Cuando se
ahonda en las relaciones humanas, aparecen muchas cosas interesantes. Unas agradables
y otras despreciables. La hipocresía es una de estas últimas. Nos dice el
diccionario de la Real Academia que la hipocresía: "Es el fingimiento de
cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o
experimentan". Me temo que todas las personas participamos, con más o
menos grado e intensidad, de lo que dice esta definición.
Me decía el otro día una persona que, en su empresa (ahora cerrada temporalmente), hay compañeros que trabajan según esté o no esté el jefe. Creo que esto es bastante común en cualquiera de las entendidas sociales. Es más, incluso dentro de la familia se da la hipocresía. Lo cual es más lamentable.
A veces decimos con mucha solemnidad, que nos da lo mismo lo que piensen los demás; pero creo que, en el fondo, todo el mundo está muy pendiente de la 'imagen' que tenemos ante los que nos rodean y, si hay que fingir, pues se finge.
Me decía el otro día una persona que, en su empresa (ahora cerrada temporalmente), hay compañeros que trabajan según esté o no esté el jefe. Creo que esto es bastante común en cualquiera de las entendidas sociales. Es más, incluso dentro de la familia se da la hipocresía. Lo cual es más lamentable.
A veces decimos con mucha solemnidad, que nos da lo mismo lo que piensen los demás; pero creo que, en el fondo, todo el mundo está muy pendiente de la 'imagen' que tenemos ante los que nos rodean y, si hay que fingir, pues se finge.
Pero lo que
realmente me revienta, es la conducta de aquellas
personas que tienen como planificado, el hacer unas cosas cuando estás con
ellas y, luego, se manifiestan de otra forma, cuando están con otras personas y
con el solo objeto de quedar bien ante ellas... Esto de la doble vida, a veces
me resulta un deporte muy extendido.
Resulta difícil ser coherente. Y, si no, que nos lo digan los políticos (de todos los colores). La de cosas que nos dicen todos los días, tan bonitas, tan interesantes para el bien común, cuando no poniendo verdes a los demás, para luego enterarnos de la corrupción, de los chanchullos que se traen entre manos, de los sobornos, en fin, para que hablar. Y lo peor es que se creen que nos engañan.
Resulta difícil ser coherente. Y, si no, que nos lo digan los políticos (de todos los colores). La de cosas que nos dicen todos los días, tan bonitas, tan interesantes para el bien común, cuando no poniendo verdes a los demás, para luego enterarnos de la corrupción, de los chanchullos que se traen entre manos, de los sobornos, en fin, para que hablar. Y lo peor es que se creen que nos engañan.
Hay personas que te dicen una cosa cuando estás con él,
y no te digo
nada de lo que comentan cuando están con otras personas. Parece un ‘deporte
nacional’ rajar de los demás cuando no están presentes.
No obstante, decidme si no están presentes, tanto en nosotros, como en las
personas que nos rodean la falsedad, el fingimiento, la doblez, el fariseísmo O
el disimulo, nadie se escapa de estas actitudes, sin embargo, aunque todos
somos conscientes del hecho, lo que ya no sé, es si nos hemos parado a
reflexionar sobre estas cosas y pasar a superarlas.
Ser mujeres y hombres auténticos no es fácil. Ir con la verdad por delante, ser claro en lo que se
dice y hace, esforzarse por tener una actitud –siempre- sincera en nuestras relaciones,
estamos seguros que sería lo ideal, pero tiene ‘su precio’ y no estamos por la
labor de pagarlo.
Creo que la familia, la escuela, (en su caso las Comunidades diferentes Religiosas) no
son ajenas a todas estas cosas, tanto en un sentido como en otro. Los niños,
que están configurando su personalidad, están creciendo y desarrollándose, con
modelos que influirán, para bien o para mal, en el arte de la hipocresía o en
el arte de la autenticidad. Por no hablar de las Redes sociales, que nos llegan
a través de los móviles e internet, y que son de fácil acceso, sin duda, son verdaderos
escaparates de la promoción de la imagen falsa a dar, como modelo a seguir.
Y cuando nos hacemos mayores, ya no dependemos de los demás y, por consiguiente, no
tenemos la excusa de culpabilizar a los otros de lo que somos, hacemos o dejamos
de hacer. En el ejercicio de la libertad podemos, aunque con dificultades,
buscar la autenticidad, ser sinceros en nuestras relaciones y apostar por la
verdad, aunque esto tenga sus consecuencias. Igual la hipocresía iría disminuyendo
en nuestro alrededor.
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