En estos días de febrero, mis sentimientos me llevan a dar gracias, muchas
gracias, a la vida. A la vida que tengo. La que me dieron sin pedirla. La que
me llegó en un frío invierno. La vida que llenó de alegría la casa de mis
familiares. La verdad es que el sentimiento de gratitud es lo más justo que
puede salir de mí, después de los años vividos. Da igual que sean muchos o
pocos, en mi caso, es un reconocimiento el hacerlo. Pues, como dicen en mi
pueblo: "De bien nacidos es ser agradecidos".
Uno va viendo lo que es su vida, a la vez que ve la de los demás, y no me queda más remedio que agradecerlo todo. Todo lo que he recibido, todo lo que me han dado. Todo lo que me he ido encontrando. Todo lo que se ha acercado a mi vida. Mi historia personal se ha ido tejiendo con todos los encuentros, vividos, de numerosas personas, de la entera naturaleza, de la experiencia de Dios, incluso, de mí mismo.
Ayer estuve en la montaña y, una vez más, surgió en mí la admiración por los bellos paisajes que me deleitaron al verlos. Me han gustado, de siempre, los paseos y excursiones al campo. Uno se extasía ante la grandeza de la naturaleza. Su aire puro, las flores, el olor 'a campo', los pájaros,... la naturaleza viva de la que te sientes parte y te avoca a disfrutar de ella, a saborearla. Otro tanto diría del mar, de la selva,...
Siempre me faltarán palabras para agradecer la suerte que tengo. Cuántas personas están a mi lado, desde siempre. A todas mi agradecimiento. Familiares, amistades, cercanas y lejanas. Su presencia, según las circunstancias, me reconforta, me ayuda a reflexionar, me confronta, me zarandea, me anima, me acompaña, me hace sentir querido, apreciado... ¡Cuánto derroche hacia mi persona! ¡Cuánto agradecimiento les debo!
La vocación religiosa, sin duda, es otra de las dimensiones de mi vida, de la que estoy muy agradecido. La cantidad de situaciones y experiencias vividas, por mi condición de ser Hermano de la Salle, me llevan a estar en un continuo agradecimiento. La educación, la catequesis, la evangelización, me han acercado a tantas personas, sin las que no entendería mi vida. No puedo dejar de agradecérselo a cada una de ellas. Y, de forma especial, mi agradecimiento al mismo Dios, que tanto me ha confiado.
Me siento un privilegiado. Tengo un hogar, tengo trabajo, no me falta el alimento ni la ropa para vestirme. Tengo un ordenador para comunicar mis reflexiones, me confían proyectos compartidos, me piden retos, me acompañan en el camino,... ¡No es para estar agradecidos, ahora y siempre!
Una canción que siempre me ha gustado y que la pongo a vuestra disposición: Gracias a la vida:
Uno va viendo lo que es su vida, a la vez que ve la de los demás, y no me queda más remedio que agradecerlo todo. Todo lo que he recibido, todo lo que me han dado. Todo lo que me he ido encontrando. Todo lo que se ha acercado a mi vida. Mi historia personal se ha ido tejiendo con todos los encuentros, vividos, de numerosas personas, de la entera naturaleza, de la experiencia de Dios, incluso, de mí mismo.
Ayer estuve en la montaña y, una vez más, surgió en mí la admiración por los bellos paisajes que me deleitaron al verlos. Me han gustado, de siempre, los paseos y excursiones al campo. Uno se extasía ante la grandeza de la naturaleza. Su aire puro, las flores, el olor 'a campo', los pájaros,... la naturaleza viva de la que te sientes parte y te avoca a disfrutar de ella, a saborearla. Otro tanto diría del mar, de la selva,...
Siempre me faltarán palabras para agradecer la suerte que tengo. Cuántas personas están a mi lado, desde siempre. A todas mi agradecimiento. Familiares, amistades, cercanas y lejanas. Su presencia, según las circunstancias, me reconforta, me ayuda a reflexionar, me confronta, me zarandea, me anima, me acompaña, me hace sentir querido, apreciado... ¡Cuánto derroche hacia mi persona! ¡Cuánto agradecimiento les debo!
La vocación religiosa, sin duda, es otra de las dimensiones de mi vida, de la que estoy muy agradecido. La cantidad de situaciones y experiencias vividas, por mi condición de ser Hermano de la Salle, me llevan a estar en un continuo agradecimiento. La educación, la catequesis, la evangelización, me han acercado a tantas personas, sin las que no entendería mi vida. No puedo dejar de agradecérselo a cada una de ellas. Y, de forma especial, mi agradecimiento al mismo Dios, que tanto me ha confiado.
Me siento un privilegiado. Tengo un hogar, tengo trabajo, no me falta el alimento ni la ropa para vestirme. Tengo un ordenador para comunicar mis reflexiones, me confían proyectos compartidos, me piden retos, me acompañan en el camino,... ¡No es para estar agradecidos, ahora y siempre!
Una canción que siempre me ha gustado y que la pongo a vuestra disposición: Gracias a la vida:
Querido Juanba:
ResponderEliminarYo también pienso con frecuencia como tú, pero a veces, en los últimos tiempos, siento que la distancia entre el agradecimiento y la mala conciencia se ha hecho mínima. Me da reparo pensar que vivo en el país más rico del mundo y que, con frecuencia, el bienestar de unos se cimenta en la opresión de otros. Así, para salvar los bancos alemanes, hay que apretarles las tuercas un poco más a los españolitos, aunque la única salida que les quede a algunos sea la ventana del cuarto piso...
Un abrazo desde el frío norte
Rafa
Hno Juan Bautista: bonito canto a la Esperanza desde la viviencia de nuestro Dios. ¡Ojala consigas contagiar tu Espiritu a los que te rodeamos, hoy más que nunca hace falta ser LUZ DEL MUNDO en estos tiempos que nos ha tocado vivir. (Alejandro desde Sevilla)
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