Nos parecía largo, pero el tiempo de vacaciones ya terminó. Aunque este domingo nos ha prolongado un día más de descanso. En el ambiente se respira el inicio de otro ciclo. Con el nuevo año escolar, la sociedad entera se "resiente". Se reorganiza. Los gastos para el inicio de curso se disparan, las economías familiares se ajustan. Todo empieza de nuevo.
En el mes de septiembre, la vida cotidiana vuelve a la normalidad. Las costumbres, los hábitos, los horarios se retoman y se mejoran. No se trata de "volver a empezar", como si nos hubiera salido algo mal y hay que repetirlo. Hay que avanzar y contando, para ello, con la experiencia de años anteriores.
Hay que seguir creciendo. Es en este contexto, cuando recobran su sentido los proyectos que han ido surgiendo a lo largo de nuestra existencia. En este caso me interesan cuatro de ellos: el personal, el matrimonial, el familiar y el grupal-comunitario. Y es que no podemos ir por la vida sin rumbo, y menos aún, dejándonos llevar por los demás. No es necesario, tener escritos dichos proyectos, pero sí haberlos pensado, reflexionado y tener la decisión de realizarlos. Apunto algunas ideas:
El proyecto personal, como sabemos, es una herramienta fundamental para el crecimiento como persona. Mi ser personal, como hombre o como mujer, necesita de una atención por mi parte. Conmigo han ido creciendo utopías, metas, objetivos. Mi realidad personal, necesita desarrollarse con todos los aciertos y dificultades, con todas las alegrías y las penas. No puedo abandonarme. Necesito "mis" tiempos.
El proyecto matrimonial o de pareja, para nada es ajeno a la realidad personal, pero sí añade el compromiso, de crecer, junto a otra persona. Ya no hablamos del yo-tú, sino del nosotros. La boda no es el final de la vida de una pareja, es más bien, la expresión pública de que, juntos, se quiere hacer un camino común, con sus metas y utopías, con sus aciertos y dificultades, con sus alegrías y sus penas. Esto requiere sus tiempos, en los que la comunicación, el diálogo, hablar, los silencios, el estar juntos, se hacen muy necesarios.
El proyecto familiar, está muy unido a todo lo anterior. La familia no se desentiende de las personas. Al revés, es el espacio idóneo para que se plantee el sentido de la vida. Surjan los grandes ideales, se siembren los valores que humanizan y se favorezca el desarrollo de los mismos. La familia es el taller de la vida. Desde los primeros pasos que damos, no estamos solos: nuestros padres y demás familiares están ahí para ayudarnos. Solos no podríamos. Esto va a ser una constante durante toda la vida. La llamda crianza, con sus funciones parentales, aquí tiene su protagonismo
El proyecto grupal-comunitario, cada vez lo tienen más personas; porque es importante crear el tejido social. Por eso las asociaciones, los grupos, las comunidades, tienen la oportunidad de renovar cada año su camino. Estos grupos sociales y religiosos son de vital importancia para el buen funcionamiento de la ciudadanía. Porque no somos islas. De ahí, que el nuevo proyecto marque algunos objetivos y metas que se proponen para seguir fortaleciéndose y, a la vez, contribuir al mejoramiento y transformación de la sociedad.
Armonizar los cuatro proyectos, es el reto más importante que tenemos por delante. Nos va en ello nuestra felicidad.
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