En un mundo globalizado e interconectado que vivimos, en un mundo donde las redes sociales,
constituyen las arterias por las que circulan todas las ideas, creencias,
sueños, utopías, bondades y maldades de la
familia humana, el terrorismo, no deja
de ser un cáncer que, como otros, altera el normal desarrollo del mundo ideal
que deseamos.
Cuando hablo de terrorismo me estoy refiriendo al que se da
tanto en África y América, como en Asia y Europa. Aunque en nuestro caso, le demos más
importancia -mediática- a los que ocurren cerca de nosotros, como es el caso de
Barcelona, París o Londres. Todas las acciones terroristas, se den donde se
den, son un cáncer que destruyen el tejido de la convivencia humana y la paz
entre los pueblos.
Me da igual que sea el terrorismo por razones políticas,
económicas, religiosas o ideológicas. Nunca se puede justificar el asesinato,
de personas inocentes, por razones que siempre son egoístas e interesadas por
quienes las provocan.
Ante las injusticias que sufren muchos niños, ancianos,
hombres y mujeres, que son muchas e indignantes; la respuesta del terror, generando muertes y sufrimientos
innecesarios, no es el camino apropiado para restablecer la justicia.
Al final el terrorismo no deja de ser una guerra encubierta
de unos contra otros. Como venimos constatando, el campo de batalla es
cualquier lugar del planeta, se trata de hacer daño y que lo sepa cuanto más
público mejor. Juegan con el miedo y la inseguridad, para tener a la gente
asustada y, así, avanzar en sus propósitos. Ya se encargan las redes sociales
de hacerles la publicidad y propaganda gratis.
Este cáncer social, del que venimos hablando, se puede
curar. La humanidad del siglo XXI tiene todos los recursos tanto de personas
bien preparadas, como de materiales apropiados, para intervenir
‘quirúrgicamente’ y sanar dicha enfermedad.
Sabemos las causas y orígenes, conocemos las razones que
alegan para justificar sus actos vandálicos y destructivos, por consiguiente,
se trata de intervenir ‘en la operación’ con la mayor profesionalidad y calidad
posibles. Se puede hacer, pero, me temo que no hay mucha voluntad para que el
cáncer desaparezca. Hay demasiados intereses (indignos, ruines, mezquinos,
malignos y despreciables) de por medio.
Un buen ‘quirófano’ basado en una ética universal, que puede
emanar de los derechos humanos y de la bondad que nos aportan todas las
religiones, sería suficiente para superar tanto el terrorismo como tantas
guerras y conflictos violentos que hay en el mundo que vivimos.
Sigo creyendo en la familia humana. En una familia que integra a todos sus miembros, sean de la raza que sean, con sus diferentes creencias y con sus distintos condicionamientos sociales y económicos.
Y como toda familia, en
las buenas relaciones entre sus miembros nos jugamos todo y, sin duda, la paz, la convivencia, el amor y la
libertad las hacen posibles. Ahora bien, falta la voluntad de querer incorporar estos grandes valores en las
relaciones familiares. El diálogo, hablar, comunicarse, respetar al diferente,
eliminar muros y construir puentes, son el camino que eliminarán todos los
despropósitos de los que venimos hablando.
Lo más problemático es que, viendo las reacciones a estos atentados, el terrorismo solo abre a más odio, miedo, intolerancia y cerrazón. Lo que al final es caldo de cultivo para más terrorismo. Un proceso maldito que se retroalimentación. Vamos a ganar está batalla, tenemos que ganarla, pero no va a ser fácil. Un abrazo desde el Norte, carísimo.
ResponderEliminarRafa. Lo importante es que cada cual haga su trabajo allá donde esté
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