Llevo mucho tiempo preocupado por este desequilibrio global e injusto. Se
ve que no somos totalmente conscientes de ello, o tal vez, nos ponemos las
gafas apropiadas (oscuras) y no deseamos ver la cruda realidad. Al final nos hace pasotas.
Y es que el árbol (preferido y frondoso) no nos deja ver el bosque. Como ocurre en las familias bien acomodadas, sus hijas e hijos, viven muy despreocupados y disfrutando de sus entretenimientos favoritos. Están como en un pequeño paraíso, ajenos a lo que pasa a su alrededor; ya se encarga la sociedad, a través de sus mamás y papás, de que no les falten los 'juguetes' de moda y marca, que tanto les absorben y adormecen.
Mientras tanto, la mayoría de la humanidad, malvive y sobrevive. No olvidemos que 1 (nosotros) de cada 7 (ellos), se encuentran en la situación que venimos describiendo. Es una de las ventajas que tenemos, con la 'Aldea global' y sus redes sociales, el que nos enteramos e informamos de lo que está pasando, en el momento, y cuando ocurren los acontecimientos. Aunnque también nos han acostumbrado a consumir las informaciones y noticias, de forma que seguimos el esquema de 'usar y tirar' como en tantas otras cosas. ¡Qué poco nos afectan (y menos nos vinculan) a todo lo que deshumaniza, o es un atropello a la dignidad y los derechos humanos de tantas personas!
Cual tentáculos y ventosas de un pulpo, las nuevas tecnologías nos absorben las energías vitales y nos enganchan a sus atractivas y engañosas redes: Twitter, Facebook, Instagram, telefonía móvil, Ipads, Blogger, Youtuber, Influencers,… entre otras. Chupan hasta nuestras esencias más fundamentales, casi eliminan o ponen en cuestión nuestro ser más íntimo. Desde luego tanto nos hacen depender de ellas y nos recrean en nuestro ego narcisista, que nos hacen olvidar todo lo demás.
Me pregunto muchas veces, por el origen de la indiferencia y la poca empatía ante los problemas y las injusticias que sufren y padecen, en sus carnes, tantas personas que viven a nuestro alrededor. Ya no digamos las que nos vienen en pateras o vemos imágenes de las numerosas guerras o acciones terroristas que nos inundan en los medios de comunicación. Como si no tuvieran que ver con nosotros.
Tal vez firmar una denuncia, que aparece en el Facebook o en Twitter, lo hacemos con facilidad; pero salir a la calle a protestar y señalar con el dedo las injusticias, que padecen otros, o incluso, hacer un voluntariado permanente por causas nobles ayudando a tantas personas que sufren y lo pasan mal,… eso ya,… Bueno sí, que lo hagan los políticos, nos justificamos, ellos son los gestores del bien común. ¡Ya!
Qué pronto abdicamos de nuestra corresponsabilidad en la construcción de mundo mejor. Recuerdo que en las décadas de los 60 y 70, del siglo pasado, los movimientos sociales nos empujaban a la calle a manifestarnos. Los sueños y utopías estaban a flor de piel y nos ambientaban los cantautores con sus canciones protesta, o musicales y obras de teatro, críticas con los poderes que jugaban a ser “el gran hermano” y el pensamiento único. Hoy ya todo eso no existe. El sistema lo ha asimilado y lo presenta como una moda más de quita y pon.
Palabras como solidaridad, compromiso, voluntariado, corresponsabilidad, denuncia, justicia, tolerancia, respeto,… están en desuso para una mayoría adormecida. Menos mal que siempre queda, “el resto de Israel”, que diría la Biblia, para seguir siendo la ‘conciencia crítica’ de este mundo, no tanto con su palabra, cuanto con sus programas y proyectos ‘a pie de obra’ -que en el día a día- van dado ejemplo de que este mundo es posible hacerlo de otra manera. No basta con que la gente sea buena, además, se tienen que arremangar a favor de los más desfavorecidos.
Y es que el árbol (preferido y frondoso) no nos deja ver el bosque. Como ocurre en las familias bien acomodadas, sus hijas e hijos, viven muy despreocupados y disfrutando de sus entretenimientos favoritos. Están como en un pequeño paraíso, ajenos a lo que pasa a su alrededor; ya se encarga la sociedad, a través de sus mamás y papás, de que no les falten los 'juguetes' de moda y marca, que tanto les absorben y adormecen.
Mientras tanto, la mayoría de la humanidad, malvive y sobrevive. No olvidemos que 1 (nosotros) de cada 7 (ellos), se encuentran en la situación que venimos describiendo. Es una de las ventajas que tenemos, con la 'Aldea global' y sus redes sociales, el que nos enteramos e informamos de lo que está pasando, en el momento, y cuando ocurren los acontecimientos. Aunnque también nos han acostumbrado a consumir las informaciones y noticias, de forma que seguimos el esquema de 'usar y tirar' como en tantas otras cosas. ¡Qué poco nos afectan (y menos nos vinculan) a todo lo que deshumaniza, o es un atropello a la dignidad y los derechos humanos de tantas personas!
Cual tentáculos y ventosas de un pulpo, las nuevas tecnologías nos absorben las energías vitales y nos enganchan a sus atractivas y engañosas redes: Twitter, Facebook, Instagram, telefonía móvil, Ipads, Blogger, Youtuber, Influencers,… entre otras. Chupan hasta nuestras esencias más fundamentales, casi eliminan o ponen en cuestión nuestro ser más íntimo. Desde luego tanto nos hacen depender de ellas y nos recrean en nuestro ego narcisista, que nos hacen olvidar todo lo demás.
Me pregunto muchas veces, por el origen de la indiferencia y la poca empatía ante los problemas y las injusticias que sufren y padecen, en sus carnes, tantas personas que viven a nuestro alrededor. Ya no digamos las que nos vienen en pateras o vemos imágenes de las numerosas guerras o acciones terroristas que nos inundan en los medios de comunicación. Como si no tuvieran que ver con nosotros.
Tal vez firmar una denuncia, que aparece en el Facebook o en Twitter, lo hacemos con facilidad; pero salir a la calle a protestar y señalar con el dedo las injusticias, que padecen otros, o incluso, hacer un voluntariado permanente por causas nobles ayudando a tantas personas que sufren y lo pasan mal,… eso ya,… Bueno sí, que lo hagan los políticos, nos justificamos, ellos son los gestores del bien común. ¡Ya!
Qué pronto abdicamos de nuestra corresponsabilidad en la construcción de mundo mejor. Recuerdo que en las décadas de los 60 y 70, del siglo pasado, los movimientos sociales nos empujaban a la calle a manifestarnos. Los sueños y utopías estaban a flor de piel y nos ambientaban los cantautores con sus canciones protesta, o musicales y obras de teatro, críticas con los poderes que jugaban a ser “el gran hermano” y el pensamiento único. Hoy ya todo eso no existe. El sistema lo ha asimilado y lo presenta como una moda más de quita y pon.
Palabras como solidaridad, compromiso, voluntariado, corresponsabilidad, denuncia, justicia, tolerancia, respeto,… están en desuso para una mayoría adormecida. Menos mal que siempre queda, “el resto de Israel”, que diría la Biblia, para seguir siendo la ‘conciencia crítica’ de este mundo, no tanto con su palabra, cuanto con sus programas y proyectos ‘a pie de obra’ -que en el día a día- van dado ejemplo de que este mundo es posible hacerlo de otra manera. No basta con que la gente sea buena, además, se tienen que arremangar a favor de los más desfavorecidos.
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