Al día siguiente de celebrarse el Gran Consejo, comenzaron las tareas para acondicionar el lugar de la Reserva. Los Gorilas y Búfalos se presentaron voluntarios para hacer la empalizada. Los Elefantes hicieron un pequeño lago para que los Cachorros se bañaran. Los Orangutanes y los Chimpancés plantaron muchos árboles para poder desarrollar los diversos ejercicios de entrenamiento. Y las Jirafas, que todo lo ven, se encargaron de buscar a los Cachorros abandonados.
Cuando todo estuvo terminado, doña Cierva reunió a los Cachorros y les explicó la importancia que tenía que estuvieran recogidos en la Reserva y, sobre todo, las esperanzas que habían puesto todos los reunidos en el Gran Consejo para que se formaran y prepararan bien, pues cuando salieran de la Reserva, la vida en la Selva no les íba a ser fácil.
Los días transcurrían sin muchas novedades. Doña Cierva tenía mucha ilusión y no le faltaba paciencia. Claro, todas las cosas no podían salir bien, pero las dificultades se iban resolviendo. Un día, estaba enseñando a nadar a algunos Cachorros de los Gamos y el Cachorro de Cocodrilo, jugando con ellos, le rompió a uno la pata derecha. Fue un incidente sin importancia, porque los Cachorros se estaban divirtiendo.
Pese a que todo marchaba bien, cada día llegaban más Cachorros, y doña Cierva solicitó del Consejo Permanente de la Selva un ayudante para llevar con más agilidad y atención todas las actividades. El Consejo aceptó la petición y le enviaron al señor Oso.
Poco a poco, doña Cierva y don Oso se reunían para organizar las distintas actividades. Algunas las hacían conjuntas, pero, para una mayor efectividad, todas las demás las dividieron y cada uno se quedó con aquellas actividades que mejor podía realizar.
Ahora bien, eran los Cachorros los que mejor lo pasaban. Pues aprendían a camuflarse entre los arbustos, para que el hombre no les pudieran cazar. También, con los ejercicios que hacían, lograban dominar la técnica de esconder los alimentos cuando ya habían satisfecho su hambre. Otros días, se entrenaban en saber olfatear, y así distinguir cuándo les acechaba el peligro. Otra técnica que les gustaba mucho era la de orientarse en la selva, pues, como era muy grande, existía la posibilidad de perderse. Eso sí, todas las mañanas, el primer ejercicio que realizaban consistía en hacer una larga marcha, pues era bueno fortalecer los músculos para el día de mañana y también para ir adquiriendo destrezas para desenvolverse en la selva.
Pero no todo era de color de rosa. Algunos Cachorros de Tigre empezaron a cansarse y, sobre todo, a meterse con doña Cierva. Estos Cachorros querían más libertad, es decir, salir fuera de la Reserva ellos solos. Claro, doña Cierva le consultó a don Oso la propuesta de los Cachorros y llegaron a la conclusión que todavía no estaban preparados para irse a la selva.
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