A veces pienso que estamos repitiendo, en el cristianismo, lo que las religiones antiguas practicaban, como manera de mantener el poder sobre el pueblo. Y me da rabia.
Yo creo que, a Jesús de Nazaret, nos lo envió el Padre para salvarnos, como dice san Juan en su evangelio. Y es, Dios mismo, por consiguiente, el que desea que todos sus hijos sean felices.
Pero da la impresión, a mi modo de entender, que un grupito de personas 'se han molestado' en asumir el papel de ser 'privilegiados' y de considerar, al resto de los mortales, como de segunda categoría y dependientes de ellos, claro está.
Hace unos años, se distinguía entre cristianos practicantes y no practicantes. Los llamados practicantes eran los que iban a misa los domingos y, además, tenían en cuenta tanto los sacramentos, como las enseñanzas de la jerarquía. Los no practicantes, sí era cristianos, pero muy descafeinados.
En el lenguaje eclesiástico se hablaba de vocaciones, pero solo tenían vocación: los sacerdotes, las monjas y los religiosos, ya que habían sido elegidos, por Dios, directamente. Del resto de bautizados, que por cierto son la inmensa mayoría, no se hablaba, o sea, que su 'vocación' era de tercer nivel.
Como que esto de seguir a Jesús es para unos especialistas (dígase sacerdotes, religiosos y religiosas) que han sido llamados de forma especial y los demás son del montón, que se tienen que conformar 'con las migajas que caen de la suculenta mesa'.
Se fue creando la mentalidad, a lo largo de los siglos, de que en el cristianismo una minoría tiene la suerte de estar cerca de Dios, conocen y leen su Palabra y viven en recintos sagrados, Por su parte, los fieles, como un rebaño, se tienen que dejar guiar hacia los 'pastos' que estimen oportuno 'sus pastores'.
Aunque en la actualidad, muchos abandonaron el rebaño por el desencanto de lo que predicaban los pastores y la incoherencia de sus vidas. Si bien, es verdad, que se mantienen otros con la esperanza de que el asunto cambie, como han anunciado los últimos concilios y las enseñanzas de algunos profetas que se encuentran en las periferias del mundo.
Porque, pese a todo, el evangelio sigue vivo. Y Dios sigue llamando. Pero no a unos pocos, como nos quieren hacer creer, sino a todos. Nos llama cuando nos da la vida y, además, quiere que seamos felices, que nos realicemos como personas y que vivamos como hermanos. Nos quiere como a una gran familia: Su familia.
Claro, que como somos tantos, esta es la riqueza que tenemos, unos tienen que aportar unas cosas y otros, pues otras; pero en un plano de igualdad. Así hacen los hermanos que se ayudan entre sí y cada uno aporta lo que tiene.
Naturalmente que la eucaristía es el espacio de celebrar la hermandad. Pero en ella se celebra la vida cotidiana de todos los hermanos: la crianza de los hijos, el trabajo de los jornaleros, las catequesis parroquiales, la educación en las aulas, la sanación de los hospitales, el trabajo en el campo o en el mar, la administración de una empresa, escribiendo libros, viviendo la angustia del paro, buscando mejores condiciones de vida en otro país... ¿Porqué tiene que ser más importante el que anima la eucaristía que los que la celebran con él?
Me imagino que queda mucho por decir por hacer.
Yo creo que, a Jesús de Nazaret, nos lo envió el Padre para salvarnos, como dice san Juan en su evangelio. Y es, Dios mismo, por consiguiente, el que desea que todos sus hijos sean felices.
Pero da la impresión, a mi modo de entender, que un grupito de personas 'se han molestado' en asumir el papel de ser 'privilegiados' y de considerar, al resto de los mortales, como de segunda categoría y dependientes de ellos, claro está.
Hace unos años, se distinguía entre cristianos practicantes y no practicantes. Los llamados practicantes eran los que iban a misa los domingos y, además, tenían en cuenta tanto los sacramentos, como las enseñanzas de la jerarquía. Los no practicantes, sí era cristianos, pero muy descafeinados.
En el lenguaje eclesiástico se hablaba de vocaciones, pero solo tenían vocación: los sacerdotes, las monjas y los religiosos, ya que habían sido elegidos, por Dios, directamente. Del resto de bautizados, que por cierto son la inmensa mayoría, no se hablaba, o sea, que su 'vocación' era de tercer nivel.
Como que esto de seguir a Jesús es para unos especialistas (dígase sacerdotes, religiosos y religiosas) que han sido llamados de forma especial y los demás son del montón, que se tienen que conformar 'con las migajas que caen de la suculenta mesa'.
Se fue creando la mentalidad, a lo largo de los siglos, de que en el cristianismo una minoría tiene la suerte de estar cerca de Dios, conocen y leen su Palabra y viven en recintos sagrados, Por su parte, los fieles, como un rebaño, se tienen que dejar guiar hacia los 'pastos' que estimen oportuno 'sus pastores'.
Aunque en la actualidad, muchos abandonaron el rebaño por el desencanto de lo que predicaban los pastores y la incoherencia de sus vidas. Si bien, es verdad, que se mantienen otros con la esperanza de que el asunto cambie, como han anunciado los últimos concilios y las enseñanzas de algunos profetas que se encuentran en las periferias del mundo.
Porque, pese a todo, el evangelio sigue vivo. Y Dios sigue llamando. Pero no a unos pocos, como nos quieren hacer creer, sino a todos. Nos llama cuando nos da la vida y, además, quiere que seamos felices, que nos realicemos como personas y que vivamos como hermanos. Nos quiere como a una gran familia: Su familia.
Claro, que como somos tantos, esta es la riqueza que tenemos, unos tienen que aportar unas cosas y otros, pues otras; pero en un plano de igualdad. Así hacen los hermanos que se ayudan entre sí y cada uno aporta lo que tiene.
Naturalmente que la eucaristía es el espacio de celebrar la hermandad. Pero en ella se celebra la vida cotidiana de todos los hermanos: la crianza de los hijos, el trabajo de los jornaleros, las catequesis parroquiales, la educación en las aulas, la sanación de los hospitales, el trabajo en el campo o en el mar, la administración de una empresa, escribiendo libros, viviendo la angustia del paro, buscando mejores condiciones de vida en otro país... ¿Porqué tiene que ser más importante el que anima la eucaristía que los que la celebran con él?
Me imagino que queda mucho por decir por hacer.
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