Los
móviles se han convertido en aditivos y nocivos para
la salud humana. Estoy convencido. Y lo peor es que casi nadie se libra de esta
nueva “drogodependencia”, o bien, “ludopatía” que parece más suave. El pan y
circo de los romanos se ha quedado en mantillas. Y el futbol, en la TV, empieza
a no tener ni punto de comparación con el celular, como dicen, allá en América.
¡Qué juguete más bueno, de uso para todos los públicos! El móvil ya es omnipresente
y omnipotente como dios. Basta que miremos a nuestro alrededor.
Los
móviles en la calle, con mucho es la imagen más visible. Hasta en
los pasos de cebra se camina sin mirar, da igual que vengan los coches o las
motos. Hace poco se veían los escaparates, a las personas,… ahora solo se ve el
móvil.
Los
móviles en los bares, la verdad es que dan pena las personas, no
crean que solo son los jóvenes, ahí están sentados, cada cual, pendiente del
aparatito, entretenidos con no se sabe qué asunto, mientras, se ha perdido la
comunicación con los que están al lado.
Los
móviles en las casas, aquí ya casi podemos hablar de “cáncermovilitis”. Si a veces cuesta la
comunicación familiar en el hogar, ya con el móvil, se acaba de rematar la
faena. Esta “enfermedad” la padecen las parejas, los padres con sus hijos y los
hermanos entre sí. Y se salvan algo los abuelos, porque no están muy al tanto de
estas tecnologías.
Los
móviles en la Iglesia, suenan en cualquier momento, incluso en los
más inoportunos, eso sí, se escuchan una gran variedad de músicas. No
ponemos ejemplos.
Los
móviles en las conferencias, otro tanto ocurre en
exposiciones magistrales, charlas especializadas o conferencias de éxito. En
una ocasión, un ponente, hizo un chiste antes de empezar: “no se olviden de encender el móvil cuando se vayan al final”.
Bueno, la gente además de reírse, desconectó.
Los
móviles en las reuniones, cualquier excusa sirve para evadirse del
asunto que se está tratando. Además es que nos creemos capaces de llevar varios
temas a la vez. Y como los Whatsapp, los podemos incorporar al ordenador con una
aplicación, hasta parece que estamos tomando nota de lo que se está diciendo.
Los
móviles en la cama, ya ni se respeta el descanso tan necesario
para funcionar bien al día siguiente. Bueno, hasta cuando nos despertamos nos
sentimos con la obligación de mirar el móvil, vaya a ser que tengamos alguna
información urgente.
Los
móviles en el coche o en la bici, se convierten en un riesgo
de casi suicidio u homicidio. Esto lo
escuchamos en los informativos de casi todos los días. Pero claro, nos decimos “a mí no me ocurren esas cosas”
Los móviles en la playa o el campo, esto ya si que es el colmo. Aunque hay un 'inconveniente', a veces no hay cobertura. Encima nos enfadamos (síntoma de la depemdencia). Espacios para disfrutar del agua, del aire, del sol, los convertimos en elementos secundarios, porque el móvil es el móvil.
Bueno, podíamos seguir, pero para qué. Que cada cual saque sus conclusiones. Eso sí, para esta 'enfermedad" hay farmacias que venden cápsulas de personaliti.
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