Esta semana he tenido unas convivencias
con alumnos de 3º de la ESO, es una experiencia que te rejuvenece. Están poniendo los cimientos de su
fututo, están forjando su personalidad, su manera de situarse ante el mundo
como personas. Todos buscan ser felices, pero como les dije, lo de ser feliz
tiene un precio.
Retomo una reflexión de hace años. Sigo pensando que hemos nacidos para ser
felices. Precisamente el día 1, es la festividad de todos los Santos: el
anuncio de la felicidad para toda la familia humana.
Cada ser humano, desde su nacimiento, encuentra numerosas
dificultades y trabas para conseguir su felicidad y otras tantas para llegar a
ser plenamente persona. Los obstáculos vienen del propio interior: de la
naturaleza humana, y de fuera: familia, vecinos, amigos, compañeros, en suma,
de la sociedad.
Por otra parte, en nuestro caminar diario, encontramos recursos personales y ajenos
que nos ayudan a avanzar en la dirección de nuestra vocación a ser felices.
Ésta es la continua lucha que se entabla desde que nacemos hasta que morimos.
Queremos y no podemos. Podemos y no queremos. Pero también queremos y podemos.
Toda persona, antes o después, descubre este doble dinamismo que se da en su
interior. Unas veces se opta por querer, y todo funciona, y, en otras
ocasiones, ‘se arroja la toalla’. Ambas opciones son humanas y ambas
contribuyen al crecimiento personal. Recordemos aquello de que no hay mal
que para bien no venga.
Cada ser humano tiene unos recursos y unas capacidades personales que le
posibilitan dar de sí y realizarse como persona. Cada cual tiene los suyos. Por
eso somos distintas unas personas de otras; aunque exista un fondo común. Hay
personas que utilizan muy poco esos recursos y capacidades; prefieren ir
tirando y sobrevivir: se quedan en el camino; otras, les sacan el máximo
rendimiento: llegan a experimentar lo que significa ser auténtica persona,
logran experimentar la felicidad: son felices. Hay hombres y mujeres que
prefieren la mediocridad, las medias tintas, vivir el momento, claudicar ante
la menor dificultad, vivir sin sobresaltos y complicaciones ¿Viven o malviven?
Un coche sirve para ser coche: no puede volar; una persona sirve para ser
persona: no es un vegetal.
Cuando el joven se va haciendo
consciente de todas estas cosas, se enfrenta a los retos de la propia vida. Con
toda claridad, se plantea que todo lo que consiga va a depender de él; sólo por
su propia iniciativa y por su decisión va a estancarse, caminar hacia delante,
o retroceder en la tarea de ser persona, o sea, de llegar a ser feliz.
En este sentido, puede venir bien la imagen, de los dos caminos: Hay en la vida de cada persona muchos caminos, yo los resumo en dos:
En el primero, llegar a ser persona y feliz supone: Ilusión, esfuerzo, constancia, sinceridad, amistad,
reflexión, diálogo, caerse/levantarse, aguantar, sufrir, cambiar, alegría,
optimismo, bienestar, confianza, amabilidad, simpatía, paz, solidaridad,
tolerancia, respeto, educación, libertad, aceptación, superación, trabajo,
amor…
En el segundo, apostar por no ser persona
realizada y no ser feliz conlleva: desilusión, pereza, inconstancia, mentira, enemistad, superficialidad,
cabezonería, claudicación, intransigencia, evasión, infantilismo, tristeza,
pesimismo, malestar, desconfianza, mala intención, antipatía, agresividad,
insolidaridad, intolerancia, falta de respeto, mala educación, manipulación,
rechazo, tirar la toalla, holgazanería, egoísmo…
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