Ya no me acordaba, no te he hablado de mis
safaris por África.
De las tierras africanas tengo historias y anécdotas agridulces. ¡Qué
contrastes! Al lado del paraíso natural, te encuentras niños famélicos
muriéndose de hambre o tribus matándose, por casi nada, y con el armamento que
‘muy-bien-les-vendemos’ los ricos del norte de nuestras fábricas
-que todo tengo que decirlo- ¿Te acuerdas de Ruanda, el Zaire o Sierra Leona?
Ahora es el Congo con su maldito negocio del coltan. Qué pena. Pero la vida del reportero es así.
Ve de todo. Saca fotos de todo. Tiene experiencias de todo...
De África y sus habitantes, lo más llamativo en nuestros
días, es el fenómeno de la inmigración. Pateras, saltos de vallas, a nado,… ¡Cuántas
fotos y reportajes se han publicado con imágenes y relatos escalofriantes! Yo
no me he quedado atrás. Hasta me he llevado algunos premios. Hay un flujo continuo
desde cualquier parte de África, hacia Europa. Grecia, Italia, España, son los
pasos más normales. Una, no da abasto yendo de un lado a otro.
Es verdad que vienen por muchas razones, pero el hambre, las guerras,
las violaciones, las agresiones y torturas,… son suficientes razones para mover
a tantos hombres, mujeres y niños a dejar sus casas y sus tierras. Buscan un mundo
mejor. ¿Quién no quiere ser feliz y lo mejor para sus familias? A mí lo que más
me indigna es lo pronto que nos hemos olvidado de nuestra época colonialista.
Siglos y siglos yendo a tierras africanas explotando sus riquezas, sus minas,
sus animales y selvas y, lo más grave, esclavizando a sus gentes para llevarlas
a las tierras descubiertas y conquistadas de América. ¡Qué hipocresía!
Por cierto no te he hablado de mi país. Tantos años dando vueltas por el
mundo y casi me olvido de mi gente. La verdad es que hay de todo. En los años 60
estrené mi primera cámara de fotos. Me gustaba ir por los pueblos retratando las
escenas populares, de trabajo en el campo o de las fiestas tradicionales. Me
pagaron bien por promocionar y hacer publicidad del incipiente turismo en las
costas mediterráneas. Pero no fui ajeno a los temporeros que se iban a
vendimiar a Francia en largos trenes con sus maletas de cartón. Del éxodo rural
a la ciudad dejé buenas referencias y, también, estuve en Atocha y en Barajas, para
dejar constancia de los que buscaban fortuna en centro Europa o América del
sur. ¡Y ahora nos quejamos de los que vienen!
Ahora ya, en mi tierra, participamos de la
globalización.
Aunque no me llaman tantas veces, de vez en cuando, publico reportajes de los
avances que se han ido dando en los últimos años. Aunque tengo fotos para todos
los gustos. En el fondo, me van ‘pesando’ los años y tengo menos ganas de salir
a la calle.
Como te digo, una termina de cansarse. Y lo
más importante, que de tanto viaje y recuerdos estoy a reventar. Estoy repleta.
Tengo de todo y ya estoy hastiada. Al cabo de tantos años me pregunto ¿Qué he
aprendido de la vida? Es más, me cuesta ir tan cargada. Pero el caso es que no
sé qué tirar o qué dejar. ¡Son tantos recuerdos! ¡Tantas gentes! ¡Tantas
experiencias!... Es más, me gustaría llevar una vida más tranquila y
abierta a los demás. Demasiado tiempo me he estado mirando a mí misma, para
ganar dinero con mis reportajes.
La verdad, me gustaría ser útil a los otros, sobre todo los más
desamparados; incluso, dejar el mundo un poquito mejor que lo he visto y
fotografiado. Después de todo lo que he pateado, tengo que decir que hay
situaciones y experiencias que me han marcado. Especialmente, aquellas en las
que los demás sufrían y lo pasaban mal ¡y sin tener la culpa!
Por
cierto, ¡Tú que me lees! ¿Me ayudas a tirar algunas cosas aunque me cueste y, así, vivir más ligera de equipaje?
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