"México, por humanidad,
déjanos pasar" Con las imágenes que estamos viendo, esta frase es muy
fuerte y muy dura. Por eso hoy quiero recordar la importancia de apostar por
ser más humanos. Porque la verdadera humanidad a la que aspiramos es una
conquista. Requiere una revolución, pero la de verdad. El asunto viene de lejos
y quiero engancharme a la historia desde la época romana.
Los romanos, lo tenían muy claro
y hablaban de los bárbaros como seres inferiores, casi salvajes...
Parecería que los romanos habían llegado al grado sumo de la civilización, e l
caso es que se creían herederos de los griegos, que sí estaban
civilizados. Ya sabemos cómo se disolvió el imperio.
Con los franceses y su
revolución de finales del XVIII, se creyó que estábamos en los umbrales de
la liberación humana: el Antiguo Régimen había fracasado. Al grito de libertad,
igualdad y fraternidad se abrían las puertas de la ilustración, etapa
definitiva de la historia. No pasaron 40 años y volvían las aguas a su cauce.
No obstante de aquellos "polvos" nos vino, ¡ahora sí! la liberación
final: la revolución rusa de 1917. Era la solución esperada desde los albores
de la humanidad ¡qué ciegos!, con el comunismo y su sociedad sin clases,
llegaría la humanidad a la plenitud. Bastaron 70 años para que con la caída del
muro de Berlín, se disolviera y desmitificara el paraíso terrenal que nos
vendría con el socialismo real.
Total que con tantas
revoluciones hemos conseguido muchas guerras, muchos muertos, muchos
fracasos y pocos cambios (digo pocos) porque ciertamente creo que con tales
revoluciones la humanidad ha progresado y, sin ellas, me sigo reafirmando, la
conciencia que tenemos actualmente de la historia y de la misma humanidad, no
sería la misma.
Pero sigue pendiente la
verdadera revolución. La revolución que llamo humanista. La revolución que
humaniza al ser humano. Me uno a las muchas personas, creencias, movimientos
sociales,... que creen en el ser humano, que creen en las personas, en cada
hombre y cada mujer, como sujetos portadores de dignidad y derechos/deberes,
que les hacen libres, iguales, fraternales y, por eso mismo, solidarios,
pacíficos, tolerantes, respetuosos con los otros y dialogantes hasta la misma
extenuación, si fuera necesario.
Las diferentes crisis nos ponen
de manifiesto y con toda crudeza, la realidad de siempre: Ricos y
pobres, guerras, hambre, inmigración,... La sociedad del bienestar social sigue
siendo el privilegio de unos pocos, mientras que una inmensa mayoría se ha
quedado a las puertas y, bastantes seres humanos, ni si quiera vislumbran
"las torres más altas de la ciudad".
Si las revoluciones que hemos
tenido en la historia han fracasado, simplemente es, a mi modo de entender,
porque tales revoluciones no han estado bien planteadas. La igualdad, la fraternidad
y la libertad, no se imponen a la fuerza. No se matan a millones de personas
para que se hagan realidad... ¡ahí tenemos la historia!
Buda, Confucio, Jesús, Gandhi,
Teresa de Calcuta,... y tantas mujeres y hombres que ni siquiera la historia
les ha dado un nombre, han creído en otra revolución: la que parte del interior
de la misma persona.
Jesús de Nazaret, al
iniciar su misión, lo único claro que proclama es "Convertíos y creed en
la Buena noticia".
La revolución empieza por uno
mismo: la única "violencia" que se acepta en esta revolución, es
la que ejerce en su ser más íntimo cada persona... cuando se esfuerza cada
mañana en ser más ella misma, cuando intenta superar sus contradicciones,
cuando se perdona, se acepta tal y como es, cuando partiendo de su fragilidad
entiende la fragilidad de los demás, cuando disfrutando de sus cualidades y
valores se alegra de los valores y cualidades de los demás, cuando ofrece sus
manos para dar y recibir... entonces el perdón, la superación, el amor, la entrega,
la misericordia, la paz, la amistad aparecen como pequeños retos cotidianos que
nos van humanizando, nos van configurando como personas, como hombres y mujeres
en libertad, igualdad y fraternidad. Así estaremos preparados para ser solidarios y construiremos un mundo mejor entre todos.
Cuando esto llegue a ser así,
igual los migrantes de Honduras, las personas que saltan las vallas en Ceuta o
Melilla no tendrían tantas dificultades para vivir con dignidad su humanidad.
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