerzo, sin duda, contribuyen al sano y normal desarrollo de los hijos y los prepara para su futura integración en la sociedad.
Por consiguiente, más comunicación y menos
puños o brazos cruzados.
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