Por primera
vez he asistido a estas fiestas valencianas. Bueno la verdad es que solo estuve
tres horitas. Pero, vamos, suficientes para darme una idea aproximada de lo que
se ‘cuece’ en dichas fiestas. Lo que más destacaría es el ambiente alegre y familiar . Lo que más disfruté fue de la belleza de las fallas. ¡Qué escenas
más bonitas! Y qué derroche de imaginación, en las plazas ocupadas por las
monumentales imágenes.
Está claro
que necesitamos estos tiempos ‘gratuitos’ para desintoxicarnos de la rutina de
todos los días. Todo no va a ser trabajar y trabajar. Aunque para algunos su ‘trabajo’
consista en buscarlo. El tiempo de ocio, ese espacio gratuito que nos damos
para relajarnos y descansar es imprescindible. Y si estamos con la familia y
los amigos, ya no se puede pedir más.
El recorrido
por las plazas y calles, del centro de Valencia, no resulta fácil en estas
ocasiones. Son muchas las personas que disfrutan con el bullicio del ambiente.
Menos mal que en las calles más céntricas están ausentes los coches. Una de las
cosas más notables son las explosiones y el estruendo de los petardos en todas
sus variedades. Desde los más niños, hasta los de mayor edad, no se tenía
reparo en contribuir a las interminables explosiones, que sobre todo a los que
no estamos acostumbrados, nos sobresaltaban a cada instante.
Este tipo de
fiestas populares son también una buena ocasión para constatar el ingenio a la
hora de ganarse la vida. Desde las esculturas vivientes, cada vez más creativas,
hasta el que vende tabaco o bebidas ‘fresquitas’ guardadas en una maleta –
nevera. También están los manteros, que le dan colorido a las calles con los
numerosos productos, muchos artesanales, y que constituyen su único recurso
para vivir con cierta dignidad. La verdad es que estas personas le echan mucha
paciencia al asunto.
No faltan los
adolescentes y jóvenes con sus litronas y botellones; siempre acarreando bolsas
llenas, de las tiendas ‘avispadas’, que no preguntan ni la edad para hacer el negocio
fácil. Ocupan los escalones y bancos de cualquier plaza. Me maravilla sus
interminables charlas y las caras alegres que, en ocasiones, se esfuerzan por ‘vender’
a los demás. En todo caso me parece muy bien que tengan sus espacios y tiempos
para disfrutar.
Aunque en las
fiestas se ve de todo. Muchas personas llevan ‘la procesión’ por dentro. Se ven
caras tristes y ojos tristes. Casi te dan lástima. Parecería el ambiente
festivo no va con ellos. Sin embargo están ahí.
Muchas más
cosas se podrían escribir, es verdad, pero con el rato que estuve tengo que decir
que fue suficiente para indicar que me quedó un buen sabor de boca y no solo
por la buena horchata que nos bebimos. En otra ocasión habrá que estar más tiempo.
Debe ser una buena experiencia “la cremá”.
Aunque el estruendo de los petardos te vuelva sordo. La verdad,
merece la pena volver a ver y admirar las obras de arte que adornan las calles
y plazas de la capital valenciana.
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