Desde siempre, en todas
las culturas y civilizaciones, en todas las religiones y sociedades, se ha
soñado, se han tenido utopías. Aunque unos dicen que no existió el paraíso;
otros, defienden que un paraíso nos espera y que, aquí y ahora, podemos experimentarlo.
Hacia el siglo VIII, antes de Cristo, el profeta Isaías, cantaba a la nueva creación con estas hermosas
palabras: "Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: El lobo y
el cordero pastarán juntos, el león con el buey comerá paja. No harán daño ni
estrago por todo mi Monte Santo -dice el Señor". Los
cristianos, en estos días de Adviento, recordamos a los profetas, que nos
invitan a transformar el mundo y, así, disponernos y prepararnos para celebrar
el Nacimiento de Jesús.
Coincidiendo en el tiempo, cada 10 de diciembre, recordamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ya en el enunciado del primer derecho, vemos el horizonte de toda ella: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros."
Podemos decir que el espíritu de Adviento (ámbito religioso) y los Derechos humanos (ámbito civil) van de la mano. Cada cual, desde su espacio de influencia, impulsa un mundo mejor.
Estos días, con las noticias calientes del terrorismo, parecería que el mundo va de mal en peor. No soy tan pesimista. Es verdad que los medios de comunicación social nos llenan, nuestras salas de estar, con imágenes indignantes. Pero también es verdad, que hay mucha gente buena, que anda haciendo el bien en todos los rincones del mundo. Coinciden en la no-violencia, en la bondad, en el diálogo, como las claves para resolver los conflictos de los pueblos. Lo único, eso sí, es que hacen menos ruido.
Es bueno, que cada año, se nos recuerden todas estas cosas. Y esa que, aún hay -en el ser humano- ansias de utopía; no somos conformistas y la rebeldía busca resquicios para 'rebelarse'. Por consiguiente, el mes de diciembre, digamos, que es el mes de la esperanza; es verdad, que con él terminamos el año, pero su rescoldo nos sirve para avivar el fuego, del año nuevo que nos viene.
Las OENEGÉS, en general, nos recuerdan que aún queda mucho por hacer. Pero no lo dicen para desanimarnos, sino para agradecer a tantas personas, que se hacen eco de sus planes y proyectos, empeñándose, día a día, por hacer más agradable los hogares, residencias, hospitales, la calle, tiendas, escuelas, fábricas, plazas y calles. Ayer, fue el día del voluntariado. De esta forma, tanto el tiempo de Adviento, cumple su función de preparación de la navidad; como el recuerdo de los Derechos humanos, amplían su demarcación, en un mundo que tanto los necesita. Diríamos que existe una complicidad entre estas dos realidades.
Estamos ante un ejemplo en el que 'el espacio religioso' y 'el espacio civil' se identifican y potencian para fortalecer a la humanidad. Y es que con la buena voluntad, el diálogo y el respeto mutuos, se puede caminar -juntos- un buen trecho del camino (tal vez, el camino entero).
https://www.youtube.com/watch?v=A__INxvUXTA
Coincidiendo en el tiempo, cada 10 de diciembre, recordamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ya en el enunciado del primer derecho, vemos el horizonte de toda ella: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros."
Podemos decir que el espíritu de Adviento (ámbito religioso) y los Derechos humanos (ámbito civil) van de la mano. Cada cual, desde su espacio de influencia, impulsa un mundo mejor.
Estos días, con las noticias calientes del terrorismo, parecería que el mundo va de mal en peor. No soy tan pesimista. Es verdad que los medios de comunicación social nos llenan, nuestras salas de estar, con imágenes indignantes. Pero también es verdad, que hay mucha gente buena, que anda haciendo el bien en todos los rincones del mundo. Coinciden en la no-violencia, en la bondad, en el diálogo, como las claves para resolver los conflictos de los pueblos. Lo único, eso sí, es que hacen menos ruido.
Es bueno, que cada año, se nos recuerden todas estas cosas. Y esa que, aún hay -en el ser humano- ansias de utopía; no somos conformistas y la rebeldía busca resquicios para 'rebelarse'. Por consiguiente, el mes de diciembre, digamos, que es el mes de la esperanza; es verdad, que con él terminamos el año, pero su rescoldo nos sirve para avivar el fuego, del año nuevo que nos viene.
Las OENEGÉS, en general, nos recuerdan que aún queda mucho por hacer. Pero no lo dicen para desanimarnos, sino para agradecer a tantas personas, que se hacen eco de sus planes y proyectos, empeñándose, día a día, por hacer más agradable los hogares, residencias, hospitales, la calle, tiendas, escuelas, fábricas, plazas y calles. Ayer, fue el día del voluntariado. De esta forma, tanto el tiempo de Adviento, cumple su función de preparación de la navidad; como el recuerdo de los Derechos humanos, amplían su demarcación, en un mundo que tanto los necesita. Diríamos que existe una complicidad entre estas dos realidades.
Estamos ante un ejemplo en el que 'el espacio religioso' y 'el espacio civil' se identifican y potencian para fortalecer a la humanidad. Y es que con la buena voluntad, el diálogo y el respeto mutuos, se puede caminar -juntos- un buen trecho del camino (tal vez, el camino entero).
https://www.youtube.com/watch?v=A__INxvUXTA
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