Durante treinta años vivió en el pueblo, Nazaret, con su
familia.
Después dejó su pueblo y los últimos años de su vida fue itinerante, de pueblo
en pueblo.
Sabemos
que un día le preguntaron a Jesús, que dónde vivía, y la
respuesta les dejo boquiabiertos: "Venid
y verlo". En otra ocasión, les dijo: "el
Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza".
Por otro lado, en la época de Jesús, lo
más parecido a la vida en un convento, la tenían los esenios, grupo piadoso y religioso que
vivían en las cuevas de Qumrán, cerca del Mar Muerto. Pero esta es otra
historia.
Esta reflexión me viene, si
les digo la verdad, porque persiste la mentalidad en la Iglesia, de que el mensaje de Jesús es para gente más
especializada, para hombres y mujeres que han tenido el privilegio de ser llamados por Dios. Y el pueblo, bueno el
pueblo, son los ‘del montón’, meros espectadores. Es verdad que están en
el “espectáculo”, pero no son los protagonistas de la obra. En su caso, son los que
aplauden o abuchean,
Todo lo cual contradice lo que nos cuentan los evangelios sobre Jesús. Ya
en el capítulo primero, del evangelio de Juan, leemos: ¿De Nazaret puede salir alguien bueno? Con el tiempo le llamarán
Maestro, Señor, Hijo de Dios, Mesías, Rey,... Pero esto viene más tarde, tras el
Misterio Pascual.
Jesús no vivió en un convento, ni estuvo en un seminario. Jesús
no fue Sacerdote, ni Religioso, ni Obispo,… Fue un hombre de pueblo, que vivió
con sus paisanos. En una ocasión, nos dice el evangelista Marcos, que se
sorprendieron: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de
Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?»
Y, sin embargo, nos empeñamos en ponerlo tan alto, tan alto, que es
inaccesible para el común de los mortales. Bueno, no para todos, para la gente
selecta de la Iglesia no está tan lejos. Porque Jesús está y vive en sus casas, en sus
oratorios, en sus conventos, en sus casas parroquiales o palacios episcopales.
Ellos y ellas han sido llamados, han tenido esa suerte, ese privilegio.
Pero Jesús de Nazaret, no vivió encerrado en un convento, más bien, lo que
nos cuentan es que anduvo por los caminos, por las plazas de los pueblos, fue a las
casas de los ricos y pecadores, a los pueblos y ciudades, estuvo lado del lago, por
las montañas, fue de boda, de fiesta con sus amigos,… Vamos que llevo una
vida ajetreada, “de puertas a fuera”, no estuvo enclaustrado. Hasta pasaba noches enteras
orando en el campo, a la intemperie.
Pero resulta que la gente, los pobres, los
pecadores,… las ovejas perdidas, estaban fuera. Y salió a su encuentro. Presiento
que su mensaje era para la gente del pueblo, bueno para todos. No creo que
estuviera en sus planes, que solo un grupito fuera feliz, porque Dios solo se fijara en ellos, y bueno, la inmensa mayoría que se consuelen viéndoles como a los
escogidos y llamados por Dios. Eso sí, alguna migaja les caerá.
Voy a exagerar, a veces da la
sensación, de que algunos
han secuestrado a Jesús, -me meto en el grupo- que se consideran los elegidos y
ven a los demás como los “otros” a los que hay que “encandilar”, pero,… cuidado
que no lleguen a mucho más. ¡Ah! también añado, que hay hombres y mujeres que
les gusta esta dinámica y situación porque no les compromete y les complica la
vida.
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