Tengo claro, desde hace muchos años, que tenemos
tiempo para lo que nos interesa y nos importa. Sin duda, todos tenemos muy buenas intenciones
y nos gustaría que las cosas fueran mejor, tanto para nosotros como para los
demás. Tal vez, la foto de un niño muerto en la playa nos indigna, pero eso,
solo nos indigna.
Todo el mundo tenemos derecho a ver un partido de futbol o de
tenis. A ver las series televisivas o carreras de motos. Estamos en nuestro derecho de
mantenernos en forma para lo cual hacer Pilates, ir al gimnasio, senderismo,
usar la bicicleta o practicar footing es de lo más normal; por otro lado, pasar una tarde viendo
los toros o una película,… lo vemos como la más natural del mundo.
Efectivamente, todo lo dicho, es lo más
natural y legítimo del mundo ¡Faltaría más!
Además, en una llamada jerarquía de valores,
la familia es lo primero, después viene el trabajo, si lo tenemos. Estar con
los amigos es imprescindible y, si afinamos un poquito más, dedicarse tiempo a
uno mismo es fundamental.
Estoy más que convencido de que si yo marcho bien y mi
familia funciona bien; que con las personas tengo buenas relaciones y, además, soy
honesto y responsable en el trabajo; sin la menor duda, que ya estoy
contribuyendo a cambiar el mundo.
Sin embargo, la realidad me viene diciendo, que
hay muchos hombres y mujeres, niños y ancianos, que lo pasan mal, que sufren
mucho y se mueren de hambre; que padecen crueles guerras y violaciones de su
dignidad y derechos. Es decir, que vivimos en un mundo injusto. El ser humano
genera bien, pero con las mismas, el ser humano genera mal. Con nuestras
conductas, hemos configurado un mundo incómodo, insoportable, incluso, cruel
para muchas personas.
Cuando hablo a los jóvenes, de estas cosas, suelo plantearles la
siguiente cuestión: ¿Quién tiene que cambiar todo este fiasco? Inmediatamente
me contestan que el gobierno, ‘los de arriba’. ¿Solo el gobierno? les pregunto
yo. Porque, tú que me lees, ¿quién crees
que lo tiene que cambiar?... Además del gobierno, los políticos, los
sindicatos, las Oeneges,… ¿Podemos hablar de responsabilidad individual? Sí, de
cada persona. Porque a mi modo de entender, también los pobres, excluidos, marginados, tienen el derecho de que les ayudemos a salir de tal situación, para que su dignidad como personas y sus derechos queden restituidos y a salvo. A lo mejor son imaginaciones mías.
Llegados a este punto es cuando me planteo lo de la indiferencia insolidaria. Cuando
veo a tanta gente que va a lo suyo, a su bola –dicen ahora-. Cuando veo a
tantas personas que se ‘miran solo su ombligo’ o como mucho están pendientes de
su familia y más allegados (que no es poco si lo hacen bien). Cuando veo a
tantos hombres y mujeres que no dedican parte de su tiempo, que es mucho, a
tareas solidarias y voluntariado, la verdad, algo no me ‘encaja’.
Y me digo y me
pregunto ¿Esto de la solidaridad es cosa de especialistas? ¿Es un hobbit? ¿Este asunto es cosa
de algunas personas altruistas? Y… ¿De dónde sacan el tiempo para ello?
ME TEMO QUE TODAS LAS PERSONAS
TENEMOS PRIORIDADES.
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