En una ocasión escuché estos versos: “Vive rápido, muere joven y tendrás un cadáver bonito”.
Me llamaron tanto la atención que se me quedaron en 'el disco duro'. Lo
cierto es que vivimos demasiado rápido y, a mi modo de entender,
asimilamos poco. Mejor dicho, saboreamos poco de
la vida. La vida, lo único que tenemos y, da la impresión, que no la
gobernamos o administramos bien. Vivimos acelerados, incluso,
atropelladamente.
El carpe diem, que se extendió como la pólvora, nos vende, desde los 70/80, el aprovecha el momento y vive el instante. Lo que importa es consumir el presente y no te preocupes de más elucubraciones. El aquí y ahora que nos demanda el adolescente, como si le fuera en ello la vida. Se vive muy rápido y acontecen cantidad de historias seguidas.
En otra ocasión hablé del SÍNDROME DEL AVE (Acelerados, Vapuleados y Estresados), y ya comentaba la misma situación. Es más, las nuevas tecnologías nos tienen tan enganchados que deseamos vivir tres o cuatro historias a la vez. Y, claro, así nos va la vida.
En poco tiempo, nos ocurren muchas cosas, y algunas de ellas muy importantes, y sin embargo, no da tiempo a que 'calen', se sedimenten, formen parte de nuestra existencia. Los entendidos dicen que el buen vino, necesita su tiempo y los años le dan mejor paladar y valor. Y ahora, en poco tiempo, queremos que ya estén las cosas, en su punto, como 'Dios manda'. Pero no les damos el margen, suficiente, para que se hagan en su plenitud.
El carpe diem, que se extendió como la pólvora, nos vende, desde los 70/80, el aprovecha el momento y vive el instante. Lo que importa es consumir el presente y no te preocupes de más elucubraciones. El aquí y ahora que nos demanda el adolescente, como si le fuera en ello la vida. Se vive muy rápido y acontecen cantidad de historias seguidas.
En otra ocasión hablé del SÍNDROME DEL AVE (Acelerados, Vapuleados y Estresados), y ya comentaba la misma situación. Es más, las nuevas tecnologías nos tienen tan enganchados que deseamos vivir tres o cuatro historias a la vez. Y, claro, así nos va la vida.
En poco tiempo, nos ocurren muchas cosas, y algunas de ellas muy importantes, y sin embargo, no da tiempo a que 'calen', se sedimenten, formen parte de nuestra existencia. Los entendidos dicen que el buen vino, necesita su tiempo y los años le dan mejor paladar y valor. Y ahora, en poco tiempo, queremos que ya estén las cosas, en su punto, como 'Dios manda'. Pero no les damos el margen, suficiente, para que se hagan en su plenitud.
Estamos hablando con
alguien, que nos hemos encontrado en la calle, y antes de terminar el
saludo, ya hacemos el ademán de irnos y despedirnos: ¡Es que tenemos
prisa! Muchas relaciones interpersonales, de pareja -por ejemplo- no han
tenido 'su tiempo' para solidificarse. Todo ha ido tan rápido, y tan de
prisa que los vínculos se han cogido con alfileres.
No
nos tienen que extrañar las conductas de estres, de ansiedad, de
angustia. En todas estas cosas, algo tiene que ver, sin duda, la rapidez
con la que vivimos. No le damos tiempo al cuerpo y al espíritu para que
se familiarice con lo que estamos viviendo. A nuestro ser más profundo,
no llegan las cosas y si llegan, van desdibujadas. Vivimos, con
bastante frecuencia, en la superficie de nuestra existencia, y falta la
hondura que nos hace madurar con solidez. Las raíces de un árbol le dan
alimento,
estabilidad, fuerza,... No sé si damos suficiente tiempo a
nuestra vida para que esté bien enraizada.
El otro día me paseé por un barrio,
y había un grupo de mujeres, en la calle, cantando el bingo, ¡cómo
disfrutaban! Da gusto ver a los niños jugar en el parque; a los
adolescentes hablar y hablar en sus espacios favoritos; a las personas
mayores, sentadas en el banco, repitiendo las historias de siempre.
Muchos tenemos la experiencia, gratificante, cuando dedicamos tiempo a
pasear, a leer, a escuchar música,... pero sin prisas. Dejar pasar el
tiempo, incluso 'perder' el tiempo. Creo que es sano.
Vivir menos rápido nos vendría mejor. Y dejar sedimentar lo que nos pasa nos fortalecería.
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