“Vive rápido, muere joven y tendrás
un cadáver bonito”. En una ocasión escuché estos versos y me llamaron tanto la atención que
se me quedaron en 'el disco duro'. Lo cierto es que vivimos demasiado rápido y,
a mi modo de entender, asimilamos poco. Mejor dicho, saboreamos poco de la
vida. La vida, lo único que tenemos y, da la impresión, que no la
gobernamos o administramos bien. Vivimos acelerados, incluso, atropelladamente.
En poco tiempo, nos ocurren muchas
cosas, y algunas de ellas muy importantes, y sin embargo, no
da tiempo a que 'calen', se sedimenten, formen parte
de nuestra existencia. Los entendidos dicen que el buen vino, necesita su
tiempo y los años le dan más valor. Y resulta que ahora, en poco tiempo,
queremos que ya estén las cosas, en su punto, como 'Dios manda'. Pero no les
damos el tiempo, suficiente, para que se hagan en su plenitud.
Estamos hablando con alguien, que nos hemos
encontrado en la calle, y antes de terminar el saludo, ya hacemos el ademán de
irnos y despedirnos: ¡Es que tenemos prisa! Muchas relaciones interpersonales,
de pareja -por ejemplo- no han tenido 'su
tiempo' para solidificarse. Todo ha ido tan rápido, y tan de prisa que los vínculos se han cogido con alfileres.
No nos tienen que extrañar las conductas
de estrés, de ansiedad, de angustia. En todas estas cosas, algo tiene que ver, sin
duda, la rapidez con la que vivimos. No le damos tiempo al cuerpo y al espíritu
para que se familiarice con lo que estamos viviendo. A nuestro ser más profundo,
no llegan las cosas y si llegan, van desdibujadas. Vivimos, con
bastante frecuencia, en la superficie de nuestra existencia, y falta la hondura
que nos hace madurar con solidez. Las raíces de un árbol le dan alimento,
estabilidad, fuerza,... No sé si damos suficiente tiempo a nuestra vida para
que esté bien enraizada.
Porque las cosas se pueden hacer de otra forma. En una ocasión, paseando por un barrio, había un grupo de mujeres, en la calle,
cantando el bingo, ¡cómo disfrutaban! Da gusto ver a los niños jugar en el
parque; a los adolescentes hablar y hablar en sus espacios favoritos; a las
personas mayores, sentadas en el banco, repitiendo las historias de siempre.
Muchos tenemos la experiencia, gratificante, cuando dedicamos tiempo a pasear,
a leer, a escuchar música,... pero sin prisas. Dejar pasar el tiempo, incluso
'perder' el tiempo. Creo que es sano.
¡Ay! Si fuéramos
capaces de vivir menos rápido, seguro que nos vendría de perlas y nos vendría mucho mejor.
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