Vivimos en
un mundo injusto. Hay mucha gente que se conforma con su situación. Existen hombres y mujeres que no
les falta de nada, aunque son una minoría. Hay otro grupo de personas que viven
sin muchas estrecheces. Pero sabemos que muchos seres humanos viven por debajo
de su dignidad como personas. Basta
asomarse a los MCS para constatar esta injusticia social. Me pregunto
hasta que punto somos responsables de nuestras vidas, aún más, hasta qué punto
somos responsables de la vida de los demás.
Han pasado
los años y sigo recordando un lema, de Manos Unidas, que me hizo pensar mucho y
que lo cito cuando se presenta la ocasión: “Tu indiferencia te hace cómplice”. Sin embargo,
hoy, con la buena gente que me acompaña, con ustedes, este lema no tiene
sentido.
Habéis pateado las calles de Cádiz, os habéis
quitado las “gafas oscuras” y habéis
descubierto una realidad social que os ha incomodado, os ha interpelado y, al
final, ha roto vuestra indiferencia. Cabe preguntarse por el motivo de esta
decisión y, desde luego, las respuestas serán variadas y todas muy respetables.
Lo importante es que la decisión de participar en las actividades de la
Asociación, Calor en la noche, a todos sus asociados y voluntarios les une el
mismo fin: Estar con los ‘sin techo’, acompañar a los marginados de la noche,
ayudar a los excluidos de la sociedad gaditana. En definitiva, no ser
indiferentes con las personas que están tiradas en la calle.
No obstante,
me gustaría echar una mirada a los orígenes de Calor en la noche. Estamos en su
décimo aniversario. Y es necesario recordar
su historia, sus raíces. Todo este
asunto tiene que ver con un grupo cristiano, muchos de sus miembros matrimonios
y lasalianos de toda la vida, que siguieron profundizando en su fe y que, en su
caminar, se constituyeron en comunidad cristiana lasaliana. Creo que se han
puesto un nombre y se hacen llamar Nicodemo, Comunidad Nicodemo. No se entiende Calor en la noche,
sin estas personas que han ido viviendo su fe, hasta el punto, de comprometerse
con las personas que viven en la calle. Si Juan Bautista de la Salle les ha
llevado de la mano, durante estos años, ha sido su fe en el Dios de Jesús, que
nunca se olvida de sus hijos más necesitados, la que ha motivado la opción de
salir al callejero gaditano, para ayudar a sus hermanos más desfavorecidos.
La parábola
del Evangelio de Mateo, llamada del
juicio final, les tocó su corazón: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y
me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estaba en la cárcel y en el
hospital y fuiste a verme, era extranjero y me acogiste”. Diez años haciendo
realidad esta parábola, que ya no es una historia del evangelio, es la vida
misma, en los hombres y mujeres, que atendéis cada viernes.
Mujeres y
hombres: con nombres y apellidos, con historias desagradables y con necesidad de cercanía, de cariño, de calor
humano. A fin de cuentas, hermanos y hermanas, que viven en la calle y tienen
derecho a sentirse queridos y amados por sus hermanos, es decir, ustedes, que
velan por ellos y comparten la común dignidad humana que, ellos, tenían
perdida.
Ya ven lo
que da de sí un termo de café, unos calcetines, o una palmadita en el hombro.
Para ustedes una insignificancia, para ellos el respeto y el reconocimiento de
su dignidad como personas. Ya sabemos, que todo no es de color de rosa, que las
dificultades nunca faltan, que los problemas y los conflictos se hacen
presentes, que la rutina puede desanimarnos, sin embargo, estas circunstancias
no son nada, en comparación con la grandeza de vuestra presencia las noches de
los viernes cuando recorréis las calles buscando a esas personas -que ya os
están esperando- porque sois el consuelo en la noche, el saludo afectuoso, la
sonrisa que les humaniza y que les hace mirarse al espejo reconociéndose como
personas. No les falléis, diría más, no os falléis a ustedes mismos en lo que
tiene de compromiso y responsabilidad, este sencillo acto que tano humaniza y
evangeliza.
Me queda,
para terminar, agradeceros en nombre de las personas que visitáis por las
noches, por el esfuerzo que realizáis, por la constancia que estáis mostrando,
por todos los detalles que vais sembrando, gratuitamente, a lo largo de las
noches venturosas en las que os convertís estrellas que iluminan el camino de
los que viven en la calle.
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