La familia es uno de los elementos característicos de la Navidad. Cuando llegan estas fechas, todos tenemos la experiencia de
estar con nuestros seres más queridos. La vida en el hogar es uno de los recuerdos, de la infancia, más agradables de nuestros vidas. Volver, retornar al hogar,
por Navidad, está ya en nuestro ADN.
Este domingo, el pueblo cristiano, celebra el día de la
Familia de Nazaret: Jesús, María y José. Con este pretexto, se me ha ocurrido escribir unas letras
sobre el asunto familiar. En alguna ocasión me han preguntado que le pediría a
una familia cristiana. De pronto contestaba que, ante todo, fuera una auténtica
familia. Hoy me voy a extender, un poquito más, en la respuesta y a una familia
cristiana le pediría tres cosas, que son:
La primera: atención a cada persona en su individualidad.
Creo que debemos reivindicar la atención a cada miembro de la
familia. El contexto familiar no anula a las personas. Cada uno de sus miembros
necesita su espacio y su tiempo para su crecimiento personal. A lo mejor no se
dispone, todos los días, de ese momento que me va a ayudar a interiorizar
todo lo que me va pasando, para integrarlo en mi vida; pero, hay que habituar a
los pequeños, desde el ejemplo de los adultos, a buscar y señalar la
importancia de esos momentos tan personales.
La segunda: atención a la pareja como tal.
Puede ocurrir que la pareja, con la venida de los hijos, se
estanque en su crecimiento como tal. De ser así, toda la familia se verá
afectada. Cuando la pareja no funciona porque no se dedica tiempo y no tiene su
espacio para su crecimiento como pareja, todo se resiente. Los mismos criterios
para criar y educar a los hijos no van a estar asegurados. A mi entender,
cuando el amor no se cultiva, o se anulan los tiempos para contrastar, comunicarse,
ayudarse, perdonarse,... compartir la propia vida; la familia, en su conjunto,
se complica y aumentan las dificultades.
La tercera: atención a la interrelación de los padres y los hijos.
La tercera: atención a la interrelación de los padres y los hijos.
En el fondo, la familia es una auténtica escuela para la vida. Lo
que se viva en la familia se proyectará en la sociedad que nos movemos. La
familia es como la sociedad en pequeño. Los aprendizajes fundamentales se
inician en el contexto familiar. Son las familias las que aportan a los nuevos
ciudadanos que constituimos la sociedad. Los valores que se aprendan, se vivan
en el seno familiar entre padres e hijos, incluso, entre hermanos; van a estar
muy presentes allá en donde se desenvuelvan en la sociedad, como la escuela, la vecindad, la empresa, las asociaciones, etc,
Bueno, y una conclusión.
Bueno, y una conclusión.
Por consiguiente, una familia que tenga
en cuenta estas dimensiones que acabo de esbozar, sin duda, será una familia
ejemplar que desarrollará todas sus posibilidades, con lo cual, estará
cumpliendo con su función social y ahora, añado, su misión eclesial.
Por tanto, no creo que la familia cristiana, sea
algo diferente a la familia humana que soñara Dios, cuando creó al ser humano. Siempre
he creído que la fe cristiana lo único que hace es recordarnos los planes que
Dios diseñó desde la creación del mundo. Esa fue la Misión de Jesús de Nazaret.
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