La historia sigue y, como parece, que si no hay problemas la vida no tiene chispa, los Cachorros de la Pantera, dijeron que ya estaban cansados de tanto entrenamiento y de tantas normas. Entonces, vieron la forma de salir de la reserva por la noche, con lo cual, por lo menos se consolaban y podían hacer lo que les daba la gana, sin que nadie estuviera encima de ellos. La escapada nocturna funcionó las primeras noches; pero un día, a la vuelta de la aventura, se encontraron con don Oso que los había echado de menos, pues un Cachorro de Cebra se puso enfermo y, al ir a cuidarle, se dio cuenta de que faltaban los Cachorros de Pantera. Sin decirles nada les indicó que se fueran a dormir.
A la mañana siguiente, los llamó y les recriminó la gran imprudencia que cometían al marcharse por la noche. Les dijo que la noche está llena de peligros y que podían echar a perder todo lo que se estaba haciendo con ellos. Ellos se rieron y burlaron de él, porque decían que lo pasaban muy bien y que, además, nadie les ponía normas fuera, que donde iban podían hacer lo que quisieran. Aceptaron, porque no les quedaba más remedio, la sanción que les pusieron y quedó así la cosa.
Pasados unos días, un gran revuelo hubo en la Reserva. Nadie sabía lo que pasaba exactamente, pero, los Cachorros de Pantera no habían vuelto esa noche a la Reserva. Doña Cierva hizo las correspondientes investigaciones y todos lamentaron la noticia: los Cachorros de Pantera habían sido engañados y los habían secuestrado para llevarlos a un zoo de la ciudad. Todos se quedaron muy tristes porque sabían que en el zoo se perdía la libertad. Estaban encerrados siempre en una jaula y su vida quedaba totalmente frustrada. Es verdad que comían y estaban cuidados, pero el precio era muy alto. Vivían encerrados; ya no eran libres.
Pero no todo va a ser negativo. En la Reserva, también sucedían historias agradables. Algunos Cachorros se aplicaban para hacer bien su aprendizaje y sus entrenamientos. Claro que les costaba esfuerzo y algunos avances eran una verdadera exigencia, pero ellos sabían que les esperaba un futuro mejor. Los Cachorros de los Lobos ponían mucho interés en aprender las técnicas de la caza, les gustaba vivir en manada, seguían con interés los ejercicios para coordinarse como grupo al hacer las cosas y es que estaban asimilando que juntos podrían salir adelante mejor que solos.
También estaban los Cachorros de los Monos; su máxima ilusión era estar en un circo. Todos los Cachorros sabían que un circo era la ocasión para viajar, de conocer el mundo, las ciudades, los pueblos. Se hacía mucho turismo. Además, en el circo se les trataba bien, se alimentaban mejor y, encima, te aplaudía la gente cuando salías a escena. Uno se hacía pronto famoso y los Cachorros de los Hombres se divertían con ellos. Eso sí, había que aprender a realizar las habilidades propias de un circo, pero merecía la pena el esfuerzo. Estos cachorros no solían poner muchas pegas, pues tenían muy claro lo que querían ser en el futuro.
Y así fue pasando el tiempo, hasta que llegó el final del año. De nuevo, don León convocó el Gran Consejo de la Selva. En esta ocasión, le correspondía a doña Cierva una participación importante. Al principio de la reunión, don León, le concedió la palabra. Doña Cierva expuso, con cierto nerviosismo, pero con claridad, la memoria de lo que había ocurrido en la Reserva durante todo el año. Dijo que los Cachorros lo habían pasado muy bien y que, desde luego, se habían cumplido los objetivos marcados.
Después explicó que todos los Cachorros se habían adaptado a las reglas de juego que regían la Reserva. Además, muchos Cachorros progresaban en el adiestramiento para sobrevivir en la selva. Y, aunque lo sintió mucho, tuvo que hacer mención a lo acontecido con los Cachorros de Tigre y de Zorro, aunque estos últimos, insistió, parece ser que trataban de adaptarse a la vida y a las exigencias de la Reserva, aunque no todos.
Cuando terminó, todos los animales del Gran Consejo la felicitaron y, por unanimidad, le pidieron que siguiera animando la Reserva. A don Oso también se le pidió que siguiera acompañando a doña Cierva, pues había desempeñado su papel con acierto. Y también se reconoció su trabajo a los diversos colaboradores; sin ellos, el adiestramiento no se habría llevado a feliz término.
Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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