Porque de
hambre, hambre, siguen
muriéndose hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas en muchos
lugares del mundo, hoy también, y en estos momentos que me estás
leyendo... No lo olvidemos nunca: el hambre mata a más
gente que todas las guerras juntas, los diversos terrorismos, las drogas,...
¡Y lo demás es literatura!
Manos
unidas, una ONG de
la Iglesia, lleva más de 50 años recordándonos ésta triste y cruel realidad.
Estas son algunas de las cifras que maneja:
Cada 6 segundos muere un niño por
causas relacionadas con el hambre
El hambre mata más personas que el SIDA, la
malaria y la tuberculosis juntas
En el mundo hay 1.400 millones de personas
pobres, que viven con menos de un 1€ al día.
Esto es lo
que tenemos. Nos interese o no nos interese.
La verdad sea dicha, a nosotros nos cae muy de lejos
todo este asunto del hambre. Como mucho, estos días que se hace la campaña, se
nos remueve un poquito la conciencia, pero un poquito nada más. No es cuestión
de amargarse la vida.
Nuestras neveras seguirán a reventar de comida, mucha de la cual, la
tiraremos porque ya está caducada. En este sentido, hay estudios que lo han
detectado, nos dicen que cuando vamos al supermercado todo lo que compramos nos
parece poco y, además, lo vemos muy necesario, pero luego son tantas las cosas
que llevamos que, algunas de ellas, cuando vamos a consumirlas, ya están caducadas
y su final... el cubo de basura.
Además tenemos otras preocupaciones más urgentes: seguir dietas, adelgazar, ir al
gimnasio o natación para tener una imagen "10", utilizar cosméticos
que nos hacen más jóvenes, hacer footing, montar en bicicleta para quitar el
colesterol, en fin, para que seguir.
Aunque también es real que ante el problema del hambre,
muchas personas nos preguntamos qué podemos hacer y la verdad que,
individualmente, casi nada, -como mucho- nos queda lo testimonial de hacer
un día de ayuno y dar donativos a los comedores públicos de nuestras
ciudades o a las ONGs que se preocupan y tienen proyectos para paliar el
hambre.
Pero, también tenemos otras
herramientas que utilizamos muy poco:
- Crear foros para hablar de este grave problema de la humanidad, informándonos de las causas que lo originan y formándonos para dar respuestas adecuadas.
- Hacer manifestaciones para seguir concienciando a la población.
- Exigir a los gobiernos municipales, autonómicos, nacionales,... que cumplan sus compromisos adquiridos. (Para salir en la foto cuando se firmaron estaban muy bien pero otra cosa es cuando tienen que aplicarlos).
- Educar a nuestros hijos, a nuestros alumnos,... en los valores que contribuyen a una solidaridad fraterna.
- Participar, durante nuestras vacaciones, en proyectos del Tercer Mundo, que organizan las ONGs, y que tanto contribuyen en la educación, la sanidad, el fomento de la agricultura y la ganadería,...
- Potenciar iniciativas, campañas, actividades solidarias que además de informar y concienciar contribuyen a que, parte de mi tiempo y de mi persona, lo ponga a disposición de los más desfavorecidos. (Pues, parecería, que esto lo tienen que hacer otras personas).
- Igual hay que entrar en la "cultura del decrecimiento" para revisar nuestra vida del bienestar, ¡Vaya a ser! que tengamos que ajustarnos un poquito más y dejemos de crecer a otros. ¡Anda que con el tren de vida que llevamos, cuántos seres humanos podrían vivir en otros lugares del planeta!
- En fin, todo lo que se nos ocurra menos quedarse con los brazos cruzados y ser profetas de calamidades, conformándonos con gritar "qué mal está el mundo". (Pero... que lo arreglen otros).
Manos unidas, en una de sus campañas, utilizó un lema que se me quedó
muy grabado: "Tu indiferencia te hace cómplice". Igual
tengo que recordármelo más a menudo.
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