Me indigna, cada vez que en la Celebración Eucarística, llega la
Oración de los fieles y se pide por las vocaciones: sacerdotales, a la vida
religiosa y misionera, entonces, me dan ganas de levantar la mano y decir en voz
alta... ¡y por la vocación a la Familia Cristiana! La verdad es que, la
vocación a la familia cristiana, aún no ha llegado a la mentalidad
clerical y jerárquica que tenemos en la Igesia.
La relación de Vocación y Seglares está por descubrir. Pero tranquilos que todo llegará. Parto de que hay una única Vocación Cristiana: el Seguimiento a Jesús, y han sido llamados a ella todos los bautizados. Por consiguiente de la vocación cristiana participan todos los bautizados: tanto los paisanos de mi pueblo, los misioneros del Congo y las mujeres mexicanas, como los sacerdotes de Roma, los jóvenes filipinos y las monjas que están en la selva amazónica.
La familia cristiana, que surge con el Sacramento del Matrimonio, es de pleno derecho una Vocación Cristiana. Cuántos hombres y mujeres son llamados por Dios, para ser signo de su amor para cuantos les rodean. La Familia cristiana es, sin la menor duda, la mejor referencia y modelo para la evangelización de esta sociedad en la que vivimos. Para empezar, la relación de la pareja y la crianza de los hijos son, de por sí, un ejemplo y alternativa, para el resto de las familias que les rodean.
Claro que en la Iglesia hay vocaciones específicas, es decir, diferentes maneras de vivir el seguimiento de Jesús. Lo bueno de esta riqueza y pluralidad vocacional es que se complementan y se necesitan para que la Iglesia entera (Pueblo de Dios) sea signo del amor de Dios para el mundo de hoy.
La familia cristiana es la mejor embajadora, en la sociedad plural que vivimos, de los valores del Evangelio. No olvidemos, que sus miembros, están inmersos en la sociedad, forman parte de la misma, pero con un proyecto de vida diferente. Lo de sal y luz del evangelio, la familia cristiana, tiene la suerte de vivirla en plenitud. De ahí, que en la Iglesia, tiene que haber una atención especial hacia ella.
Pero ya sabemos, una iglesia jerárquica en la que, un grupo mironitario (sacedotes, religiosos y religiosas), se ponen por encima de la inmensa mayoría, no va a estar por la labor. Son muchos los privilegios que perderían.
Poner el foco de atención en la familia cristiana, sería un acierto. Ya se están dando pasos. Son muchos los seglares que están reivindicando su papel en la Iglesia. No quieren ser más que nadie, pero tampoco, menos que nadie. Cuánto ganaríamos todos, si en la Iglesia, las vocaciones fueran menos rígidas. ¿Imaginan a hombres y mujeres que pudieran animar y presidir la Celebración de la Eucaristía? ¿Que pudieran estar casados? Estaríamos planteando este asunto de otra manera.
Mientras que llega la nueva situación, la familia cristiana tiene mucho que decir, tanto para la iglesia, como para la sociedad. Fijense, la familia está presente en las parroquias, en las empresas, en los hospitales, en los movimientos eclesiales, en las escuelas, en los barrios, en los lugares de ocio y tiempo libre,… Es en esos lugares en donde dan testimonio de los valores del evangelio. Ellos son los privilegiados de estar y vivir, en la vida cotidiana, con tanto hombres y mujeres, que a lo mejor, no conocen la Buena Noticia de Jesús. ¡Vaya que si su vocación es tan significativa y necesaria!
No olvidemos que en los origines del cristianism, la fe se celebraba y transmitía en las familias. Volvamos a releer el Nuevo Testamento.
La relación de Vocación y Seglares está por descubrir. Pero tranquilos que todo llegará. Parto de que hay una única Vocación Cristiana: el Seguimiento a Jesús, y han sido llamados a ella todos los bautizados. Por consiguiente de la vocación cristiana participan todos los bautizados: tanto los paisanos de mi pueblo, los misioneros del Congo y las mujeres mexicanas, como los sacerdotes de Roma, los jóvenes filipinos y las monjas que están en la selva amazónica.
La familia cristiana, que surge con el Sacramento del Matrimonio, es de pleno derecho una Vocación Cristiana. Cuántos hombres y mujeres son llamados por Dios, para ser signo de su amor para cuantos les rodean. La Familia cristiana es, sin la menor duda, la mejor referencia y modelo para la evangelización de esta sociedad en la que vivimos. Para empezar, la relación de la pareja y la crianza de los hijos son, de por sí, un ejemplo y alternativa, para el resto de las familias que les rodean.
Claro que en la Iglesia hay vocaciones específicas, es decir, diferentes maneras de vivir el seguimiento de Jesús. Lo bueno de esta riqueza y pluralidad vocacional es que se complementan y se necesitan para que la Iglesia entera (Pueblo de Dios) sea signo del amor de Dios para el mundo de hoy.
La familia cristiana es la mejor embajadora, en la sociedad plural que vivimos, de los valores del Evangelio. No olvidemos, que sus miembros, están inmersos en la sociedad, forman parte de la misma, pero con un proyecto de vida diferente. Lo de sal y luz del evangelio, la familia cristiana, tiene la suerte de vivirla en plenitud. De ahí, que en la Iglesia, tiene que haber una atención especial hacia ella.
Pero ya sabemos, una iglesia jerárquica en la que, un grupo mironitario (sacedotes, religiosos y religiosas), se ponen por encima de la inmensa mayoría, no va a estar por la labor. Son muchos los privilegios que perderían.
Poner el foco de atención en la familia cristiana, sería un acierto. Ya se están dando pasos. Son muchos los seglares que están reivindicando su papel en la Iglesia. No quieren ser más que nadie, pero tampoco, menos que nadie. Cuánto ganaríamos todos, si en la Iglesia, las vocaciones fueran menos rígidas. ¿Imaginan a hombres y mujeres que pudieran animar y presidir la Celebración de la Eucaristía? ¿Que pudieran estar casados? Estaríamos planteando este asunto de otra manera.
Mientras que llega la nueva situación, la familia cristiana tiene mucho que decir, tanto para la iglesia, como para la sociedad. Fijense, la familia está presente en las parroquias, en las empresas, en los hospitales, en los movimientos eclesiales, en las escuelas, en los barrios, en los lugares de ocio y tiempo libre,… Es en esos lugares en donde dan testimonio de los valores del evangelio. Ellos son los privilegiados de estar y vivir, en la vida cotidiana, con tanto hombres y mujeres, que a lo mejor, no conocen la Buena Noticia de Jesús. ¡Vaya que si su vocación es tan significativa y necesaria!
No olvidemos que en los origines del cristianism, la fe se celebraba y transmitía en las familias. Volvamos a releer el Nuevo Testamento.
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