Llevamos unos meses de ‘efecto dominó’. Empezando por el
tiempo, que no acaba de aclararse; las celebraciones primaverales de todo tipo,
como las fiestas o ferias populares, las Primeras comuniones, bautizos, confirmaciones…;
la crisis que afecta a la familia, el trabajo o el paro; ahora se acerca el final de curso y se está pensando en las vacaciones,… total,
que uno no tiene tiempo para lo más esencial: UNO MISMO. Tal vez nos cuesta
echar una mirada hacia el interior de nuestra realidad más íntima.
Ahora está de moda lo de la mochila personal. Mucha gente
vamos por la calle con una mochila (grande o pequeña). Antes paseábamos las
maletas, los bolsos de mano, los carritos de la compra, bolsas de todo tipo,
pero, como llevamos los ordenadores, y mil distracciones más, pues entonces, precisamos de
una buena mochila. En el plano simbólico hay quién nos compara con las
mochilas. Dicen que somos como una mochila. Debe de ser porque en la mochila cabe de todo.
Otra historia es cómo la utilizamos.
Por ejemplo, cómo metemos
todo lo que lleva dentro. También nos podemos fijar en la distribución
que
hacemos al llenarla. Es bueno saber donde colocamos las cosas, dado que
podemos tener dificultades cuando queremos localizarlas. Y no digamos de
la cantidad de cosas que metemos... ¡Por si acaso! Lo
que sí está claro, es que si miramos la mochila, tendremos una idea,
bastante
fiel, de la persona que la lleva.
Dicen que somos lo que comemos, que somos la música que
escuchamos, que somos,… y también somos, como la mochila que llevamos. Creo que
es bueno, como los montañeros al salir de marcha, examinar con atención todo lo
que metemos en nuestra mochila personal. Bueno y, de vez en cuando, revisar lo
que nos falta o lo que es necesario quitar. Para ello necesitamos tiempo. Todos
tenemos la experiencia de echar cosas que nunca vamos a utilizar, o que no sirven
para nada. Eso sí, ocupan el espacio de otras que, a lo mejor, son más necesarias. Aún así las
echamos.
También en la mochila llevamos regalos y detalles para la familia, para los
amigos, para los compañeros de trabajo,… y al final no queda espacio para el
regalo principal: el de nosotros mismos. Siempre pensando en los demás, siempre
desbordados por los demás, siempre volcados hacia los demás, y casi siempre,
nos olvidamos de nosotros. Me pregunto si hemos metido en la mochila, ese libro
que tanto nos gusta. Si hemos colocado, en el bolsillo adecuado, la música que
nos encanta oír en la tranquilidad, si hemos previsto, en la agenda, un tiempo para
el silencio, la reflexión, la meditación, incluso, la oración. Todas estas
cosas, entiendo, nos ayudan a llevar las riendas de nuestra vida con mayor
hondura y profundidad. Claro, que si el espacio dedicado a estos asuntos, los
llenamos con otras cosas, pues, a lo mejor, hasta la calidad de nuestras vidas
queda deteriorada.
Te invito a
pararte, ahora que llevamos casi medio año del 2013, te animo a que hagas un alto en el camino y dedicarle un tiempecito a tu mochila,
la ‘mochila’ de tu persona.
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