Algunas personas tienen mucha suerte en esta vida. De vez en cuando,
me uno a esta banda tan afortunada. Este fin de semana he estado con un grupo
jóvenes, la mayoría universitarios, aunque algunos están trabajando. Nos hemos
ido a Huelva, y cerca del pueblo de Niebla, hay una finca que se llama Pueblo
de Dios. Allí hemos pasado el sábado y el domingo, tan contentos y satisfechos,
que terminas ganas de repetir.
Dicen que esta juventud, la de ahora, es así o de de aquella otra manera. Lo que yo puedo decir, que tengo cierta perspectiva por la edad, es que la juventud tiene las mismas características siempre. Los contextos cambian pero los rasgos de la juventud permanecen. Y, además, no podemos generalizar, como si toda la juventud fuera igual en todos los sitios. Porque hay jóvenes y jóvenes.
Sin embargo, no quiero olvidarme de la realidad dura que tienen muchos jóvenes en la actualidad. Son numerosos los que buscan empleo y están penando en ir a buscar trabajo a otros lugares lejanos. Sin olvidar los que pasan por dramas y tragedias familiares. Hay que ser realista. Pero hoy no es mi propósito detenerme en ellos.
Lo que sí tienen la mayoría, en común, es las ganas de vivir, pasarlo bien, el ansia de utopía, la rebeldía con sus mayores, sus descontentos y críticas a los adultos, las denuncias a esta sociedad que les está engañando, quieren ir con la verdad por delante y son profundos cuando se 'ponen a tiro'. Si nos ha ocurrido a todos. Yo creo en la juventud.
Como decía, todo un fin de semana con mozos y mozas -que dirían en mi pueblo-, resueltos a dedicar un tiempo largo, a sí mismos, y a resituar su vida en el contexto de la fe. En las despedidas se manifestaba la satisfacción de: ¡Objetivo cumplido!.
El lugar se presta a estas cosas. La finca se halla en el campo, campo. No se oye nada más que los ruidos propios de la naturaleza. se huele a campo, se respira aire puro. Para deleite de la vista los almendros están ya en flor. Lo único que no acompañó fue el cielo, que con sus nubes, no nos dejó ver el sol y de noche las estrellas.
El silencio, la tranquilidad y la paz, favorecen este tipo de encuentros en el que uno busca la soledad, el aislamiento, el retirarse del mundanal ruido, que diría 'Fray Luís de León'. Se trataba de responder a dos preguntas que nos llevó su tiempo: ¿Quién soy yo? y ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Faltó tiempo.
Qué ambiente más sano. Estar con los jóvenes es una dicha y un lujo como decía antes. Es que se te pega todo. Es la ocasión para 'removerse, actualizarse, ilusionarse... y tener esperanza en el futuro. Y es que sus alegrías, anécdotas, risas, ocurrencias, y preocupaciones, son una buena ocasión para gozar y disfrutar de la vida misma.
¡Como para no estar agradecido!
Dicen que esta juventud, la de ahora, es así o de de aquella otra manera. Lo que yo puedo decir, que tengo cierta perspectiva por la edad, es que la juventud tiene las mismas características siempre. Los contextos cambian pero los rasgos de la juventud permanecen. Y, además, no podemos generalizar, como si toda la juventud fuera igual en todos los sitios. Porque hay jóvenes y jóvenes.
Sin embargo, no quiero olvidarme de la realidad dura que tienen muchos jóvenes en la actualidad. Son numerosos los que buscan empleo y están penando en ir a buscar trabajo a otros lugares lejanos. Sin olvidar los que pasan por dramas y tragedias familiares. Hay que ser realista. Pero hoy no es mi propósito detenerme en ellos.
Lo que sí tienen la mayoría, en común, es las ganas de vivir, pasarlo bien, el ansia de utopía, la rebeldía con sus mayores, sus descontentos y críticas a los adultos, las denuncias a esta sociedad que les está engañando, quieren ir con la verdad por delante y son profundos cuando se 'ponen a tiro'. Si nos ha ocurrido a todos. Yo creo en la juventud.
Como decía, todo un fin de semana con mozos y mozas -que dirían en mi pueblo-, resueltos a dedicar un tiempo largo, a sí mismos, y a resituar su vida en el contexto de la fe. En las despedidas se manifestaba la satisfacción de: ¡Objetivo cumplido!.
El lugar se presta a estas cosas. La finca se halla en el campo, campo. No se oye nada más que los ruidos propios de la naturaleza. se huele a campo, se respira aire puro. Para deleite de la vista los almendros están ya en flor. Lo único que no acompañó fue el cielo, que con sus nubes, no nos dejó ver el sol y de noche las estrellas.
El silencio, la tranquilidad y la paz, favorecen este tipo de encuentros en el que uno busca la soledad, el aislamiento, el retirarse del mundanal ruido, que diría 'Fray Luís de León'. Se trataba de responder a dos preguntas que nos llevó su tiempo: ¿Quién soy yo? y ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Faltó tiempo.
Qué ambiente más sano. Estar con los jóvenes es una dicha y un lujo como decía antes. Es que se te pega todo. Es la ocasión para 'removerse, actualizarse, ilusionarse... y tener esperanza en el futuro. Y es que sus alegrías, anécdotas, risas, ocurrencias, y preocupaciones, son una buena ocasión para gozar y disfrutar de la vida misma.
¡Como para no estar agradecido!
Envidia sana... me alegro de que hayáis disfrutado y que hayáis vivido una preciosa experiencia de Reino de Dios. Felicidades
ResponderEliminarMe ha encantado tu reflexión, y me ayuda a agradecer a la Providencia !la suerte que tenemos los que trabajamos "rodeados de jóvenes"!
ResponderEliminarYa sabéis para el próximo encuentro cuento con vosotros.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo, los jóvenes nos impulsan a no quedarnos metidos en nuestra "cómoda" seguridad que da la experiencia, por eso muchas veces me pregunto ¿estamos a su altura?, ¿dónde han quedado nuestra rebeldía, nuestras ganas de lucha,nuestros deseos de cambiar el mundo?
ResponderEliminarCreo que este tipo de encuentros es lo que necesitan los jóvenes . Muy bien Juan
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