El 24 de abril, de 2014,
pusimos en marcha esta iniciativa, social y pública, del Círculo de la
Fraternidad. Un grupo de
personas llevamos, casi tres años, concentrándonos en el espacio público con la
finalidad de denunciar (las injusticias que deshumanizan), proponer
(respuestas solidarias) y actuar (compromiso
personal) y así contribuir a mejorar
y cambiar este mundo que tanto lo necesita.
Un profesor de filosofía nos
comentaba, con gran pesar,
que el problema de nuestra sociedad es la falta de un tejido social, fuerte
y reivindicativo. Nos gusta vivir sin complicarnos; y si hay problemas, que
los solucionen los de ‘arriba’ (políticos, gobernantes, jerarquías religiosas,…).
Como resultado, nos encontramos, lamentablemente, una sociedad civil
indiferente, pero muy sufrida y desigual como precio a su apatía.
El tejido social, es ese espacio intermedio que está por
hacer y fortalecer, entre los poderes (egoístas y avasalladores) y la
base social (muda y explotada). Hay un vacío que aprovechan los dirigentes
para imponer sus intereses y directrices que les benefician, en ocasiones
descaradamente; como ejemplo, pensemos en la corrupción y en las leyes, que favorecen
más su intereses, que el bien común del pueblo al que gobiernan.
Menos mal que van surgiendo
conciencias críticas que constituyen
un verdadero contrapeso a los abusos del poder, sea político, religioso, económico
o financiero. Diversas asociaciones, ONGs, colectivos, entidades y organizaciones,
con diferentes objetivos sociales, son buenos ejemplos del esfuerzo por constituir
ese necesario tejido social. Y es que nunca han cambiado las cosas desde
arriba, siempre desde abajo.
En este contexto surge el
Círculo de la fraternidad.
Está siendo, desde sus orígenes, una iniciativa muy modesta, de escasa
dimensiones en cuanto a la participación, pero muy persistente en ser portavoz
de la realidad en la que vivimos. Aunque nuestro grito de protesta y denuncia
se quede en la plaza que nos acoge, estamos convencidos de que sirve, al menos,
para que los asistentes, seamos conscientes de que en nuestras vidas no cabe
ser indiferente y quedarse con los brazos cruzados.
Estamos convencidos de que la
calle es de todos, pero hay que ocuparla. Hay muchas situaciones indignantes, injustas, violentas y trágicas; hay
muchos colectivos indefensos como los refugiados, los parados, los sin techo y
discriminados por su sexo, religión o color de la piel. Hay una brecha, casi
infinita, entre los ricos y los pobres. Escandalosamente una minoría
privilegiada acapara más del 80% de la riqueza del planeta. Esto no se puede
consistir. Si no hacemos nada, entonces se cumple aquello de que nuestra
indiferencia nos hace cómplices, como decía Manos Unidas, hace unos años.
Cuando empezamos a
caminar, con el Círculo, dijimos: “Es
un derecho de los ciudadanos poder manifestar, públicamente, sus opiniones y su
visión del Bien Común para la sociedad. Es lo que pretendemos hacer esta tarde.
Eso sí, de forma cívica, pacífica y constructiva. Y la idea no es original, ya
existen otras muchas iniciativas sociales con otros nombres: Madres de la plaza
de mayo (Argentina), Las Damas de blanco (Cuba), Los Círculos de silencio
(Francia),... Aún resuenan en nuestros oídos las palabras de Gandhi: "Lo más atroz de las cosas malas de la
gente mala es el silencio de la gente buena". Por eso estamos
aquí. No queremos ser conformistas.”
El jueves, día 23 de febrero,
volvemos a concentrarnos.
Esta vez se nos ha unido la Plataforma de Refugiados de Jerez. En la convocatoria
mensual, nos citamos varios colectivos: Cáritas, CONFER, el Foro Interreligioso,
La Salle y cuántas personas se interesan por la iniciativa. En esta ocasión,
nos convocan las personas refugiadas. La tragedia de tantos hombres y mujeres, ancianos
y niños, nos siguen interpelando y queremos hacer una llamada de atención a la
ciudadanía.
Por consiguiente, con el Círculo de la Fraternidad,
queremos remover las conciencias, mejor nuestras conciencias, para ver las
injusticias y denunciarlas, para proponer y dar pistas de soluciones a los
problemas que nos rodean y para comprometernos, cada cual, en el lugar que se encuentra.
Tal vez sea una gota de agua, pero sin ella el mar sería más pequeño.
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