Dos hechos de estos últimos días, me llevan a plantearme esta pregunta. El primero fue durante el Campo de trabajo en Melilla, ya lo comenté el domingo pasado, y el segundo, al enterarme del fallecimiento de una mujer y amiga, con la que he compartido trabajos y sueños cuando estuve en Granada. He dejado constancia de Trini León, en el Facebook, la Hermana Mercedaria de la Caridad, doctora de la Iglesia y de la que doy gracias a Dios por haberla conocido. Seguimos unidos desde la comunión de los Santos.
Me siento privilegiado ya que me puedo hacer esta cuestión. Cuando uno ve tanto dolor y sufrimiento; tantos niños, jóvenes y adultos con sus sueños rotos, desesperados, truncados sus proyectos y sin saber que les pasará mañana, la verdad, en mi caso no me puedo quedar insensible. Demasiado para el cuerpo. Sin embargo, también me llega, muy adentro, la cercanía de personas auténticas, comprometidas con la vida, con ganas de ser feliz y hacer felices a los demás, positivas, pese a su baches vitales, luchadoras y con sus brazos y corazones abiertos, de par en par, para los demás.
Es en este contexto que me planteo la cuestión. No se trata de una pregunta filosófica. Es un interrogante que me interpela, que me exige una respuesta, aunque ahora solo pueda esbozar las primeras reflexiones que me llegan, incluso, atropelladamente. La respuesta, en realidad, es la vida misma que uno trata de vivir.
No me olvido de que soy de pueblo y de una familia humilde. Pero empezando por mis padres y las muchas personas, hombres y mujeres, que hemos coincidido en el camino, hasta ahora, me han ayudado a ser más consciente de lo que pasa en este mundo y creo, que mi crecimiento personal no se entiende sin sus presencias en mi historia personal.
Ser cristiano, siendo hermano de la Salle, explica muy bien la cuestión que estoy comentando. Claro que podría ser cristiano y haberme casado, formar una familia, pero en mi caso, no sería lo que actual y gozosamente soy. No crean que ocasiones no he tenido en el camino.
Los pobres, los niños desamparados, los inmigrantes,... no son una anécdota en mi vida, ni la moda que aparece y desaparece con las nuevas temporadas. Es una opción de mi vida desde hace muchos años. Porque este asunto es una exigencia de mi fe, no un hobby, en mi tiempo libre.
Ya sé que las luces y las sombras están presente en mi vida, naturalmente, ante todo soy un hombre más, participando de la condición y naturaleza humana, es que no se puede ser otra cosa; eso sí llevo años preocupado por mi crecimiento personal. No he escatimado medios para dedicarme tiempo tanto cuando me iban bien las cosas como cuando me iban mal. Hasta el día de hoy entiendo que es una exigencia que me he impuesto y la veo muy necesaria.
Mi apuesta por la fraternidad, la convivencia, la cercanía, es incondicional. Creo en la familia humana y siempre que tengo ocasión me pongo manos a la obra. Dificultades muchas, pero gratificaciones las sobrepasan. La verdad, no entiendo porque a mi alrededor hay racismo, intolerancia, falta de respeto, violencia (yo también tengo rebrotes de todo ello) y encima quedan como héroes y salvadores.
Me cuesta entender la indiferencia, los brazos cruzados, la insensibilidad de tantas personas que conozco ( que son muchas) y que solo se conforman con llevar su vida lo mejor posible (que no es poco) pero les trae sin cuidado lo que ocurre a su alrededor. No olvidemos que vivimos en un mudo plural y globalizado, en el que nada es ajeno a nada. Todo está interconectado y se puede activar la conectividad o desconectarse.
Total, que quiero seguir siendo lo que hasta el momento he ido descubriendo en mi vida y considero muy valioso. Que las personas que caminamos juntos, los pobres y Trinidad León me sigan ayudando
Me siento privilegiado ya que me puedo hacer esta cuestión. Cuando uno ve tanto dolor y sufrimiento; tantos niños, jóvenes y adultos con sus sueños rotos, desesperados, truncados sus proyectos y sin saber que les pasará mañana, la verdad, en mi caso no me puedo quedar insensible. Demasiado para el cuerpo. Sin embargo, también me llega, muy adentro, la cercanía de personas auténticas, comprometidas con la vida, con ganas de ser feliz y hacer felices a los demás, positivas, pese a su baches vitales, luchadoras y con sus brazos y corazones abiertos, de par en par, para los demás.
Es en este contexto que me planteo la cuestión. No se trata de una pregunta filosófica. Es un interrogante que me interpela, que me exige una respuesta, aunque ahora solo pueda esbozar las primeras reflexiones que me llegan, incluso, atropelladamente. La respuesta, en realidad, es la vida misma que uno trata de vivir.
No me olvido de que soy de pueblo y de una familia humilde. Pero empezando por mis padres y las muchas personas, hombres y mujeres, que hemos coincidido en el camino, hasta ahora, me han ayudado a ser más consciente de lo que pasa en este mundo y creo, que mi crecimiento personal no se entiende sin sus presencias en mi historia personal.
Ser cristiano, siendo hermano de la Salle, explica muy bien la cuestión que estoy comentando. Claro que podría ser cristiano y haberme casado, formar una familia, pero en mi caso, no sería lo que actual y gozosamente soy. No crean que ocasiones no he tenido en el camino.
Los pobres, los niños desamparados, los inmigrantes,... no son una anécdota en mi vida, ni la moda que aparece y desaparece con las nuevas temporadas. Es una opción de mi vida desde hace muchos años. Porque este asunto es una exigencia de mi fe, no un hobby, en mi tiempo libre.
Ya sé que las luces y las sombras están presente en mi vida, naturalmente, ante todo soy un hombre más, participando de la condición y naturaleza humana, es que no se puede ser otra cosa; eso sí llevo años preocupado por mi crecimiento personal. No he escatimado medios para dedicarme tiempo tanto cuando me iban bien las cosas como cuando me iban mal. Hasta el día de hoy entiendo que es una exigencia que me he impuesto y la veo muy necesaria.
Mi apuesta por la fraternidad, la convivencia, la cercanía, es incondicional. Creo en la familia humana y siempre que tengo ocasión me pongo manos a la obra. Dificultades muchas, pero gratificaciones las sobrepasan. La verdad, no entiendo porque a mi alrededor hay racismo, intolerancia, falta de respeto, violencia (yo también tengo rebrotes de todo ello) y encima quedan como héroes y salvadores.
Me cuesta entender la indiferencia, los brazos cruzados, la insensibilidad de tantas personas que conozco ( que son muchas) y que solo se conforman con llevar su vida lo mejor posible (que no es poco) pero les trae sin cuidado lo que ocurre a su alrededor. No olvidemos que vivimos en un mudo plural y globalizado, en el que nada es ajeno a nada. Todo está interconectado y se puede activar la conectividad o desconectarse.
Total, que quiero seguir siendo lo que hasta el momento he ido descubriendo en mi vida y considero muy valioso. Que las personas que caminamos juntos, los pobres y Trinidad León me sigan ayudando
No hay comentarios:
Publicar un comentario