Antes se hablaba de cristianos practicantes y cristianos
no practicantes. El asunto estaba en que eras buen cristiano, si ibas los domingos a
misa y participabas, frecuentemente, de los sacramentos. De ahí lo de
practicante y no practicante. Aún se sigue oyendo. Por consiguiente, lo de ser cristiano
se centraba más en la participación sacramental. Se podía dar el caso de que
durante la semana eras un sinvergüenza, pero… como ibas a misa los domingos,…
En este sentido, la
vida cotidiana tenía y tiene un papel secundario. De hecho los sacerdotes
siguen dando más importancia a los sacramentos que a la vida familiar, o la
vida laboral, o la vida económica, por poner algunos ejemplos.
Uno lee los
evangelios y no acaba de ver estas prioridades,
de las prácticas religiosas, en Jesús de Nazaret. No es que Jesús no tuviera su
presencia en la sinagoga o en el templo, pero los evangelios resaltan más su
vida pública, su relación con la gente, la preocupación por los problemas y dificultades
que tenían sus paisanos, la cercanía con los enfermos y necesitados, en fin, que
le daba mucha importancia y dedicaba más tiempo a los asuntos de la vida
cotidiana.
Desde un sector de la
iglesia, por cierto minoritario, se sigue insistiendo en la práctica
sacramental como la clave en el ser de la fe cristiana. Mientras que sitúa en
un segundo plano la vida existencial y cotidiana. El mensaje es muy simple si
vas a misa eres buen cristiano. Ya se encargan en las homilías de recordarlo
machaconamente. Yo creo que están equivocados.
No se trata de
abandonar los sacramentos, se trata, más bien, de acentuar que la vida
diaria, la vida familiar; es decir la vida que va desde que te levantas hasta
que te acuestas es la que constituye la esencia y fundamento de la fe
cristiana. En la realidad de la vida cotidiana nos jugamos la fe.
La fe en el Dios de
Jesús, se ‘materializa y se visualiza’ en el trato que damos y tenemos con la
pareja, con los hijos, con los amigos, con
los compañeros de trabajo, con los vecinos, y no lo olvidemos, con los pobres
de nuestra localidad, en fin, con cuantas persona nos encontramos por la calle
o en los centros públicos, por tanto es aquí y solo aquí, donde expresamos
nuestra fe en el Dios de Jesús.
Por consiguiente, en
la práctica de las bienaventuranzas (no en la iglesia sino en la calle) es
donde nos jugamos el anuncio del evangelio. Anuncio, que como sabemos, se hace
fuera de la iglesia. Los que vamos a la iglesia ya lo sabemos, el evangelio hay
que llevarlo a la calle. Hay que vivirlo con la gente. Lo del amor, la paz, la
solidaridad, el perdón, el compartir, la verdad, la honradez, la coherencia, la
libertad y la fraternidad hay que vivirlas con la gente, en la calle, en las casas, en las fábricas, en
el campo, en la playa,…
Tengo que decir que
yo voy a misa y tengo mis prácticas religiosas, faltaría más, pero si voy a
estos asuntos, es porque necesito tiempo para encontrarme, de forma más personal,
con el Dios que creo; el cual, en estos encuentros, me sigue concienciando más
en mi filiación con Él, y en ser fraterno
con los demás seres humanos. La eucaristía me ayuda a sentirme más hijo de Dios
y más hermano de mis hermanos.
Realizar oraciones diariamente es bueno para nosotros, porque así estamos protegidos de todo lo malo que puede pasarnos.
ResponderEliminaraborto legal
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