Hay muchas formas de pasar las vacaciones. En realidad ya tenemos experiencia de cómo organizar estos días de asueto. Cada verano disponemos de unas semanas, en las que tenemos la oportunidad de hacer cosas diferentes a las que hacemos durante el año. Ya lo comentaba la semana anterior.
Hoy me voy a centrar en una forma, una más, de las que utilizamos para ocupar el valioso tiempo de estos días. Se trata de la solidaridad. Ser solidarios no es una facultad que tienen algunas personas privilegiadas. La solidaridad no es, solo, para especialistas en tal o cual problema o necesidad de la gente. El altruismo no depende de tal o cual profesión o vocación; como si este asunto fuera para los curas, monjas y frailes, que para eso han hecho un compromiso público. Mira por donde, la sociedad actual, pone en evidencia y desenmascara estas afirmaciones.
Por otra parte, es fácil caer en el paternalismo. Resulta que como yo soy el cualificado, soy el rico, el que tiene una buena formación, y soy tan bueno, tan bueno…, pues, ayudo a los pobrecillos, a los necesitados; pero para que sigan siendo pobrecillos y dependan de mí. El problema es que hay demasiada gente con estos planteamientos. Mejor sería que se queden en su casa.
Hay muchos hombres y mujeres que tienen un sentido solidario de su vida. Son personas generosas y, en general, muy ocupadas; sin embargo, son capaces de pensar en los demás, por eso, siempre tienen, en su agenda, un hueco para solidarizarse con ellos.
Son personas que apuestan por la fraternidad. Tienen conciencia de la hermandad universal y aunque estén en su pueblo, en una barriada o en cualquier población; lo que hacen por sus semejantes, responde al compromiso personal de restablecer la dignidad y los derechos humanos, a todas las personas que se los han usurpado. Quieren un mundo más justo. Su misión, por consiguiente, tiene una dimensión planetaria. Vamos, que no es cualquier cosa.
Pudiera ser que, a veces, nos lamentemos de los pobres, de los países empobrecidos, y nos olvidemos de los cercanos de los próximos, del prójimo -que diría el evangelio-. No digo abandonar a los lejanos por atender a los cercanos, pero la cosa iría mal, si por atender a los vecinos desatendemos a los que viven en otro lugar. Estén donde estén, hay seres humanos que el sistema, literalmente, los tiene machacados. Esto significa, que no es respetada su dignidad de personas y, por supuesto, sus derechos humanos son pisoteados. Precisamente, este mundo injusto es el que se quiere "enmendar".
Las personas que son de verdad solidarias, no distinguen entre tiempos 'normales' y tiempos 'vacacionales'. Siempre son solidarias. Es verdad, que en vacaciones, como que hay más tiempo para reforzar ciertas cosas que se hacen durante el año. Pero la apuesta es de toda la vida. De hecho, hay médicos o maestros, por poner un ejemplo, que dedican todas sus vacaciones para irse a los países empobrecidos y aportar, sus personas y cualidades, a las gentes que los reciben; pero mira por donde, resulta, que vuelven a sus casas, con la sensación de que han recibido más, de lo que ellos han dado. Así es la solidaridad.
Pero no hace falta irse tan lejos. Los Campos de Ttrabajo son iniciativas sociales, más cercanas. Y, aún más, todos conocemos a muchas personas: jóvenes y mayores, casadas o solteras, que ayudan a los demás, sin moverse de su población. ¡Cuántas personas solas o enfermas, reciben la visita de vecinos que se sienten movidos a estar con ellas! Por lo demás, hay Asociaciones, ONGS e Instituciones que favorecen, con el voluntariado, la solidaridad. Todo el mundo las tenemos muy presentes. Al final, las vacaciones solidarias las tienen aquellas personas, que durante el año, también son solidarias.
Y puede ocurrir, que iniciando la solidaridad en tiempo de vacaciones, porque se ha presentado la ocasión, uno empiece a ser solidario en su vida.
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