Hasta Dios lo dejó tirado. Fueron
sus últimas palabras: “Dios mío, Dios mío ¿porqué me has abandonado?”. Hablamos
de Jesús de Nazaret, que en pocos días pasó de ser aclamado por el pueblo, a
ser condenado por las masas. Su vida terminó, cruelmente, en la cruz; tanto por
razones políticas, como religiosas. Los romanos no se andaban con tonterías; había
que mantener el orden del imperio. Y las autoridades religiosas no se quedaban
atrás; no podían permitir a los herejes y blasfemos. Mira por donde, todo esto
es lo que celebramos los cristianos en Semana Santa.
El caso es que uno mira los
Evangelios y, a primera vista, queda desconcertado. Pero, si Jesús era un
hombre bueno. Si nos dicen que pasó haciendo el bien. Si nos cuentan que estuvo
al lado de los pobres. Si no se cansan de recordarnos los milagros que hizo:
¡Cuántos ciegos, cojos, endemoniados, leprosos,… proclamaron su agradecimiento!
Y, sin embargo, le crucificaron como a un malhechor. No, no era su destino la
cruz. No estaba planificado el final de su vida. Siguiendo con el lenguaje
coloquial, diría, que el final trágico de su vida se lo ganó, a pulso, el mismo
Jesús. El estilo de vida que llevó, nuevo, original, coherente hasta el final, le acarreo la muerte en cruz como recompensa.
Por lo visto, no se puede ir por
la vida defendiendo a las personas, a los niños, a las mujeres, a los débiles,
a los que son mal vistos y rechazados públicamente. Parece ser, que arremeter
contra las leyes injustas; llevar la contraria a las autoridades, que utilizan
su poder para explotar a los demás;
poner en evidencia, una versión de la religión, que mira por el prestigio y enriquecimiento de sus dirigentes;
situar al ser humano por encima de la ley, de cualquier ley; en fin,
denunciar los atropellos contra los indefensos, como que no fue muy bien visto
por los dirigentes de aquella época y la cosa terminó como todos sabemos.
Si nos detenemos en su mensaje, el anuncio del Reino,
uno queda impresionado. Nos habla de amar, incluso, a los enemigos. Felicita a
los que trabajan por la paz y tienen hambre y sed de justicia. Insiste en que
hay que perdonar hasta setenta veces siete, o sea, siempre. Presenta a Dios, como
Padre y Madre, de la gran familia humana. Acoge y perdona a hombres y mujeres, que son condenados y mal vistos por la sociedad, aunque sea después criticado por ello. Y nos avisa, de que tomarse estas
cosas en serio, puede acarrearnos muchos problemas.
Y, sin embargo, no fue un iluso.
Ya contaba con nuestra condición humana. De hecho, las personas más cercanas, las que vivieron con él,
le dejaron en la estacada. Llegada la hora de la verdad se quitaron del medio. Uno le
traicionó, otro le negó -hasta tres veces- y los demás, se encerraron en una casa, por miedo a
las autoridades. Menudo fiasco. En la escena final del viernes, al lado de la
cruz, estaban unos soldados repartiéndose las ropas del reo; algunas autoridades bulándose de él; la madre del
crucificado y algunas mujeres. Por cierto, estas mujeres, cuando el domingo fueron a terminar de enterrar a Jesús de
Nazaret, (cuando murió el viernes ya era muy tarde y, el sábado, por motivos religiosos no se podía hacer nada), dijeron que la tumba
estaba vacía.
y al tercer día Dios lo resucitó!!!!!!!!!! La vida del cristiano está llena de complicaciones y críticas pero hay que aceptarlas si queremos seguir a Jesús y testimoniar que todo no acabó en la muerte, porque Él es la VIDA.
ResponderEliminarGracias, MDolores, ahí radica el sentido de nuestra fe y que lo celebraremos, con gozo y alegría,en la Vigilia Pascual.
EliminarEn el mayor fracaso humano de un proyecto de vida ante las expectativas del "montaje" de este mundo, se encontraba la semilla del mayor triunfo. El AMOR que consigue ser más fuerte que la MUERTE. Eso es lo que nos enseñó Jesús de Nazaret y lo que sigue enseñándonos.
ResponderEliminarGRacias por tanta riqueza como cmpartes, Juanba, te envio un gran abrazo desde Sevilla donde estoy con el grupo de hnos, entre ellos un hno tuyo de comunidad. Feliz Pascua vivida dejándonos adentrar en el Misterio.
ResponderEliminarElena, me imagino que el fervor sevillano te ayudará, este año, a vivir con más intensidad los misterios pascuales. Es lo que tiene la religiosidad popular de Andalucía. Y gracias por tus palabras.
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